Lali está sentada frente a la barra de la cocina leyendo las noticias del celular y tomando un café con leche mientras espera a que las tostadas se tuesten. Es tan temprano que hay un silencio que la abruma y puede oír como su dedo se desliza por la pantalla del móvil. Se entretiene leyendo un artículo sobre los movimientos gremiales que salen a ocupar las calles en el centro de Buenos Aires hasta que ve aparecer a Romeo. Él usa un pijama enterito color azul marino y se refriega los ojos con sus puños cuando cruza al baño. Ella se desarma completa para bajar de la banqueta, buscar un vaso plástico en la alacena y batirle una chocolatada tibia con la leche que sobró en la jarra. Le ubica el vaso sobre la barra, al lado de un platito con galletitas con mermelada, y vuelve a ubicarse en su lugar. Romeo tarda más de lo que debería y Lali se pone tan tensa que desliza el celular a un costado y mueve los dedos sobre la barra chocando las uñas. Pero después de oír el botón del inodoro, Romeo vuelve a salir. Gira hacia la cocina y se detiene en seco cuando la encuentra a ella. Quizás tenía pensado robar algo de la heladera o la alacena sin que lo descubran, pero olvidó recordar que los adultos de esa casa se levantan más temprano que el sol para ir a trabajar.
–Buenos días –Lali lo saluda suave, pero Romeo no responde– ¿Tenés hambre? –le pregunta después, y él camina despacio hasta la banqueta que está del otro lado de la barra. Le cuesta un poco subir y hace fuerza abrazándose al asiento– ¿Querés que te ayude?
–No –logra recostar el cuerpo sobre la banqueta y luego acomodarlo para sentarse. Mira el vaso con chocolatada y las galletitas. Actúa tímido y por eso hace movimientos lentos cuando agarra el vaso con ambas manos y se lo lleva a la boca. Por encima del borde, la espía, y Lali baja la cabeza para esconder la risa.
–¿Dormiste bien? –pero no recibe respuesta– es cómoda esa cama, ¿viste? Después cuando armemos tu habitación, vamos a comprarte una cama igual de cómoda. ¿Tenés un color preferido? –Romeo sube los dos hombros y agarra una galletita– bueno, cuando lo decidas, podés decírnoslo así pintamos de ese color tu nuevo cuarto. Mi color favorito es el violeta.
–No te pregunté –dice. Ella sube las cejas y presiona los labios.
–Ya sé, pero te quería contar. ¿Te gustó la mochila que te compré? –nada– va a estar bueno que empieces las clases. Acordate que si no te sentís cómodo, me podés buscar a mí porque trabajo en el mismo colegio.
–No me gusta hablar a la mañana –esboza y se mete una galletita entera en la boca.
–Okey, perdón –y vuelve a mirar el interior de su taza de café con leche que ya está frío. De vez en cuando lo espía, quiere encontrarle alguna grieta por donde poder entrar, o también le está buscando algún parecido a Peter porque tuvo el tiempo suficiente como para sumarse a las dudas de los demás.
–Buenos días –pero Peter la hace huir de sus ideas cuando aparece vestido con la ropa de su trabajo. Los tiradores le cruzan por encima de la remera negra y están sujetos al elástico del pantalón grueso– ¿Cómo estás, Rome? –le sacude el pelo cuando se acerca y después se inclina por encima de la barra para besar a Lali. Ellos anoche durmieron juntos y ella tuvo que quedarse sola en el sofá-cama que Héctor les consiguió.
–Bien –responde.
–¿Dormiste bien?
–Sí –levanta la cabeza y le sonríe. ¡Le sonríe! Y Lali se muerde la lengua y presiona fuerte su taza.
–Me alegra. Yo me tengo que ir rápido al trabajo –cuenta y se mete una galletita entera a la boca al mismo tiempo que también vuelve a hacerlo Romeo. Lali queda boquiabierta un segundo observándolos porque mastican hasta del mismo lado– te vas a quedar con Lali, ¿sabés? Que tengas mucha suerte en el colegio –y Romeo asiente– ¿Hoy salís a la misma hora de siempre? –le pregunta a ella cuando cruza al otro lado y saca una caja de cartón de jugo multifruta.
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MAMIHLAPINATAPAI
FanficUn amor que deja de serlo. Dos amigas de las que sostenerse. Tres mil kilómetros hasta Ushuaia. Y una mirada nueva que cambia el mundo.