EXTRA 2.

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Los Gemelos.

(Alana)


―Son tan hermosos... Justo como tú ―dice Axel de repente, después de haber pasado los anteriores veinte minutos mirando fijamente a nuestros bebés recién nacidos.

Finalmente, pasaron los cinco meses restantes de mi embarazo y esta madrugada las primeras contracciones me despertaron. Axel enloqueció, como la mayoría de hombres que serán futuros padres y siempre se vuelven histéricos a la hora del parto. Decidimos que aplazaríamos la fecha de la boda hasta que los gemelos por lo menos tuvieran un año de nacidos, a petición mía, ya que no quería verme gorda en mi gran día, así que Axel no pudo negarse. Protestó e hizo todos los berrinches que quiso, pero al final no pudo negarme nada.

Ambos sabemos perfectamente que ya está arruinado, completamente a mi merced.

Ahora mismo, después de tres horas y media de labor de parto, por fin podemos tener en nuestros brazos a nuestros pequeños retoños. Un par de gemelos preciosos, sumamente idénticos a Axel, con sus cabellos oscuros y sus ojos claros, aún sin definir un tono en concreto al ser demasiado pronto. Pero secretamente deseo que hereden el color verde vibrante de los ojos de Axel, esos que me tienen completamente dominada. Axel no deja de tomar entre sus dedos las pequeñas manitas de los niños, asombrado y ansioso, como si sus retinas no pudieran obtener las imágenes suficientes de ellos.

Estamos en un cuarto privado del hospital, yo cómodamente recostada en una camilla y él inclinado hacia la cuna de hospital que le han asignado a nuestros hijos. No aparta su mirada de ellos en ningún momento y eso me parece tan enternecedor, que no puedo borrar la sonrisa de mi cara. Me siento tan feliz en este momento, que simplemente quiero desear que esto no acabe nunca. Que este instante perdure para siempre.

―¿Sí? Pues yo creo que se parecen mucho a ti ―digo entonces, cuando recuerdo lo que él acaba de decir, soltando una suave risa y sintiendo cómo el cansancio me vence poco a poco.

―Mm, no lo sé, Alana... Son hermosos, tú eres hermosa... Sólo podrían ser llamados como hijos tuyos ahora mismo ―contradice Axel, sonriendo, para finalmente apartar su mirada de nuestros cachorros y cruzarla con la mía. Entonces su sonrisa crece y se vuelve un tanto coqueta―. Pero, desde luego que también son míos, solo yo pude dejarte embarazada ―Me recuerda, como si yo hubiera podido olvidar ese hecho en algún momento.

Pongo mis ojos en blanco.

―Ya supéralo, Ax ―refunfuño, acomodándome mejor en la camilla.

―Jamás ―protesta―, ¿de qué otra manera crees que podré presumirle a los mellizos o a mi padre? Solamente no puedo creer que me hayas hecho prometer casarnos dentro de un año... ¿No ves lo difícil que es para mí contenerme? Ya quiero decirte esposa ―pucherea, como si fuera un niño pequeño al que le han prohibido comer dulces.

No puedo reprimir mi risa.

―Eres un caso perdido, Axel... ―susurro simplemente.

―¡Vamos! ―exclama―. Puedo llamar a un juez y al abogado para que nos case ahora mismo... No tendrías que mover un solo dedo, yo me encargaría de todo ―ofrece y yo frunzo un poco el ceño.

―Estás loco ―refunfuño―, no pienso casarme en estas fachas ―digo tajante―. Además... ¿Por qué estás tan ansioso por hacerme tu esposa? ―pregunto, intuyendo la respuesta, pero aún así queriendo oírla una vez más.

―Porque quiero hacerte mía de todas las maneras posibles... Y solo me falta hacerte mi esposa, para que así ningún otro piense por un instante que tiene oportunidad contigo... ―Axel sacude su cabeza, claramente negando la idea en su cabeza―. ¿Por qué me torturas haciéndome esperar un año más? ―cuestiona, casi desahuciado.

Tras Puertas Cerradas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora