CAPÍTULO 31.

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Esperando a las 48 horas.

(Axel)

En cuanto llegamos a casa, aparco el auto frente a la cabaña de cualquier manera y voy por Alana a su lado del coche antes de que ella pueda bajarse por su cuenta. La tomo de la cintura y de las piernas y la cargo como princesa dentro de la cabaña. En el interior, los chicos ya han dispuesto todo lo que teníamos planeado para su cumpleaños, pero yo paso de largo sin dedicarles más que un escueto: "Ya volvemos, tengan todo listo".

Una vez que estamos en mi habitación, aviento a Alana en el centro de la cama, haciéndole rebotar arriba abajo de manera exquisita.

―Si recuerdas lo que te dije, ¿verdad? ―cuestiona, dejándose caer sobre las almohadas y abriendo sus muslos de manera coqueta―. No puedes follarme, Axel.

―¿Quién dijo que te follaría? ―cuestiono, inclinándome sobre ella para luego tomar su rostro entre mis manos y estampar mis labios contra los suyos, llenos y rojos, en un beso demoledor y único.

Y el alma me vuelve al cuerpo.

Besar a Alana es el cielo.

Desesperado, arranco su falda en varios tirones, hasta que la tengo a mi merced como me gusta, aunque con solo su blusa de tirantes y sus diminutas bragas rojas de niña mala ya húmedas.

―Dime una cosa, Alana ―pido cuando ella se acomoda, con total sensualidad, sobre la mitad de la cama. Muerdo mi labio al ver tan pecaminosa visión y quito mi camiseta con rapidez―. ¿A qué crees que se refería precisamente la maldita cajera de la farmacia con lo de "no tener sexo antes de 48 horas"? —Le pregunto en un susurro, mientras asciendo por su cuerpo, besando sus piernas deliciosas.

Recuerdo muy bien que le pregunté si había ido al médico para tomarse el puto anticonceptivo, pero me dijo que se lo había vendido una cajera curiosa y fastidiosa, y yo simplemente pude reírme por su furia inusitada ante la pobre señora. Dios se apiade de la pobre mujer que fue víctima de la furia de mi linda niña.

―P-pues a eso exactamente... A no tener nada de sexo ―dice ella con la voz temblorosa y yo sé que ya la tengo en mis manos.

Paseo mis manos por sus piernas y rápidamente retiro sus bragas hasta tirarlas al suelo, desnudando esos tesoros que solamente a mi me pertenecen. Dios santo... Hundo mi nariz en ese monte sagrado e inhalo su aroma penetrante de mujer excitada.

Me inclino sobre ella y retiro la estrecha blusa de su cuerpo a pesar de que la visión de su femineidad envuelta en tan pequeña tela me pone muy duro. Sus pechos rebotan cuando le saco la blusa y alucino al verlos.

―¡Pero mira qué grandes tienes las tetas! ―grito y llevo mis manos hacia ellas, para empezar a apretar y masajear a mi gusto, despacio y con firmeza―. ¡Y mira nada más cómo gimes! ―alabo.

Paseo mis manos por sus pechos un rato y luego las llevo a su cintura estrecha, la cual acaricio muy despacio y muy suavemente, apreciando sus curvas de niña grande a la vez que escucho sus hermosos gemidos y jadeos. Avanzo sobre ella para lanzarme sobre sus labios y pego mi dureza contra su centro para empezar una fricción que me enloquece. Alana niega.

―No, Axel. No me tortures así, por favor, sabes que no podemos... ―dice ella, separándose de mis labios y gruño, frustrado.

―Bien ―resoplo―, entonces, ¿a qué te refieres exactamente con lo que me has dicho? ¿Eh, Alana? ―Paseo mi lengua por un lado de su cuello y decido que debo descender por su delicioso cuerpo―. ¿A que no puedo enterrar mi pene duro en lo más profundo de tu coño? ¿A que no puedo deslizar mi miembro por tus paredes resbaladizas y calientes? ¿A que no puedo hacer que te vengas sobre mi polla y que no puedo sentir cómo mi semen se derrama en los recovecos de tus entrañas? ―Mis dientes tironean de la piel alrededor de sus pezones y amo lo sensible que los tiene, puedo sentir sus temblores y las réplicas de su placer extenderse por todo su cuerpo. Lamo mis labios al imaginarme cómo de húmedo y qué tan delicioso ha de estar su coño―. ¿Estás realmente diciéndome que no podré hacerte disfrutar con mi polla por dos malditos días? Eso es demasiado tiempo, ¿no crees? ―pregunto con diversión y sonrío al ver que ella me abre sus piernas para que pueda encajarme en ellas perfectamente.

—Sí, a eso exactamente me refiero... No puedes follarme por dos días ―comenta, con una frustración igual a la mía.

―Mierda, detesto al maldito anticonceptivo. No sabes cuánto desearía darle un puñetazo ahora mismo si fuera una persona ―comento y finalmente después de besar como un loco su abdomen plano, me detengo sobre su monte de venus, justo allí donde aquel diminuto y sexy tatuaje me cautiva totalmente―. Pero creo que eso no me impide que haga esto, ¿no? ―pregunto y de repente, paso mi lengua por toda su rajita húmeda, saboreando y alucinando con su aroma y su sabor―. Rayos, Alana. No podré follarte como quiero, pero vas a disfrutar de mi boca durante dos días completos. A partir de ahora ―prometo y me lanzo a por ella.

Abro mi boca como cuando vas a chupar un helado sabroso y me como ese coño como si de eso dependiera mi existencia. ¿Y quién sabe? Puede que sí sea así, porque todas esas horas que pasé sin ella por dejar un mal recado con el idiota de Fréderick, me hicieron añorar este sabor excitante con frenesí. Y ahora que lo tengo. Mmm, no habrá poder humano que me despegue de este coño hasta arrancarle muchos orgasmos.

―¡Axel!

Alana agarra mi cabello entre sus dedos y tira de él, enviando un ramalazo de placer hasta mi polla, la cual palpita con vida propia por hundirse dentro de ella. Puto anticonceptivo, pero bueno, todo sea por no tener un mini-Axel corriendo por ahí. Los gemidos de Alana me sacan de mi ensimismamiento con su coño y la miro batiendo mis pestañas, haciendo esa mirada viciosa que le encanta que ponga cuando se lo como. Saco entonces mi polla del pantalón y empiezo a acariciarla frente a su mirada contenida. Eso es... Ya la tengo a punto...

―Dime, Alana... ¿Deseas que te folle? ―pregunto y ella gime como si la estuviera torturando cuando paso la punta de mi lengua por su tierno y erecto clítoris.

―Sí... Deseo mucho que me folles, Axel.

―Nena, eso es precisamente lo que haré a primera hora dentro de dos días ―digo lentamente, haciendo alusión a que hoy es viernes y debo contar dos fastidiosos días desde hoy para poder follarla―. Pero por ahora, voy a darte muchos orgasmos con mi boca, preciosa ―prometo.

Y así, cumplo mi promesa.

Chupo su clítoris y sus labios vaginales, tentado en follarla con mis dedos, pero prefiero no arriesgarme a querer reemplazar los dedos con mi polla. Esto es lo más cercano a tener sexo con ella y de algo debe servir. Masajeo mi polla con fuerza y me dejo justo en el borde como ella. La miro y me mira.

Sonrío y muerdo su clítoris. Duro.

―¡¡¡AXEL!!!

Alana se arquea hermosamente cuando se corre en mi boca y yo aprieto mi polla para no manchar las sábanas. Quiero mancharla a ella. Desesperado, bebo sus jugos directamente de sus labios y me posiciono entre sus muslos para menearme la polla ante tan hermoso coño. Un temblor recorre mi cuerpo entero y me estremezco, cuando de un momento a otro, chorros de potente semen salen despedidos de mi hinchado glande directamente hacia sus rojizos labios vaginales y sobre ese hoyito mágico que me enloquece.

Diablos.

Extrañaba esto.

―Mierda, estos dos días serán una puta tortura ―gruño y tomo sus labios para robarle un intenso beso, en el cual enredamos nuestras lenguas y dientes.

―Vamos, dame tu boca de nuevo, Axel ―pide Alana abriendo sus piernas para mí y mis ojos brillan cuando miro su coño cubierto por mi semen.

―Rayos, nena, vas a matarme.

Y así como así, tenemos la mejor reconciliación con la que alguien simplemente soñaría.

Después de eso, volvemos abajo con los chicos para celebrar como se debe el cumpleaños de mi chica y a pesar de que ya es de madrugada, no me quedo con las ganas de alegrar aunque sea un poco a mi caprichosa hermanita pequeña. Después de todo, no voy a poder follar a Alana hasta que pase el maldito tiempo necesario y podremos aprovechar para dormir. Con eso en mente, pasamos unas horas de maravilla en familia, riendo y jugando como nos gusta, haciendo gozar de lo lindo a la cumpleañera.

Y por un demonio, no lo querría de ninguna otra manera.

Lucharé porque todos los días sean como estos.

Para siempre.

Tras Puertas Cerradas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora