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—Dime Madinaveitia.

—Fury, necesito refuerzos, a Clint, por favor.

—No estamos en las horas de complacencias.

—Mi mejor amigo está muerto, esperaba una respuesta más alentadora.

—No creo que...

—Hay una amenaza al país y necesito ayuda.

—Los tengo en una misión, a todos.

—Podría decirle a Sharon que tome un descanso, el soldado no se moverá de su apartamento, se lo aseguro.

—También está ocupada.

—En estos momentos agradecería un video de motivación— dijo la pelinegra antes de colgar.

***

Señor presidente, solo dos lecciones nos faltan y deseo terminar antes de la mañana de navidad, le presento a Thomas Richard, un sólido nombre y un sólido trabajo. Thomas es el contador de la Ros Corporation, pero apuesto a que es generoso. Le volaré la cabeza en vivo en su televisión en treinta segundos, el número de este aparato está en su teléfono, emocionante, ¿no? Imaginar cómo llegó ahí. América, si su presidente llama durante este medio minuto, Tom vive. Ahora— el timbre sonó y jaló del gatillo—. Solo una lección más, presidente, así que hulla, escóndase, diga a sus hijos que se va porque nada, ni sus tropas, ni su perro de ataque tricolor lo van a salvar. Hasta luego.

***

Había una furgoneta del canal 5, en una de sus pantallas transmitían el concurso donde un hombre de tercera edad iba ganando. La pelinegra llevaba un poco de tiempo preguntando a todo el mundo, pero la notificación de Rhodes diciéndole que Tony accedería a unos archivos encriptados, la hizo volver sobre sus pasos en busca de la furgoneta, sabía que rebotó ahí, salvo que necesitaba estar segura, ya que no contaba con el equipo necesario. Escuchó una voz dentro, seguro su amigo había salido y olvidó cerrar el portal. Escuchó quejidos y algo similar a explosiones, así que esperó, en cuanto salió, lo recibió con un puñetazo al rostro.

—¡Oye! ¿Qué mierda...?

—¿Por qué me tengo que enterar por Rhodes de tu ubicación? Vengo rastreándote por kilómetros.

—Yo también te extrañé.

—Me diste un susto de muerte.

—Estoy vivo.

—Por poco y no la cuentas.

—Este es un bello reencuentro.

—Te odio a momentos, ¿lo sabías?— dijo al abrazarlo—. No vuelvas a hacerlo, por favor.

—No tengo intenciones de morir y dejarte sola.

—¿Hora de irnos?

—Sí, buena idea.

—¿Qué estás usando?

—Ya, vamos al coche.

—Ahora tienes coche nuevo.

—Prestado.

—Robado.

—No podían descubrir que sigo vivo.

—Pudiste usar mis cuentas, tiene la misma contraseña.

—Harley, cuéntame qué pasa, dame un reporte.

—Estoy comiendo los dulces, ¿quieres que coma más o qué?

—¿De dónde sacaste a ese niño?

—Lo encontré y Harley, ¿llevas cuántos?

—Dos o tres platos.

—Son muchos.

—Tú te acabas dos botes de nieve en una sentada, ¿puedes ver bien?

—Algo.

—Estás bien, pásame a Jervis. ¿Cómo sigues?

—Todo bien, señor, al parecer funciono bien un tiempo y luego, al final de una oración, digo mal las frambuesas.

—Que rico.

—Y tenía razón, señor, una vez que tomé en cuenta los canales de enlace descendente, me fue posible ubicar la señal de transmisión de El Mandarín.

—¿Dónde está: lejano oriente, Europa, África, Irán, Pakistán, Siria; dónde está?

—De hecho, señor, está en Miami.

—Niño, te explicaré cómo acomodar la función de habla de Jervis, pero será luego.

—Harley, tú dinos dónde está. Ve la pantalla y dime qué dice— le cortó Malie.

—En realidad, sí dice Miami, Florida.

—Primero necesito la armadura, ¿cómo vas con eso?

—No está cargando— Tony pisó el freno y Malie casi se estrella con el vidrio de enfrente, a pesar de llevar el cinturón.

—¡Cabrón!

—En realidad, señor, sí está cargando, pero la fuente de poder es cuestionable, tal vez no logre revitalizar al MK42.

—¿Qué tiene de cuestionable la electricidad? Conozco mi traje y no voy a, no, no. No, no otra vez.

—Cariño, ven, mírame— dijo una vez que se paró frente a él—. Harley, cállate dos segundos—. Todo va a estar bien, respira hondo, cuenta hasta diez en reversa, no dejes de mirarme.

—Diez, nueve, ocho, siete...

—Vas muy bien, no dejes de contar. ¿Recuerdas mi insomnio? Cuando me dijeron que habías muerto, creí que no volvería a dormir, pero un par de horas después, lloraba de alegría al ponerme el casco y escuchar tu voz...

—¿Usaste el casco?

—El tuyo.

—Deberías volver por tu armadura.

—No hay tiempo, ya estamos a nada de llegar, ¿no la puedes hacer volar hasta acá?

—Aún no está incluida, pues trabajaba en la MK42.

—Olvídalo, viendo cómo la dejaste,no quiero que estropees mi traje.

Hero's Sacrifice #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora