12. Cuando todos pelearon.

2.6K 193 110
                                    

−Me va a dar algo –Candela no deja de caminar a lo largo y ancho de toda la habitación mientras se da aire con la mano.

−Va a estar todo bien, Cande –Lali intenta tranquilizarla mientras se ata los cordones de las botas.

−¿No les parece medio psicópata que hayan viajado hasta acá para verlas? –pero Eugenia no ayuda. Está de piernas cruzadas en el centro de la cama y ya vestida para la ocasión que amerita.

−A mí tampoco me caben que estén acá, eh. ¿Pero qué voy a hacer? ¿Echarlos?

−Sí –qué fácil– porque encima no solo caen sin avisarte sino que a vos te empieza a hablar de que se dio cuenta del error y que sos el amor de su vida y bla, bla, bla. ¡La poronga sos el amor de su vida! –y Lali expulsa una carcajada que retumbó en la noche.

−Pero fueron diez años, Euge –dice– y que te lo sigan diciendo después de diez años tiene otro tipo de validez.

−No estarás flaqueando, ¿no? –y gatea hasta ella para mirarla– ¿Vas a volver con Santiago porque te dijo que se dio cuenta que se equivocó? Porque te recuerdo que del otro lado hay un bombero esperándote.

−Paramédico –corrige– y yo me voy a encargar de Peter en su momento. Ahora tengo que hacerme cargo de Santiago.

−Está bien, solo digo que no hay mucho qué pensar entre un paramédico y un tipo que trafica ovejas.

−¿Vamos, por favor? –Lali pregunta desde el cansancio.

−Me va a dar algo –pero Candela no puede dejar de caminar y autoventilarse.

−Vamos a estar bien, vos quedate tranquila –Lali la sostiene de los brazos y Eugenia ayuda poniéndole el saquito– pensá en que va a ser un ratito, cenamos con ellos, quizás paseemos por la Costanera para no quedar tan evidentes en que nos los queremos sacar de encima, y después volvemos a dormir las tres juntas. ¿Okey? –le acomoda el pelo y le limpia la cara con las manos como quien te limpia el aura.

−Okey –toma aire y lo exhala despacio– es solo un rato –repite la acción– solo un rato... −otra vez– yo puedo con esto, ¿no?

−Sí, claro que podes.

−Yo puedo con esto. Todas podemos con esto –dice a medida que encamina a la salida. Lali le engancha la cartera en el hombro y después busca su morral– vamos, vamos.

−Yo todavía no entiendo por qué me obligan a ir a mí –Eugenia se queja en voz alta y es la última en salir de la habitación.

Carlos se había encargado de organizar una salida que consistía en festejar su cumpleaños aunque ya había pasado pero por eso también es que viajaron, porque él no quería celebrar lejos de su novia y porque Santiago aprovechó la oportunidad para ir a buscar a Lali. Las tres los esperan en la entrada de la residencia y, entre resoplos y quejas, se aúnan a los varones. Carlos toma la mano de Candela inmediatamente y ella no puede modular una palabra porque está sufriendo un ataque de nervios que le hace temblar el mentón. Lali, en cambio, busca rápidamente abrazarse al brazo de Eugenia porque sabe que no la dejará sola con Santiago que tuvo la intención de pasarle un brazo por encima de los hombros o tomarla de la mano como si éste último tiempo distanciados y separados no hubiera existido. Carlos se nota emocionado y, después de contarles cómo viajaron hasta Ushuaia, elige un barcito que está frente a la costanera y es el primero en sentarse en una mesa para cinco que está en la vereda.

−Todavía no entiendo cómo hicieron para viajar en auto desde allá... −dice él, que moja un trozo de pan en una salsa que acaban de alcanzarles como entrada.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora