CAPÍTULO 27.

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Experiencia Voyerista.

Parte 1.


(Axel)

Saco mi camiseta por encima de mi cabeza y la lanzo a cualquier parte de la sala de estar, mientras me desplomo en un sofá y destapo una cerveza. Cierro mis ojos y masajeo un poco mi polla sobre el pantalón con mi mano libre, pensando en la razón por la que accedí en primer lugar a que Alana durmiera con los chicos. Ugh, lo peor de esta situación es que no he podido participar.

Es una mierda.

De repente, siento un delicado par de muslos que rodean los míos y que un suave y cálido peso cae sobre mis caderas. Abro mis ojos y miro la risueña mirada de mi preciosa Alana.

― Hola tú ―Me dice simplemente.

Y yo siento como si no nos hubiéramos visto en años, cuando en realidad no nos vemos desde la noche anterior, antes de que ella se fuera a su noche con mi padre. Resoplo y ella ríe, el sonido reverberando en mi interior como el mejor de los bálsamos. Mierda, cuánto la extrañé. Alargo mis manos para apretar su cintura y sin palabras, la acerco hacia mí, para unir sus labios a los míos en un beso desesperado, brusco y fuerte.

Alana gime en mi boca por lo repentino del movimiento, pero rápidamente me corresponde enredando sus dedos con mi pelo y meneando sus caderas sobre las mías, aumentando la excitación en mi entrepierna.

Mi pene ha sufrido mucho éstos días, de verdad. Cada vez que miraba a mi chica, sabía al instante que había terminado de ser follada hasta la extenuación y su mirada coqueta y burlona al darse cuenta de que yo lo sabía, me lo confirmaba. Ella alardeaba ante mí el hecho de que ellos podían tocarla sin necesidad de estar en mi presencia y eso me ponía. Mucho. Me ponía tan duro, que tenía que excusarme para ir al baño y cascarme la polla hasta escupir semen por todas las paredes del baño.

No he podido tocarla desde hace cuatro días exactamente y eso me enfurece de cierta manera. Me agarro de sus nalgas y le pego mi dureza contra su delicado coño escasamente cubierto por ese provocativo conjunto de pijama que lleva puesto. ¡Pero qué provocativa se ha vuelto mi hermanita pequeña! Si no lleva nada más que una pequeña blusa de tirantes y un pequeño short de algodón que casi parecen unas malditas bragas.

― Oh, Alana... No sabes lo furioso que me tienes ―Me agarro de sus nalgas y las aprieto muy fuerte, pensando en el hecho de que no he estado en su tierno culito desde lo que parece una eternidad. ― No sabes lo mal que me ponías cada vez que me demostrabas que uno de ellos te había tocado, o lo cachondo que me ponías al mirarme de esa manera tan provocativa que ahora tienes... Me daban ganas de tomarte de sus brazos y hacerte mía frente a ellos... Ahora, es mi turno de tenerte, ¿no es así? ―Pregunto y poso mis labios sobre la curva deliciosa de su cuello, mientras ella asiente con su cabeza. Subo hasta quedar a la altura de sus oídos, donde muerdo suavemente una de sus orejas. ― Mi bella Alana, ¿sabes lo que quiero hacer ahora mismo contigo? ―Una de mis manos se desvía más hacia el sur y uno de mis dedos luego está rozando levemente la entrada prohibida de su culo.

Alana suspira temblorosamente.

― Ya me hago una idea ―Susurra.

― En ese caso, hoy te reclamaré completamente... Ha pasado tiempo desde que estuve aquí ―Masajeo con la yema de mi dedo corazón ese pliegue fruncido bajo el borde de su pantalón extra-corto y me vuelvo ese hombre salvaje e instintivo que siempre sale a flote cuando Alana está deseosa ante mí, rogándome con sus bellos ojos grises que la haga mía como solo yo sé hacerlo. Tomo su pequeño short y lo bajo por sus piernas, arrancándolo lejos de su cuerpo, para dejar ver las diminutas bragas de encaje y seda que lleva debajo.

Tras Puertas Cerradas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora