Capítulo 17

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Me agarré los cabellos en desesperación. Cada vez que pasaba algo raro con Dante me preguntaba qué rayos estaba yo haciendo con este tipo?

Me pegué a la puerta para oír que pasaba a fuera, pero el material era muy grueso y no permitía que pasara ningún tipo de sonido. El silencio del lugar me molestaba. Me giré dandole la espalda a la puerta, estaba todo oscuro, así que tentando las paredes encontré un interruptor, el cual, sin dudarlo lo encendí. Una luz cegadora iluminó todo el lugar haciendo que me diera cuenta justamente donde estaba. Era la bóveda de Dante. No podía ser otra cosa ya que varias piedras preciosas me daban la bienvenida, entre ellas, un hermoso Rubí poco más pequeño que mi puño, me acerqué a él como una polilla atraída por la luz, cuando estuve solo a segundos de tomarlo se me ocurrió que tal vez habría algún tipo de alarma así que me retiré nuevamente hacia la seguridad de la puerta. Rogaba porque quien fuera esa mujer, se fuera ya. No podría soportar este encierro mucho.

El tiempo iba pasando y yo ya no sabía que posición tomar, la bóveda no era enorme, pero me podía sentar en el suelo cómodamente. Me preguntaba por qué razón esa mujer, si era su novia, no podía verme? Era la socia de Dante, ya eso estaba en claro y puesto sobre la mesa. A lo mejor ella era histéricamente celosa. O tal vez mi atracción por Dante no me dejaba ver más allá y en realidad esa mujer era una de esas personas 'peligrosas' que no podía verme.

Ya había perdido la noción del tiempo, no traía reloj conmigo y había dejado mi celular en el estudio de Dante. Mi desesperación por salir de allí se volvió en enojo. Por qué tiene que estar ocultándome? No era una cosa que él puede meter y guardar cuando quiera!

Le mostraría que no soy tan fácil de romper si esa era su preocupación.

Cuando menos lo esperaba la puerta de la bóveda se abrió, yo me paré de inmediato dispuesta a armar escándalo por semejante trato, pero quien estaba del otro lado era Raúl. Me detuve de pronto, él no tenía la culpa de tener un jefe tan infantil.

"Dónde está?" Dije marchando con paso firme fuera del lugar y hacia la habitación.

"Está abajo, subirá en unos minutos." Me respondió Raúl todo serio.

Empecé a andar toda la habitación como una lunática, planeando todo lo que le diría y los insultos que no me iba a reservar esta vez.

"Le puedo hacer una pregunta?" La voz de Raúl me sacó de mi monólogo interno.

"Sí, claro." Titubeé un poco, el tono de su voz era diferente, casi cálido, casi.

"Por qué accedió a trabajar para Rackozy?"

Esa pregunta no me la esperaba, no de él, después de todo yo podría hacerle la misma pregunta. Él vio la sorpresa en mi rostro y no espero a que respondiera.

"Perdón, no es asunto mío. Olvide que pregunté." Él se giró para salir de allí, pero de una manera u otra yo misma quería saber la respuesta a la pregunta que me hizo. Por qué accedí a trabajar para él?

"Espera, Raúl..." Hice una pausa que fue totalmente innecesaria, no quería lucir incierta. "No me ofendí por la pregunta, solo que no la esperaba. Supongo que trabajo con él por la misma razón que tú lo haces." Me encogí de hombros.

"No, nuestras razones no podrían ser más diferentes. Pero está bien, no me tiene que explicar nada." Eran cosas mías o él intentó darme una sonrisa?

Sin más, salió de la habitación dejándome sola, aunque no por mucho tiempo. Dante Rackozy entró en su máximo esplendor, como si nada hubiera pasado. Lastimosamente, la pequeña charla con Raúl me había bajado el enojo, pero eso no era lo que quería, quería gritarle, decirle mil cosas de las cuales estoy muy segura que se merecía.

El DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora