Cuando le pasé por el lado a Raúl, tomando a Wenni de camino, él me sostuvo el brazo antes de que pudiera escaparme y me miró mostrando por primera vez algo con sus ojos : preocupación. "Se encuentra bien?"
"Estoy bien." Intenté soltarme de su agarre. "Me tengo que ir."
"El señor Rackozy le dijo algo?"
Como él ya lo había hecho antes, lo dejé y seguí mi camino sin responder su pregunta. Llegué a la puerta, salí al foyer y presioné el botón para que las puertas del elevador se abrieran. Estaba tan enojada por mi estupidez, por confiar en él, que mis manos temblaban y temía que dejara caer a Wenni si no me controlaba.
Las puertas se abrieron y di gracias a Dios, quería salir de allí lo más rápido posible y nunca volver. Antes de poner mi segundo pie dentro, una mano azotando el botón a mi lado me asustó, haciendo que brincara un poco lejos de las puertas. Otra mano me sujetó del brazo y me sacó del elevador, con suerte Wenni sintió que casi la suelto y sus garritas se clavaron en mi antebrazo, arañando todo a su paso. Yo hice una mueca ante el dolor que Wenni me había propinado y ante el fuerte agarre en mi otro brazo. "No te puedes ir así." La voz casi susurrada de Dante me hizo girar la cabeza de golpe para verlo a la cara. Estaba enojado. Muy bien, estábamos igual, yo por lo menos tenía motivos para estarlo.
"Déjame Rackozy!"
"Baja la voz!" No me soltó el brazo y me llevó de vuelta dentro del penthouse.
Estaba forcejando bastante para soltarme, todo esfuerzo era en vano, él era mucho más fuerte y alto que yo.
"Hulk."
"Señor?"
"Llévala al cuarto de lectura."
Raúl subió una ceja, expectante. Dante asintió seriamente.
Estos dos volvían a comunicarse telepáticamente. Algo en la reacción de Raúl me daba mucha curiosidad de saber que había allí, eso hizo que mi humor cambiara un poco y mi lado Sherlock saliera aún más a flote.
"Está seguro?" Preguntó Raúl cauteloso.
"Bastante." Movió su mirada del fortachón hacia mí. "Y tú te vas a quedar ahí hasta que yo vuelva y te calmes." Su tono era frío y mandón.
Rodé mis ojos internamente y volví a tratar de quitar mi brazo de su agarre, esta vez él lo dejó ir, pero segundos después Raúl lo retomó para guiarme hacia el famoso cuarto de lectura. Presentía que tendría un moretón pronto en uno de mis brazos, sin contar los arañazos de histeria de Wenni. Para mi gran suerte no teníamos que subir al segundo piso para ir a nuestro destino. Solo caminamos por un pasillo que había debajo de las escaleras, el cual no había visto antes, y en la puerta del final nos detuvimos, Raúl sacó un llavero de su bolsillo nueva vez y segundos más tarde ya estábamos a dentro.
Los puntos que le había quitado a Dante por no tener libros en su estudio, se los tenía que dar de vuelta. El lugar le hacía honor a su nombre, tenía un estante que completaba toda la pared derecha lleno de libros. Era como el paraíso. Al fondo, como ya era característico, una pared de cristal que presumía de una hermosa vista, a la izquierda una chimenea y en el medio, inofensivamente, se hallaba una alfombra negra de textura suave llena de almohadas, cojines y sábanas. Todo se veía tan cálido y cómodo, quería tirarme allí y descansar mi cabeza entre el sin fin de almohadas. Registré mentalmente lo malo que era sentirme a gusto en este lugar cuando le pertenecía al hombre más vil del mundo.
"Espere aquí al señor. Estaré a fuera por si necesita algo." Acto seguido retomó su camino hacia la puerta.
"Espera Raúl!"
El se giró ya con el manubrio de la puerta en su mano derecha.
"Quién era ese tipo que estaba con Dante?"
La expresión de agotamiento en el rostro del hombre me dio a entender que no quería o más bien no podía darme muchas explicaciones. "Confórmese con saber que todo lo que haga el señor Rackozy es por su bien." Volvió a girarse y salió sin decir nada más.
"Genial Wenni, simplemente genial." Bajé a la pequeñita al piso y me deslicé entre los almohadones. Puse mi brazo encima de mi cara, no pasó mucho tiempo para que Wenni escalara sobre mi pierna y caminara por mi abdomen poniendo su cabecita entre mis pechos y acomodándose como si yo fuera una cama. Que animalito más curioso.
Mi celular sonando desenfrenado en mi bolso hizo que parara mi vago cuerpo y fuera a tomar la llamada.
"Mauran Prym dónde rayos has estado metida?" La voz de histeria de Bri casi me rompe los tímpanos.
Estaba en un debate en si contarle todo de una vez o si esperar para hablarlo en persona.
"He tenido varias entrevistas de trabajo hoy." Traté de sonar convincente.
"En que lugares? No me dijiste que tendrías entrevistas hoy."
Rodé mis ojos. "Brianna realmente crees que me acuerdo de decirte todo?"
"Eso qué quiere decir?" Su tono de voz delataba lo ofendida que estaba.
"Mira, hablamos cuando llegue a casa, aún tengo que hacer algunas cosas."
"Dónde estás?"
No sabía si inventarme todo un trabajo o decirle de una buena vez lo que pasaba, aunque minutos antes estaba decidida a que no volvería a ver a el señor de los secretos, sabía perfectamente que estaba engañándome a mi misma.
"Brianna, creo que me dieron el trabajo en el último lugar que fui a entrevistarme, pero debo arreglar unas cosas antes, puedes esperar a que te llame?" Use mi tono persuasivo y al parecer funcionó.
"Bien, espero tu llamada." Y colgó.
Brianna se había tomado a pecho la promesa que le hizo a mi madre de velar por mi, al parecer ninguna de las dos confía en mi sentido de la auto preservación, y para ser honesta, todo este lío en el que estaba metida me dejaba en claro que mi madre y Brianna tenían por qué estar preocupadas por mi. Era un desastre.
Volví a recostarme entre el mar de almohadas y puse mi brazo otra vez, vagamente encima de mi rostro. Wenni retomó su postura encima de mí y ambas caímos rendidas en un sueño profundo.
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El Diamante
RomanceLa vida de Maura Prym no tenía muchas emociones, hasta que conoce al traficante de piedras preciosas más buscado, haciendo que todo diera un giro para ella.