Prólogo

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Cerro Castor está ubicado a veintiséis kilómetros de la ciudad de Ushuaia. Fue producto de un proyecto familiar que logró definirse antes del año 2000. En sus inicios contaba con precarias actividades, hasta que lograron crear varios niveles de esquí, un complejo de cabañas exclusivo, casi diez puntos gastronómicos los cuales permiten apreciar el paisaje desde diferentes rincones y, por sobre todas las cosas y lo más importante, el cerro mantiene la calidad de nieve que lo caracterizó y por la que los turistas se acercan. Todos éstos datos son relatados en voz alta por Mora, la jóven guía que cruza el sendero e indica con su dedo cada uno de los lugares mencionados, y cada tanto se voltea para chequear que su minúsculo grupo la esté escuchando. Eugenia dejó de prestarle atención hace rato porque los pies se le hunden en la nieve y se enoja. En cambio, Candela asiente a cada nuevo dato y a veces levanta la mano para hacer una pregunta. Lali se acomoda el gorro de lana, los guantes y consulta dónde puede ir a tomar un café porque siente los dedos congelados, pero Peter regresa con cuatro pares de esquíes y las tres lo miran de la misma manera que miraron a Candela cuando, aquella vez, les contó que estaba saliendo con un chico llamado Carlos.

–A mí me prometieron que íbamos a comer. Esto no estaba incluido –Eugenia se queja arrastrando los patines de sus esquíes.

–A mí me prometieron tantas cosas... –esboza Lali caminando a su lado. Clava fuerte sus bastones en la nieve para tomar envión y seguir subiendo.

–¿Tu novio sabe que ninguna de las tres sabemos esquiar?

–Si van a vivir en Ushuaia, es lo mínimo que tienen que saber –dice Peter a varios metros de distancia, deslizándose lentamente a la par de Mora que los lleva hasta la punta del cerro.

–Yo creo que te estás queriendo deshacer de nosotras. No tenemos la culpa de que hayas decidido salir con Lali.

–Capaz se quiere deshacer de vos porque estás enloqueciendo a su ex –comenta Candela desde atrás. Camina lenta, con vértigo y los cachetes inflados de hacer fuerza para levantar los pies.

–O capaz se quiere deshacer de vos porque heriste los sentimientos de su mejor amigo –Eugenia le responde con el mismo tono y la mira de reojo.

–O simplemente se quiere deshacer de las amigas de la novia porque ya no las soporta y le voy a tener que dar la razón –interviene Lali concentrada en coordinar pies y bastones. Eugenia le hace una burla con la boca hasta que se le traba la punta del esquí en la nieve. Hace fuerza hacia atrás para sacarlo, pero choca con Candela y caen.

–Ay, Dios mío. ¡Quiero volver a mi casa! –Candela actúa sollozo y grita afinado. Lali camina torpe hasta ellas y ayuda a levantarlas. Un poco ríe porque Eugenia, cruzada encima de Candela que está con la cola hundida en la nieve, tiene todo el cuerpo trabado y solo puede mover una mano.

–Están protegidas y cuidadas, chicas –Mora frena cuando llegan al punto indicado– no va a pasar nada malo.

–Además, tienen la suerte de estar con un paramédico que trabaja con los bomberos de la ciudad. Si alguna se cae por el barranco, van a venir a buscarlas rápido –agrega Peter con humor y la sonrisa de medio lado.

–¿Me tengo que reír? –le pregunta Eugenia reincorporada, con el cuerpo apoyado en un bastón y un ojo tapado por el gorro de lana.

–¿No había otra actividad para hacer, Pitt? –le pregunta Lali y ayuda a Candela a levantarse. También le acomoda la bufanda– no sé, visitar el Faro, ir a alguna reserva... hasta si nos invitabas a comer papas al lado de los pingüinos íbamos a estar más cómodas.

–Hace más de un año que están en Ushuaia y todavía no aprendieron a esquiar –responde y se acomoda su gorro negro– siempre ponían excusas y me parece que llegó el momento de intentarlo. Van a ver que después van a querer venir siempre.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora