1. Cuando todos quisieron organizar.

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Cuenta la leyenda que uno se enamora de las personas que amó en su vida anterior, y que en las siguientes vidas volverá a encontrarse con ellas hasta que terminen de cumplir el ciclo. Ese fue el ciclo que cumplió Eleonora, la mujer de Julio, el mismo Julio que falleció el año anterior, y por la cual hoy vuelven a reunirse en el cementerio de la ciudad. Los hijos y nietos de Eleonora y Julio están cerca del cajón el cual espera a ser sepultado luego de las palabras del padre. Elsa y Héctor están tomados de la mano a un lado, acompañando a los hijos y también ellos siendo acompañados por un par de amigos en común. Otra leyenda que se cuenta, es que Eleonora y Julio se conocieron en Buenos Aires, pero ella era de La Pampa y él de Ushuaia. Que se odiaban porque él había herido sentimentalmente a una amiga de ella, y que les llevó más de un año forjar un vínculo que luego los llevó a casarse, irse de luna de miel, tener hijos y criar muchos nietos. También cuenta la leyenda que esa amiga que Julio había lastimado, Eleonora la eligió como testigo de la boda, pero vaya a saber cuánta información inchequeable anda girando alrededores de las voces de sus más allegados.

A la distancia, Lali ve que su abuela saca un pañuelo del bolsillo de su pollera y se suena la nariz. Héctor pasa un brazo por encima de los hombros de Elsa y le da un par de palmaditas en el hombro, como conteniéndola. Y Lali sonríe -porque a sus abuelos siempre los encontró ensamblados- hasta que siente las manos de Peter cruzar por encima de su panza. Él está parado detrás, apoya el mentón en su cabeza y descansa la espalda en un árbol. Debajo de esa misma copa están Candela -que abolla un pañuelo de tela-, Andrés -que está acodado al tronco del árbol junto a Peter-, Eugenia -que todavía viste el ambo azul de la clínica- y Delfina -que masca chicle con bastante fuerza y deja caer la cabeza en el hombro de su novia. Ellos deciden respetar una distancia prudente para no molestar a quienes realmente sienten la pérdida.

-¿Se dieron cuenta que siempre arrancamos el año con un velorio? -y también para que ninguno tenga que oír las preguntas de Eugenia.

-Es el segundo al que venimos -responde Candela, obvia.

-Y el año que viene vendremos al tercero porque ese viejo que está al lado de Héctor en cualquier momento cae redondo -lo señala y todos giran las cabezas para encontrar al susodicho que tiene el cuerpo un poco doblado, manipula un bastón y tarda varios minutos en dar un giro.

-Son todas personas grandes y amigos que crecieron juntos -comenta Andrés, después de esbozar una risa- calculo que recién ahora pueden percibir que están llegando al último tramo de su vida... -agrega, y todos caen en un silencio angustiante que se interrumpe cuando la ceremonia finaliza e inician los aplausos.

-¡Bravo, Eleonora! -Eugenia y Delfina se acoplan.

-¿En algún momento dejan de darnos vergüenza? -consulta Peter que se lleva consigo a los demás para alejarse de ellas.

-No -responde Lali, y se cubre detrás de su cuerpo porque no quiere que nadie sepa que la amiga de la nieta de Elsa impuso una moda para los velorios.

-Nosotros nos tenemos que ir, Peter -Andrés chequea su reloj en el celular. Ambos están vestidos con su ropa laboral y escaparon unos minutos del cuartel para acompañar a la familia de Julio y Eleonora.

-Sí, vamos. ¿Venís con nosotros, Delfi? -levanta la voz para que ella la escuche.

-¡Sí! -Delfina le da un beso fugaz a Eugenia y después trota hasta los varones. Es que ella también tiene un turno que continuar en el Hard Rock, el cual pidió que la suplanten por un rato.

-Chau, cuidate -Lali cierra los ojos y se sube a sus puntas de pie para esperar el beso que Peter le da- a la noche vayan a la residencia porque mi abuela está organizando una cena por nuestra boda.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora