Después de ponderar mis opciones por unos minutos, decidí que lo mejor era que me fuera de allí lo antes posible sino acabaría haciendo algo de lo que me podría arrepentir. Ya sabía que Dante no tenía limites y que definitivamente alguna cosa sentía hacia mi, no me iba a ser la tonta cuando habían cosas tan obvias como este tipo de acciones.
Salí cautelosamente del gimnasio no quería tener que toparme con Raúl y mucho menos con el señor histérico.
Poniendo un pies delante del otro con la mayor ligereza posible, llegué hasta las escaleras y justo cuando toqué el primer escalón la voz profunda de Raúl hizo que diera un salto involuntario.
"La oficina de Rackozy está por este lado señorita Prym."
Me giré sobre mis talones y le di una mirada de disculpas. "Lo sé, no pensaba ir hacia allá."
"El señor la está esperando, aún tienen asuntos pendientes, hasta donde sé."
Y así era, teníamos que acordar un montón de cosas, entre ellas precios, clientes y más joyas.
Me quedé mirando al suelo por unos segundos, decidiendo que haría. Aún estaba enojada, pero también se acercaba la fecha de pagar la renta de mi apartamento y estaba corta de dinero. La venta que haríamos me aseguraría la renta de por lo menos dos meses. Lidiar con este tipo de negocios me hacía sentir que de alguna manera estaba creando un mal karma y que en algún momento de mi vida pagaría el precio.
Con mi cabeza en alto, tomé el camino hacia la oficina de Dante, porque, para ser honesta, la ambición estaba tocando fuertemente mi puerta.
Inmediatamente entré, me bombardeó con comandos e informaciones, nos pusimos a la acción como si nada de lo que hubiese pasado hace un rato fuera relevante. Por un lado esa forma de ser de él me abrumaba y enojaba pero al mismo tiempo me daba cierto alivio, porque, realmente no quería tocar el tema.
"Mañana Raúl llevará el último encargo a las tres de la tarde." dijo mientras revisaba cuidadosamente unas piedrecitas de rubí.
"Esta bien, estaré aquí a esa hora así que podré ir con él."
Él alzó su mirada rápidamente de los rubíes y me miró a los ojos. "No. tu te quedas aquí."
No quería tener que volver a discutir con él por el día de hoy pero no me dejaba más opción. "Disculpa?"
"Lo que escuchaste."
"No tienes derecho a prohibirme cosas."
"Te quedas aquí y punto, tienes mucho trabajo por hacer." al momento de decir eso giró la laptop hacía mi y me enseño la foto de una señora de unos cincuenta años, la cual le daba su mano con gracia a otro señor, al principio no me di cuenta de quien se trataba, solo cuando vi al señor que estaba a su lado fue que mi cerebro hizo clic.
"Esa es la esposa del alcalde?"
"Sí, así es, vas hacer la replica exacta de ese collar que tiene." dijo mientras ampliaba la imagen para que pudiera ver mejor.
Lo miré un poco confundida, " Qué pasó con mis diseños?"
"Los seguiremos haciendo, pero este es un pedido especial. Lo podrás hacer?"
Miré con detenimiento la imagen, en la cual, a penas podía distinguir que la señora usaba collar. "Es la única foto que hay?"
"No, bueno realmente es la única que tengo, pero deben haber más, supongo."
Puse mis ojos en blanco y tomé el computador y busque fotos de ella. De todas las imágenes que aparecieron, a penas tres eran de ese día donde ella había usado ese collar.
"Genial." Dije.
"Qué pasa?" Dante se acercó más a mí hasta que sentí su respiración justo al lado de mi mejilla.
"Estas fotos no son suficiente para mí, necesito una mejor vista, más cerca."
Dante se puso todo serio y empezó a mirar a la nada, esa era la señal de que estaba en profunda concentración, así que lo dejé en paz. Seguí tratando de buscar más fotos sin buenos resultados. Cuando pensé que ya había perdido a Dante en la tierra del nunca jamás me habló.
"Creo que te puedo conseguir esa foto."
"Okay, en siendo que no te metas en problemas."
Él me dio esa media sonrisa de niño malo que derrite y dijo "En problemas he estado desde que nací Maura."
Moví mi cabeza en negación. "No me has dicho para quien es este trabajo 'especial'" dije mientras cerraba la laptop.
Algo nubló sus ojos y pensé que no respondería, pero lo hizo. "Es para ella."
Subí una ceja sin entender de que me hablaba, pero luego recordé el día que me había dejado encerrada solo para que 'ella' no me viera.
"O sea tu socia."
Él asintió.
"Y ella por qué quiere eso? Cómo sabe que conoces a alguien que puede hacer joyas?"
El se cruzó de brazos y miro a la nada nueva vez mientras decía "Eso mismo quiero yo saber."
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El Diamante
RomanceLa vida de Maura Prym no tenía muchas emociones, hasta que conoce al traficante de piedras preciosas más buscado, haciendo que todo diera un giro para ella.