14. Cuando Lali se eligió.

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−¿Qué? –Santiago está asombrado. Incluso esboza una risa incrédula.

−Eso... que no me voy a ir –afirma– al menos, no por ahora. Dije que me voy a quedar hasta fin de año y eso es lo que voy a hacer porque eso es lo que les prometí a mis abuelos. Y también lo que quiero hacer yo.

−Pero te dije que yo no puedo quedarme hasta fin de año.

−Y yo tampoco te pedí que te quedaras conmigo –lo aplasta– y si hago un poco más de memoria, tampoco te pedí que vengas.

−¿Otra vez con lo mismo? Ya te expliqué lo que pasó...

−Pero no lo entiendo.

−Tampoco necesito que hagas un gráfico para entenderlo, Lali –responde rozando el malhumor y ella revolea los ojos al mirar hacia otro lado– vine a pedirte perdón. ¿Qué es lo que no se entiende? Vine a buscarte para que recuperáramos nuestras vidas. Porque a mí sí me importaron los diez años que estuvimos juntos.

−¿Con eso estás queriendo decir que a mí no? –se señala y frunce el entrecejo– te recuerdo que yo no te dejé, eh.

−Y vos sabes muy bien por qué te dejé, y veo que no cambió nada porque desde que volví, no me registraste y te ahogaste en tu nuevo trabajo. Parece que la realidad te aburre y necesitas esconderte en algún lugar para no hacerte cargo.

−¿Para no hacerme cargo de qué? –pero él niega con la cabeza y ya se arrepiente– ¿De qué, Santiago? –levanta la voz y le clava la vista– ¿De vos? ¿Eso era lo que siempre quería que hagas? ¿Qué me convierta en tu mamá?

−No lleves esto para el lado que más te convenga. Ya pasó, cometí un error y te pedí perdón.

−Pero parece que no te diste cuenta de tu error porque estamos discutiendo lo mismo que venimos discutiendo hace más de un año –mueve mucho las manos para expresarse– ¿Y caes de la nada después de cuatro meses sin hablarme diciéndome que me querés recuperar y que querés que volvamos a Buenos Aires a reconstruir nuestra vida como si en el medio no hubiera pasado nada? Bueno, lamento decirte que sí pasó, un montón de cosas, y la primera fue darme cuenta que dejé de interesarte.

−Viajé hasta acá a buscarte. ¿Pensás que eso no es interés?

−Lo hubiera pensado si caías el tercer o cuarto día, o si durante esa primera semana no me hubieras mandado mensajes en los que siempre me echaste la culpa de nuestra ruptura. Pero pasó casi medio año, Santiago...

−¿Y eso qué significa? ¿Qué ya dejé de tener validez? ¿Qué diez años es menos importante que un par de meses?

−Significa que yo viajé hasta acá para alejarme de todo porque estaba enojada con vos y que durante éstos meses me di cuenta que no importa el tiempo que estés al lado de una persona. La que te quiere, te cuida. La que no, no te busca –y lo mira a los ojos al decírselo. Quiere que le duela igual o más de lo que le dolió a ella cuando la dejó– Santiago, nunca hiciste nada por mí éstos últimos años –pero él se ríe vaya a saber de qué ironía– nunca te sentaste conmigo a hacerme compañía mientras laburaba en casa, ni siquiera me cebaste un mate. Nunca me esperaste para cenar juntos cuando volvía casi a las doce de la noche, ni siquiera me ibas a buscar cuando sabías que tenía que tomarme dos bondis a la noche mientras vos dormías en mi cama y tenías el auto estacionado en la puerta, entonces me tuve que comprar uno. Nunca me acompañaste en absolutamente nada, no te interesaba lo que me pasaba porque estaba teniendo más éxito que vos y te molestaba un montón.

−Sabes que no es por eso...

−¿No? ¿Entonces por qué era? ¿Por qué sos una mierda? –lo ataca y levanta la voz– porque prefiero pensar que fue eso y no que estuve con una persona de mierda.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora