2. Cuando se asomó Romeo.

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Suena el segundo timbre del recreo y Lali les pide a sus alumnos de quinto grado dejar las hojas de actividades en su escritorio antes de salir. Franco le avisa que no terminó de analizar las oraciones y Catalina espera a que el aula se vacíe para pedirle, en secreto, que la ayude a escapar de la clase de gimnasia que tienen después del recreo. Lali esboza una risa porque sabe que Catalina se aburre un montón en gimnasia y que no le gusta que el profesor la obligue a esforzarse en actividades que no puede, entonces le recomienda que vaya a divertirse con sus amigos en el recreo mientras ella va a buscar al profesor de educación física para hacerle creer que una alumna está con náuseas y debe descansar. Cuando los chicos están en otras actividades, como gimnasia, plástica, tecnología o laboratorio, Lali aprovecha a esconderse en la cocina del colegio. Se prepara un té, busca sus galletitas escritas con su nombre en la alacena y descansa en una silla con almohadón, alejada de los ruidos molestos y las voces de niños, mientras adelanta la corrección de las tareas para tener más tiempo libre en casa. Pero está terminando de escribir un "excelente" cuando ve por encima del borde de su taza de té que se enciende la pantalla del celular donde Peter la invita a una videollamada.

–Hola, extraño –lo saluda y apoya el teléfono en la cartuchera.

–Hola, extraña –él sonríe desde el otro lado de la línea y puede verse que usa el camperón con la insignia de los paramédicos– estás trabajando, ¿no?

–Estoy en un break adelantando tarea, los chicos están en gimnasia. ¿Anoche dormiste en casa? –entrecierra un poco los ojos, mira la pantalla y muerde el capuchón de su lapicera.

–Sí, La –él se ríe y la comunicación se corta un poco porque se mueve mucho– llegué tarde y hoy me fui más temprano, pero estuve ahí. Quizás no te diste cuenta porque estabas roncando muy metida en el sueño.

–Mentira, yo no ronco –lo ve arrugar la nariz y ladear la cabeza hacia un lado– ¿En serio ronco? No te creo. Nunca nadie me lo dijo.

–Quizás porque roncaban como vos –susurra, y ella se muerde el labio al esbozar una risa– no te quiero robar mucho tiempo, La. ¿Estás muy ocupada?

–No, decime. ¿Pasó algo? –se preocupa porque nota que cambia el tono de voz, entonces cruza los brazos por encima de la mesa y lo mira atenta.

–¿Te acordás de Azul? ¿Esa amiga que te conté que conocí cuando estudiaba medicina?

–Sí. Con la que viajaste de mochilero y que estaba complicada de salud, ¿no?

–Esa misma –suspira– me acaban de avisar que falleció.

–Ay, no, Pitt –se tapa la boca– ¿Recién te llamaron?

–Sí. Me tenía agendado como contacto de urgencia y se acaban de comunicar.

–Ay, lo siento mucho. ¿Querés que a la salida vaya a verte?

–No va a ser necesario porque como era su único vínculo de confianza me pidieron si podía presentarme en Buenos Aires, así que tengo que viajar ahora.

–Okey. ¿No querés que vaya con vos?

–Tenés que trabajar, no te quiero molestar –está afligido, puede notarlo desde el tono hasta las gesticulaciones– te llamaba para avisarte porque voy a salir en un par de horas.

–¿Tenés idea con lo que te vas a encontrar?

–No –y exhala un montón de pesadumbre que lo desconcierta.

–¿Y pensás que va a llevar mucho tiempo?

–No lo sé, espero que no. No te molesta, ¿no?

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora