–Ey, ¿qué hacés acá? –Delfina vuelve a la superficie después de limpiar el bajo mesada y ve entrar a Peter vestido con la ropa laboral.
–Tenía ganas de almorzar con mi ex favorita –responde y se acerca a saludarla con un beso. Ella sonríe y pasa una vez más el trapo por el mostrador– ¿Hoy que hay en el menú? –y se acomoda en una banqueta. También se da cuenta que el comedor está vacío y hay un grupo de adolescentes jugando al bowling en el fondo.
–Lo de siempre. Me iba a calentar patitas de pollo, ¿querés? –ofrece y Peter asiente– me sorprende bastante que estés acá, pensé que ya te habías olvidado de mí.
–Nos vemos casi siempre, Delfi.
–Pero desde que te pusiste de novio otra vez, dejaste de venir a almorzar como hacías antes –le recrimina con humor.
–Es el mismo tiempo en que vos dejaste de darme bola porque estabas atrás de otra pollera –responde y Delfina ríe un poco mientras mete las cajas de patitas de pollo en el microondas– pensé que iba a encontrarme con Euge.
–Está trabajando, pero creo que no va a venir durante un tiempo.
–¿Por qué? ¿Se pelearon? –Delfina asiente– ¿Qué hiciste? –y ella revolea los ojos.
–Me quedé a dormir en su casa, mi vieja me llamó y ella atendió... –explica y le alcanza un vaso plástico que cargó con gaseosa– le saqué rápido el teléfono, mi vieja se dio cuenta que era Euge y la escuché bastante enojada porque le había prometido que no saldría con ella...
–Perdón –Peter levanta una mano y frena el discurso– ¿Le prometiste a tu mamá que no ibas a salir con Eugenia?
–Esa misma cara puso ella –le señala.
–¿Euge se enteró de eso? –Delfina asiente– ahora entiendo que no quiera verte. Pero nunca pensé que tu vieja era tan cerrada con ese tema. Siempre la escuché hablando con naturalidad.
–Es que después cuando hablé con mi mamá, me di cuenta que no odia que me haya enamorado de otra mujer, sino que le cae mal Eugenia –concluye– lo cual un poco me asusta porque soy muy parecida a Euge y si la odia a ella también me odia a mí... –piensa, y él se ríe un poco– pero más allá de eso, antes de la charla con mi mamá, discutí con Euge porque la reté por haber respondido la llamada cuando se veía el nombre de mi vieja. Me explicó que atendió por inercia y después me gritó porque está harta de vivir ocultada.
–Y tiene razón...
–Me gustaría decirte que te pongas de mi lado, pero no lo merezco –el microondas hace ruido y Delfina saca las cajas de patitas de pollo. Una la desliza por el mostrador y Peter la ataja– así que tendré que luchar bastante por ese perdón y concluir que vendrá a volver a almorzar conmigo de acá a tres meses –habla resignada y se mete una patita entera en la boca.
–Creo que en un par de días vas a tenerla acá otra vez, pero es lógico que esté enojada. ¿Esto pasó ayer? –Delfina asiente masticando– entonces dale tiempo a que se le pase el enojo y después buscala.
–Crees que la conocés, pero no.
–Si es parecida a vos, entonces la conozco demasiado.
–Pero yo soy un poco más dócil. ¿Te acordás cuando me enojé con vos porque nunca me llamabas cuando estabas en Buenos Aires? –y él asiente casi riendo porque todavía recuerda su histeria que se hacía escuchar a kilómetros– bueno, el enojo de Eugenia equivale a ese mismo, pero siempre multiplicado por siete.
–Entonces no se va a calmar con un par de mimitos –y ella se ríe porque esa era la manera en la que él serenaba su bronca.
–¿Cómo anda todo con Romeo? –pregunta después de un trago de gaseosa– ¿Se está llevando mejor con Lali?
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MAMIHLAPINATAPAI
FanfictionUn amor que deja de serlo. Dos amigas de las que sostenerse. Tres mil kilómetros hasta Ushuaia. Y una mirada nueva que cambia el mundo.