Mi cabeza giraba con la nueva información. Por qué le decían el diamante? Aunque no sabía su nombre de pila, estaba casi segura que eso era un apodo.
Sea lo que fuese ya había sido suficiente por una sola noche así que estaba lista para terminarla.
"Raúl, llévame a mi casa, por favor."
Rackozy se giró en su asiento ligeramente para mirarme, pero yo posé mis ojos en la ventana, como si algo fascinante pasara allá afuera.
"Ahora le das ordenes a las personas que trabajan para mí?"
Al parecer aún estaba enojado conmigo por intentar tirarme de la camioneta y para el colmo el tipo de las cadenas lo había dejado de un humor.
"Solo creo que ha sido suficiente por hoy."
"Vamos a comer algo."
Resoplé dejándole saber que no era eso lo que quería.
Todo el camino sentí la mirada escudriñadora de él puesta en mí, me hacía poner los pelos de punta, mientras yo iba concentrada en lo que pasaba fuera.
Cuando nos detuvimos frente al restaurante que él había decido llevarme, fue que caí en la cuenta que era el mismo que me había fascinado con su comida francesa unas semanas atrás. Tal vez Rackozy me había seguido hasta aquí alguna vez. El pensamiento de eso me hizo estremecer.
Rackozy saltó de la camioneta y rápidamente la rodeó para abrirme la puerta. Me tendió la mano en espera de que la tomara para bajar.
"Dije que me llevaran a mi casa."
"Ven." Dijo como si estuviera perdiendo la paciencia.
"Dije, no."
"No me hagas cargarte y llevarte dentro."
Me reí sardónicamente, "Tú no harías eso. Además soy muy pesada."
"Yo no soy el único que amenaza y actúa." Dijo dándome su media sonrisa.
Era increíble como usaba mi propia artimaña en mí contra. Me bajé despreciando su mano tendida y empecé mi camino hacía la puerta cuando sentí la ausencia de Rackozy a mi lado, me giré y lo vi donde lo había dejado parado, y me estaba mirando el trasero.
"Eres un cerdo!" Dije indignada y seguí mi camino.
Cuando él por fin retomó el paso y me alcanzó, entramos al lugar. El anfitrión lo saludó con familiaridad y nos ubicó una mesa. Una muy buena mesa, era obvio que venía aquí a menudo. Demasiada coincidencia.
Inmediatamente me senté tomé el menú y me sumergí en él como si mi vida dependiera de ello. El menú estaba completamente francés y gracias a la obsesión de mi madre con francia y su comida, lo entendía a la perfección, aunque se me dificultaba un poco la pronunciación.
"Te ayudo a leer el menú?" Se ofreció Rackozy con toda amabilidad.
"No, yo lo entiendo, gracias."
"Hablas francés?"
"Un poco." En ningún momento quitando la vista del menú.
Cuando el mesero llegó para tomar nuestra orden, trajo una botella de vino que no había visto a Rackozy ordenar.
"Su favorito, sir." Dijo y deposito vino en nuestras copas.
"Te gusta el lugar?" Dijo una vez el mesero se retiró.
Pues claro que me gustaba, pero realmente las cenas en las primeras citas eran tan clichés que me aburrían.
"El lugar está bien. Pero una cena de primera cita es tan cliché." Dije sin pensarlo dos veces. Él hacía que perdiera el filtro que había entre mi cerebro y mis labios.
"Hmm, ya veo." Tomó un trago de su copa de vino y agregó. "Y que hubiéramos hecho si tu hubieses elegido."
Esa pregunta me agarró un poco fuera de base. "No sé, tal vez un viaje de carretera. Se conoce a alguien mejor encerrada con ella en un carro que comiendo." Traté de sonar natural y sin pretensiones.
"Correcto. Me parece buena idea de hecho." Y con esto le hizo seña a nuestro mesero, el cual no dudó en ir a la mesa.
"Preparen la orden para llevar. Haremos un viaje de carretera." Dijo con una sonrisa tan amplia que no parecía común en su rostro.
"A eso le llamo espontaneidad!" Dijo el mesero yéndose de inmediato.
"Te has vuelto loco? No voy para ningún lado contigo!"
"Pero tu eres la que lo ha sugerido." Parecía realmente confundido y esto hizo que su ceño se frunciera.
"Pero no hoy, no ahora!" La persecución y su pequeña charla con el señor de las cadenas, había hecho que perdiéramos el tiempo y ya eran más de las diez.
"Bien, que sugieres entonces? Ya pedí nuestra comida para llevar."
"Llévame a mí casa. Terminemos esto que no va para ningún lado." Para ser honesta conmigo misma, este asunto de salir con Rackozy no era para nada lo que esperaba.
Me paré antes de que él pudiera responder y empecé a caminar en dirección a la puerta, pero antes de que llegara más lejos, Rackozy me tomó del brazo y me detuvo.
"A dónde..." Él no pudo terminar su pregunta, porque un señor bajito, un poco subido de peso y medio calvo, lo interrumpió a mitad de oración.
"Dante, Dante Rackozy! Que difícil es dar contigo!"
El señor regordete me ignoró totalmente mientras se le echaba encima a Rackozy en un eufórico abrazo de oso.
"Señor Borges, cómo está?" Fue la respuesta de mi cita ante la euforia del llamado señor Borges.
"Bien, de hecho mucho mejor ahora que te veo. Tengo algunas cosas que hablar contigo." Dijo en tono de conspiración.
"Me temo que será en otro momento, ya íbamos de salida." Rackozy tomó mi mano y ahí fue cuando el hombre medio calvo se dio cuenta de mi existencia.
"Oh, ya veo." Me dirigió una mirada de picardía. "Andas en una cena de placer, no de negocios por supuesto. Déjame ver," dijo mientras tomaba mi mano izquierda y la examinaba. "Aún no eres la señora Rackozy, pero aquí entre nos," me haló del brazo un poco hacia bajo para estar a la misma altura y prosiguió, "si este muchacho te trajo aquí, no falta mucho para eso que pase."
Bien, eso era demasiada información.
"Nos vamos!" Rackozy me tomó de la mano una vez más y nos sacó de allí y podría jurar que estaba algo nervioso.
Nos subimos a la camioneta y Raúl dio marcha hacia delante.
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El Diamante
RomanceLa vida de Maura Prym no tenía muchas emociones, hasta que conoce al traficante de piedras preciosas más buscado, haciendo que todo diera un giro para ella.