La cama de Lali está deshecha como ella. La sábana se cae por un costado como su brazo, y el cubrecamas está abollado en el extremo de los pies como su corazón que ya ni siquiera lo encuentra aunque sabe que anda por ahí porque sigue latiendo. Las almohadas están hundidas como su cabeza y hay una montaña de papeles en donde se sacaron las lágrimas y se limpiaron los mocos. Tiene una angustia que no puede manipular y no encontró a su abuela para que la abrace y le dé algo para comer. Pero en medio de ese llanto seco, Eugenia vuelve a entrar a la habitación. No le dice nada. La mira de reojo, la descubre quebrada interna y externamente, pero continúa su recorrido hasta la otra habitación. Solo alcanzó a sacarse la campera y la cartera, y retrocedió.
−¿Qué te pasa?
−Nada –se palpa la cara y junta todo los papeles para dejarlos en la mesita de luz– ¿A dónde fuiste?
−Al trabajo de Delfina. Me desquité jugando al bowling, Candela era el bolo uno y vos el dos –aclara, pero Lali no se ríe– estaré muy enojada pero mis amigas siempre me van a preocupar. Dale, ¿qué te pasó? –se sienta a un lado y le limpia la cara con la mano– ¿Fuiste a ver a Peter? –ella asiente y Eugenia puede deducir que no se obtuvo un buen resultado por el puchero que empezó a dibujársele– ¿Qué pasó?
−Se terminó... −y esos ojos otra vez que se iluminan por un montón de lágrimas que empiezan a aflorar.
−¿Está enojado?
−Sí... quiere hacerme creer que no pero es obvio que sí porque a todo el mundo le molestaría que la persona con la que estuviste saliendo te ignore porque te reencontraste con tu ex. Soy una tarada –y se da un golpe en la pierna, como retándose.
−No esperes a que te diga lo contrario. Bastante me sorprendí cuando le dijiste a Santiago que no habías salido con alguien.
−¿Y qué querías que le dijera?
−Que sí –sube los hombros– que él te dejó, que ya no importa, que vos viajaste ocho mil kilómetros en auto para despejarte y saber si ibas a ser capaz de volver a empezar de cero. Que te diste cuenta que sí podías y que te enamoraste de otra persona.
−Iba a ser demasiado información para la primera noche –bromea previo a sonarse la nariz, y Eugenia esboza una risa que la contagia– ya lo sé... pero me abataté, no pude... −y baja la vista a sus uñas comidas– ¿Vos seguís enojada conmigo?
−Tendría, pero cuando llorás es muy difícil –y gatea hasta ella para sentarse a su lado, cruzarle un brazo por la espalda y protegerla en su cuerpo con un abrazo– va a estar todo bien, te lo prometo.
−No...
−Sí, yo sé que sí –y le acaricia el brazo brindándole calor y amor. Candela entra después, todavía vestida como la última vez que la vieron en el bar, pero un poco más despeinada a causa de ese viento que choca de frente– bueno, miren quién apareció, la que se acuesta con hombres porque sus amigas la obligan y no porque quiere hacerlo.
−Esa broma va a estar presente por muchos años, ¿no? –pregunta, ya no desde el enojo, sino desde la resignación. Eugenia asiente con la cabeza– se terminó...
−¿Qué cosa? –le consulta Lali.
−Charly se vuelve mañana a Buenos Aires –cuenta, y las sorprende bastante– no me va a perdonar, no quiere verme, me odia y no lo juzgo porque yo también lo odiaría si me hubiese enterado que se acostó con otra mujer más de una vez.
−¿Le aclaraste lo de más de una vez? –asiente– ¿Por qué le contás todo con tanto lujos de detalle, negra?
−Porque pensé que así funcionaban las relaciones.
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MAMIHLAPINATAPAI
FanfictionUn amor que deja de serlo. Dos amigas de las que sostenerse. Tres mil kilómetros hasta Ushuaia. Y una mirada nueva que cambia el mundo.