十六

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Kise se mantiene en silencio en el camino. Todo lo contrario a como es siempre. Mientras más nos alejamos de mi casa, más callado y tenso se vuelve. Hasta que en un punto su espalda está tan recta que su postura parece dolorosa.

Al girar en la siguiente esquina, Kise jadea y se queda inmóvil. Me giro a mirar lo que ven sus ojos. Un hombre de unos cincuenta años está sentado en la calle, con su espalda apoyada en un poste. Su cabeza está baja, como si se hubiese dormido. Junto a él, está la entrada a la casa de Kise, por lo que puedo ver en el nombre de entrada.

Tomo la mano de Kise, le doy un firme apretón y me acerco más a la entrada. El hombre no se parece en lo más mínimo a él, pero por la postura en que Kise se encuentra, no hay dudas en mi mente que este hombre es su padre. Sus pasos son pesados, intentando alejarme de ese hombre, como si temiera que algo me fuese a pasar. Pero cuando llegamos a unos cinco pasos de él, muele sus dientes y se pone frente a mi, dispuesto a estar entre lo que él considera un peligro y yo. Como si estuviese protegiéndome. A pesar de lo tenso de la situación, una sonrisa aparece en mis labios.

Cuando llegamos junto a su padre, Kise lo golpea suavemente con el pie, pero su padre se sacude y da un gruñido antes de dejar salir un ronquido profundo.

Kise suspira y me empuja ligeramente hacia atrás. Se agacha, quedando frente a la cara de su padre. Y es entonces cuando veo el parecido. Kise tiene la misma cara de dormido que su padre. Relajado, con la boca abierta y un rastro de saliva saliendo de la comisura de sus labios. El parecido me hace sonreír con más fuerza, y tapo mi boca con mi mano para evitar que él me vea. Pero sus ojos no se alejan del rostro de su padre.

Kise se aclara la garganta con fuerza, pero su padre ni se inmuta. Suspira una vez más, sacude la cabeza y pone su mano en su hombro. Lo mece ligeramente, intentando despertarlo. Sus ojos se abren lentamente. Sus ojos, del mismo color que los de Kise, brillan por un momento al ver a su hijo, pero algo en la expresión de este, hace que su ceño se frunza y sus ojos se oscurecen al instante.

Sus labios hacen una mueca cuando intenta levantarse, apoyándose firmemente en el poste. Kise se inclina hacia atrás, alejándose de él.

—Pensé que ya no volverías —. Dice su padre, su voz ronca por el sueño. El olor a alcohol saliendo de su boca me dice que ha estado bebiendo.

—Solo salí a dar una vuelta —. Kise deja caer sus manos a sus costados. El hombre es alto, pero solo llega a la altura de su nariz. Parecía ser atractivo, en algún tiempo antes de volverse gris, con manchas en sus mejillas y nariz por el alcohol. Y una barriga prominente, tal vez por el mismo motivo.

—Te fuiste hace más de una semana —. Sus ojos se desplazan de su hijo a mi, y yo me acerco con la intención de saludarlo, pero Kise estira una vez más su mano hacia mí, manteniéndome alejado.

Sus ojos no se separan en ningún momento del hombre frente a él, por lo que no ve mi expresión de enojo. Pero mi mano arregla eso, golpeando la parte de atrás de su cabeza.

—No seas paranoico —, le digo, estirando mi mano hacia su padre. El hombre me mira, y pasa por sus ojos una chispa de reconocimiento. Una sonrisa se extiende por sus labios cuando toma mi mano.

—Tú eras el capitán —, dice. En su voz puedo oír el orgullo.

Por el rabillo del ojo puedo ver una expresión de sorpresa en el rostro de Kise.

—¿Ibas a ver los partidos? —Pregunta con asombro.

—No me he perdido ninguno —. Dice, ocultando su orgullo con una mueca.

Sacudo la cabeza. Si ellos dos fuesen más parecidos, tal vez no necesitaría ocultar lo mucho que se necesitan el uno al otro. Pero el orgullo les gana.

La sorpresa de Kise se mantiene intacta, mientras su padre se da media vuelta y abre la puerta antes de entrar. Yo lo sigo, y Kise viene justo tras de mi.

Cuando entro, me sorprende que todo esté limpio y ordenado. Me había hecho a la idea de que la casa estaba hecha un desastre cuando vi a su padre tirado afuera.

—Tomen asiento —. Dice el hombre con voz áspera, apuntando hacia la sala de estar. Pero el toma una dirección diferente.

Al sentarme, escucho el sonido del agua corriendo, además del golpe de tazas y otras cosas.

Kise se sienta junto a mí, y toma mi mano en la suya. Su sorpresa aún es evidente en su rostro. Cuando el hombre se dirige de esa habitación a otra, mis ojos no pueden dejar de seguirlo. Incluso su forma de andar es igual a la de Kise. Escucho más agua corriendo, y luego el hombre que hace solo unos minutos se veía borracho y molesto, sale con la camisa mojada y la cara limpia.

Vuelve una vez más a la primera habitación, que ahora reconozco como la cocina, y sale con una bandeja. En ella, tres tazas y cubiertos, además de una pequeña tetera y pastelillos. Mi estómago ruge al ver las delicias. Mis mejillas se enrojecen al no poder controlar mis reacciones fisiológicas. El hombre reconoce el sonido y sonríe. Puedo ver la sonrisa de Kise en su rostro, y me hace sonreír a la vez.

—Muy bien —, dice con una sonrisa amable, pero al voltear a ver a Kise, el brillo en sus ojos se oscurece luego de unos momentos —, es la primera vez que este chico trae a alguien a casa, mucho menos por voluntad propia.

Hace una pausa, toma su taza de té, y le da un sorbo antes de volver a hablar.

» ¿Cuánto tiempo de embarazo tienes?

Mi mala suerte, había cogido la taza de té cuando él lo hizo, y me atraganto con el té en cuanto las palabras salen de su boca. Kise está tan tranquilo a mi lado, que casi parece una estatua, hasta que su mano va directo a mi espalda para ayudar a despejarme.

—No estoy embarazado.

—Por favor, hijo —, dice con una sonrisa —. Ese es el único motivo por el que te traería aquí.

—De hecho —, dice Kise hablando con cordialidad, algo que jamás esperé de él —, nos casamos.

Ahora el hombre se atraganta con su té, y tose con fervor. Kise no hace el menor gesto de preocupación, y yo me quedo en mi lugar, sorprendido por su reacción. Estaría tranquilo si estuviese embarazado, pero no por habernos casado. Interesante.

—¿Te irás? —Le pregunta directamente a su hijo. Sus ojos están llenos de agua, por ahogarse tal vez, pero quiero creer que es por la idea de que su hijo se irá y se quedará solo desde ahora.

—Viviremos en la casa del padre de Yukio-san —. Mi nombre saliendo de sus labios de esa forma, hacen algo extraño en mi estómago.

—Entiendo —, dice. Pero luego de eso permanece callado.

Seguimos tomando té y comiendo pastelillos en silencio. El tiempo parece pasar muy lento, y el silencio se hace más y más pesado con cada segundo que pasa.

—Supongo que podremos venir a verlo de vez en cuando —, le digo, pero él desestima mis sentimientos con un movimiento de su mano.

—No es necesario —, dice, pero puedo notar la tristeza en su voz. Él sabe y entiende que su relación con su hijo está rota, y que probablemente las cosas no se arreglarán. Pero el orgullo no le permite decirle a su hijo que quiere arreglar su relación con él.

Luego de dar un último trago a su té, Kise toma mi mano. Me ayuda a pararme y se encamina a la puerta principal. Sus hombros están encorvados, y al llegar a la puerta principal se vuelve una vez más. Su padre camina tras nosotros, y Kise lo mira a los ojos.

—Cuídate —, dice Kise, con los ojos húmedos.

—Lo haré—. Le responde su padre, con una sonrisa en los labios, pero lágrimas en losojos.

Kisematsu - Omae Wo Nokosanai (Kiseki no Sedai: Daini no Sedai #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora