二十一

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A medida que mi barriga crece, Ryouta y mi padre intentan llegar a un punto medio. Ambos Alfas territoriales no dejan de discutir sobre cosas que hay en casa. Pero cuando están junto a mi, tratan de llevarse relativamente bien.

Las cosas van cambiando de a poco, Ryouta y su padre comenzaron a hablar una vez a la semana, bastante cordiales, pero al menos se comunican. Al parecer, principalmente para saber cómo está el pequeño Kise en mi vientre, pero su padre le pregunta por su estado también.

El sonido del timbre me sobresalta y miro a mi padre, con los hombros tensos abrir la puerta. Ryouta tiene el rostro serio, y desde que mi padre y él no se llevan tan bien, su rostro mantiene esa expresión cordial.

El padre de Kise está en la puerta, sus ojos abiertos de par en par al ver a mi padre, pero oculta su expresión en solo unos momentos cuando se voltea a ver a su hijo, y luego a mi, sentado en el sofá, con el vientre hinchado.

Una sonrisa se extiende en sus labios y Ryouta apaga la televisión cuando el hombre entra en la habitación.

—¿Cómo estás? —Le pregunta su padre, extendiendo su mano.

Ryouta se la estrecha, pero su brazo se posa sobre mis hombros en cuanto lo ve acercarse a mí estirando su mano de la misma manera. Le estrecho la mano y lo invito a tocarme el vientre, haciendo que su sonrisa sea aún más grande.

Dos gruñidos hacen eco, haciendo que ambos nos congelemos, con su mano a varios centímetros de mi abdomen. Nos miramos a los ojos, y yo me encojo de hombros, alejando sus preocupaciones, pero él no hace ningún movimiento hasta que su hijo deja de gruñir junto a mi. Mi padre se mantiene pegado a la pared más cercana a la puerta mientras Ryouta se mantiene junto a mi para protegernos.

—Venía a agradecerles por enviarme los videos del ultrasonido —. Dice, luego de darle una ligera caricia a mi abdomen, mirando alrededor para ver si puede sentarse.

Ryouta hace un asentimiento con la cabeza, y el hombre se relaja un poco, y se sienta en el sofá de al lado.

» Debo admitir que se me escaparon las lágrimas cuando lo vi y escuché el latido del corazón —. Sus ojos se empañan al decir las palabras, demostrando así su emoción al recordar ese momento tan mágico.

—Estuvimos muy emocionados también —, le respondo, y le doy un golpe con mi codo en las costillas a Ryouta, haciendo que se mueva a un lado.

—¿Qué estás haciendo? —, dice con una mueca graciosa.

Mi padre se ríe, pero no hace el menos gesto de acercarse. «Alfas territoriales».

—No dejas de apretarme —. Le digo, frunciendo el ceño —, no me pasará nada —. Hago rodar los ojos, quitándole importancia a su preocupación.

—Eso no lo sabes —, dice, haciendo un puchero.

—Estoy dentro de la casa, Ryouta —. Intento razonar con él, pero no deja de tocarme en ningún momento.

—Solo quiero estar seguro que todo está bien.

—Sabía que sería protector, pero no pensé que tanto —, dice su padre.

—Es normal en los Alfas con su descendencia —, dice mi padre desde lejos —, yo fui peor.

Una sonrisa adorna sus labios, pero una vez más no hace el menor atisbo de acercarse a nosotros.

Ryouta gruñe en su lugar, pero esta vez por frustración, por burlarnos de él.

La tarde se pasa rápido, la conversación fluye, aunque es bastante lenta, y los momentos de risa solo pasan cada hora o algo así. Mi padre prepara el té, y lo deja junto a encimera en la cocina, donde Ryouta lo va a buscar para dejarlo en la mesita de café.

—Y ahora, ya puedo tomarme unos días del trabajo —, dice el padre de Ryouta, contándonos sobre el trabajo que consiguió cuando Ryouta salió de la casa.

—Yo me tomaré unas vacaciones cuando el pequeño esté por nacer —, dice mi padre.

—Así que... ¿es niño? —pregunta el padre de Ryouta.

Ryouta sonríe, pero no responde, y mi padre sonríe a su vez. Yo frunzo el ceño al ver la reacción de ambos ante mi decisión.

—No lo sabemos —, respondo.

—Pero, ¿por qué? —, pregunta el hombre, dándole un sorbo a su nueva taza de té.

—No quiero saberlo —. Siento como me ruborizo al recordar esa tarde en la ecografía —. Quiero que sea sorpresa —, digo en voz baja.

Ryouta pasa su brazo por mis hombros y besa mi cabello.

—Lo que sea que quieras, Yukio-san.

La conversación una vez más continúa en todas direcciones y cuando el cielo se vuelve anaranjado, el padre de Ryouta se despide de nosotros, dándome caricias en el vientre abultado, y estrechando la mano de su hijo y de mi padre, se retira.

Ryouta se relaja visiblemente cuando su padre se aleja y mi padre se va a su habitación, dejándonos solos en la sala de estar.

—Mi padre definitivamente encuentra atractiva al tuyo —, murmura con una mueca.

—No te preocupes por ello. No congenian en ese sentido —, le digo. Pero una carcajada de mi padre desde su habitación me hace preguntarme si me he perdido de algo.

La mano de Ryouta vuelve a mi vientre y to me dejo querer. Solo han pasado cuatro meses desde que supe de mi embarazo. Mi doctor ha sido muy amable, y habla de lo mucho que quiere ser el que atienda el parto. Al parecer muchos jóvenes y adolescentes comienzan a formar sus vidas desde temprano. Y hace poco una pareja se embarazó dentro de su clínica. Es una de sus historias favoritas para contar. Aunque dice que no puede revelar los nombres de sus pacientes, le gusta llamarlos "bajito y tigre". Supongo que para él tienen sentido los nombres.

El pequeño Kise está completamente sano, pero al parecer, como Ryouta, es más grande de lo normal, así que las probabilidades están a favor del Alfa.

Suspiro por la ironía. Una barriga enorme para tener solo cuatro meses de embarazo. Embarazado de un Alfa, por un Alfa.

Ryouta me ayuda a ponerme de pie, ya que por algún motivo mis pies desaparecen bajo mi vientre cuando miro hacia abajo, y me ayuda a llegar a la habitación, y como es habitual desde que me empecé a poner más grande, retira mis calcetines y me da masajes en los pies. Lo que agradezco más que nada. No importa cuanto tiempo pase sentado, los pies se me hinchan lo suficiente como para no poder andar sin gemir de dolor.

—No me quiero ni imaginar como será el dolor cuando este pequeño quiera salir a conocer el mundo —, le digo a Ryouta, quejándome, pero él solo se ríe de mi.

—Te quedarás conmigo, ¿no es así? —, pregunta, con vulnerabilidad, como cada día que me pregunta eso.

—No te dejaré —, le respondo, mirando a sus ojos. Él ve la honestidad y el amor en los míos.

Y así, serelaja lo suficiente como para seguir con el masaje que me arrulla hastahacerme dormir.

Kisematsu - Omae Wo Nokosanai (Kiseki no Sedai: Daini no Sedai #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora