9. Cuando Eugenia sintió las mariposas.

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Cuando llega la primavera, las chicas organizan un picnic en Playa Larga que le recomendó su abuelo para visitar y pasar la tarde aprovechando el buen clima. Teniendo en cuenta que queda saliendo de la ciudad, preparan canastas con comidas y bebidas tanto frías como calientes y viajan en el auto de Lali. Es un trayecto de alrededor de una hora y media que las tres disfrutan tomando mate y escuchando música que les hace cantar y mover los hombros. Las envuelve una felicidad extraña que las hace sonreír hasta de los rayos de sol que les golpean las caras porque pudieron confirmar la extensión de la estadía sureña. En la playa no hay mucha gente y eso las alivia porque pueden elegir un lugar tranquilo, sentadas en el pasto, frente al mar calmo y las montañas que siempre están de fondo, vayan a donde vayan.

−Éstos scones que cocinó tu abuela son fantásticos –Eugenia habla con la boca llena y el mate en la otra mano que acaba de cebar Candela– qué mujer maravillosa. ¿Vos decís que no va a tener problema en que me quede a vivir con ella?

−No lo va a tener ella, lo voy a tener yo –Lali busca las galletitas rellenas de un paquete de surtidas.

−No elijas –Candela la reta porque puede y quiere– ¿Al final ya decidiste quedarte hasta fin de año?

−Sí, porque empecé a trabajar con éstos chicos y no voy a dejarlos a mitad de camino –explica– igual ya tenía planeado quedarme hasta después de las fiestas...

−¿Te comunicaste con el colegio de Formosa? –niega con la cabeza.

−¿Qué te dijo la directora del colegio de Baires? –le consulta Eugenia, porque recuerda esa conversación que tuvo dos tarde atrás encerrada en el balcón. Lali se muerde el labio y niega con la cabeza porque todavía no puede creerlo.

−No se enojó... en realidad sí lo estaba pero cuando le expliqué que estaba usando éste tiempo para también trabajar, un poco se calmó.

−¿Cómo se enteró que estabas acá? –pregunta Candela y recibe el mate que le devuelve Eugenia.

−Una compañera le mostró una foto que subiste a Facebook y en la que me etiquetaste –y la mira de reojo, rozando el enojo. Eugenia le da un cachetazo suave en la pierna regañándola.

−Perdón –y se apena un poco– bueno, tampoco yo tengo la culpa de que tengas compañeras de mierda.

−¿Ustedes también se van a quedar hasta fin de año? –consulta. Eugenia asiente al mismo tiempo que mastica.

−No creo... −dice Candela– yo tengo que trabajar, no puedo seguir faltando. Ya estar acá hace más de dos meses es un montón. Seguramente vuelva el mes que viene.

−No, no te vayas –Lali hace puchero y la sacude un poco.

−¿Y qué querés que haga? Tengo que trabajar.

−Renuncia –qué simplista.

−Además sos una tramposa –Eugenia la acusa– porque tendrías que haber vuelto la semana pasada y después anulaste el vuelo así que tranquilamente podrías quedarte más tiempo.

−Fue distinto –y levanta un dedito– no podía volver a Buenos Aires para cruzarme con Charly y tener que contarle lo que pasó acá.

−No hace falta que se lo cuentes –Eugenia sube los hombros porque no le importa nada, y se mete otro scon entero a la boca.

−¿Cómo no le voy a contar? Es mi novio. A demás se va a dar cuenta porque no sé mentir.

−Negra, no tuviste intimidad con él durante un año y vas a decidir contarle que te acostaste con otro.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora