CAPÍTULO 29.

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La Familia Hamilton Enloquece.

(Axel)

Me despierto de golpe con una sensación de desasosiego que detesto al instante. Algo anda mal, no me parece normal que me despierte en mitad de la noche a pesar de que siempre duermo como un puto niño. Palpo la cama a mi lado y gruño cuando cierto cuerpo delicioso no está entre las sábanas.

¿Qué demonios está pasando?

Me incorporo de un salto de la cama y me pongo mis bóxers para cubrir la tremenda erección que se me levantó con el sólo pensamiento de echarle un polvo de castigo a Alana por no estar en la cama a mi lado. Ella sabe que siempre debe estar enredada en mis brazos y al parecer nunca pierde la oportunidad de llevarme la contraria.

Bajo las escaleras rápidamente de dos en dos, apoyándome en la pared para no caerme de culo en los escalones y entonces, freno en seco cuando llego a la sala de estar. Pestañeo una y otra vez, porque no puedo creer lo que veo.

Alana, en medio de la sala de estar, ataviada en un conjunto que simplemente hace que su cuerpo resalte mucho más de lo que lo hace normalmente. Puedo ver desde aquí las curvas de su precioso culo y esas medias que lleva sólo hace que sus muslos queden asombrosos. Ella no se ha dado cuenta todavía de que la estoy viendo, dado que está recogiendo algo del sofá, así que doy unos pasos suaves hacia ella.

¿Con qué razón se habrá vestido así?

¡Vaya sorpresa!

—¿Alana? ¿Qué estás haciendo aquí? —cuestiono—. ¿Y tan tarde?

Mi chica se gira hacia mí dando un respingo y coloca una mano en su pecho, mientras oculta algo en su mano detrás de su espalda. Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, fingiendo un gesto molesto, cuando en realidad toda la situación me divierte.

—Yo, umm, ehh... Pues... —Alana está nerviosa de repente y temo lo peor.

¿Qué pasa si no le gustó lo que hicimos con los chicos la noche anterior?

¿Querrá irse de nuevo a Nueva York?

¿Se sentirá mal después de todo y ahora está odiándome profundamente..?

—¿Qué? ¿Qué sucede? —Las preguntas salen rápidamente de mi boca mientras me acerco a ella, pero me detiene levantando la palma de su mano.

—Detente. No te acerques más —Esas palabras me paralizan.

Abro unos ojos como platos al oír tal barbaridad salir de sus labios y doy un paso atrás, como si me hubieran golpeado muy fuerte, cuando es sólo ella siendo cruel conmigo. ¿Qué demonios sucede? Alana me mira entonces, porque estaba mirando algo detrás de mí, así que abre sus ojos como tartas al ver mi expresión. Y se escandaliza al adivinar lo que mi alocada mente ya estaba maquinando.

—¡Axel, por Dios! —exclama—. ¡No lo digo enserio! Bueno, sí, pero no como tú piensas. Quiero darte algo, y es una sorpresa, por eso no quiero que te acerques o lo descubrirás muy fácilmente —Ella habla atropelladamente y casi sin aliento, como si tuviera la urgencia de hacerme entender la situación.

Y la verdad, no sé qué hubiera hecho si ella ya no quisiera que la toque.

0, tal vez, si lo sé.

La encerraria para siempre en una habitación.

—Bueno, mierda, me destrozaste por un momento allí —frunzo el ceño y hago una mueca, lo que sólo la hace sonreír—. Ahora, no me tienes muy contento en este instante, Alana... Más te vale que tengas algo muy bueno que darme o voy a follarte muy duro como castigo por no estar en la cama a mi lado y por hacer que mi mente enloqueciera —amenazo con rudeza y ella suelta una suave carcajada.

Tras Puertas Cerradas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora