7. Cuando se dieron cuenta.

3.3K 211 52
                                    

Para cuando Lali regresa, la residencia está a oscuras. Solo algunas luces de emergencia iluminan la cocina para que nadie tropiece al ir a la heladera, y otra en el living, para que nadie caiga de boca y termine incendiándose en la chimenea. El silencio es tal que se saca las botas y sube las escaleras descalza para que la madera no chirríe. Tarda varios segundos en encontrar la llave que corresponde a su habitación. Entra y cierra despacio la puerta. Está colgando la cartera en el gancho del perchero cuando la luz de la habitación se enciende. Se asusta tanto que en el revoleo de brazos tironea de la cartera y el perchero cae al piso desplomando todas las camperas en el suelo. Es que Eugenia y Candela estaban esperándola ansiosas acostadas en su cama.

−¿Cómo te fue? ¿Cómo te fue? –Eugenia es una niña.

−Venía bien hasta que me dieron un infarto –se queja y recupera el aire– ¿Qué hacen acá?

−Te estábamos esperando –Candela se baja de la cama para ayudarla a juntar las camperas– no podíamos dormir de los nervios. Si tardabas media hora más íbamos a llamar a la policía.

−¿Cómo te fue? –Eugenia repite y da un saltito sobre el colchón con las piernas cruzadas, la sonrisa grande y los ojos iluminados.

−Bien –concisa.

−¿Bien? ¿Esa es toda tu respuesta a una cita?

−¿Qué quieren saber? –se sostiene de una pared para sacarse las medias.

−No sé, todo. ¿A dónde fueron? ¿Qué hablaron? ¿Fue caballero? ¿Fue un idiota? ¿Le salvó la vida a alguien en el camino? –y Lali expulsa una risa– ¿Te chapó? ¿Lo chapaste? ¿Quisiste hacerlo pero no pudiste? ¿Tuvieron sexo? Algo, no sé.

−Ay, ¿cómo ya van a tener sexo? –Candela cuestiona.

−¿Nunca tuviste sexo en una primera cita?

−¡No, por favor! –y se alarma– ni siquiera conocés a la otra persona. No sabés si está limpio, si tiene alguna enfermedad venérea o si tiene profilácticos en el bolsillo.

−Hace un montón no escuchaba la palabra profiláctico –acota Lali. Saca el pijama de debajo de la almohada– pero no, no tuvimos sexo ni tampoco ninguno de los dos buscó eso. Solo cenamos, hablamos, nos contamos cosas de nuestras vidas... me contó que sus papás están divorciados pero viven en la misma casa porque se llevan bien, así que ahora entiendo porque él puede ser amigo de su ex –piensa– no sé, paseamos, nos reímos mucho –sonríe al decirlo y sube un hombro.

−Ay, esa cara –Eugenia le pincha un cachete con la punta del dedo índice y ella se muerde el labio– ¿Y nada más?

−No –se saca la calza térmica para ponerse el pantalón pijama– la mayoría del tiempo estuvimos hablando en el bar. Me presentó a algunos conocidos con los que nos cruzamos... y después me acompañó hasta acá.

−¿Le hablaste de Santiago?

−No quiero arruinar nada contando mis diez aburridos años de novia –y también suplanta el pulóver y la remera por la parte superior del pijama.

−Bueno, tampoco minimices los diez años que estuviste con Santi por uno en el que las cosas no salieron bien –Candela se cruza de piernas sobre el colchón y esconde las manos en el hueco.

−Pero solo bastó que una vez las cosas no salieran bien para que se borren esos diez años –interviene Eugenia– y no estábamos hablando de él, ya a nadie le importa. ¿Vos cómo te sentiste?

−Bien –mete las manos por debajo de la remera para desabrocharse el corpiño y sacárselo por una manga– al principio me sentí rara... no sé, hacía mucho no tenía una cita, la única que tuve había funcionado muy bien y fue como haberme olvidado un poco cuáles eran los movimientos... pero Peter es muy tranqui, así que fue también todo muy tranquilo.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora