Capítulo 24- Pelea hasta la muerte

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Lisa caminaba al frente, seguida por Jake, que casi arrastraba a Kristoff (aunque este no oponía resistencia alguna). Intentaba seguir el plano, pero era difícil saber en que lugar se encontraba la salida cuando no sabía dónde estaban, ni como aparecía la salida en el mapa. La sirena resonaba en todo el lugar, apenas podían oír sus propios pensamientos de lo estridente que era y las luces normales se habían cambiado por unas rojas que dificultaban aún mas la tarea de orientarse y de ver en general. Sentía que la cabeza le iba a estallar. La presión le tensaba los hombros, y el vestido y los tacones no hacían más sencillo el caminar. "¿En qué momento me dejé convencer para esto?" se preguntaba a sí misma, ofuscada, mientras una parte de su mente no podía concentrarse en su tarea debido a que estaba ocupada blasfemando a la persona que inventó aquellos zapatos.

–¿Queda mucho?– preguntó Jake, casi gritando para hacerse oír por encima del ruido.

Lisa no estaba segura. "No tengo ni idea", estuvo a punto de contestar debido a la angustia y los nervios, pero se mordió la lengua en el último momento. No estaban tan perdidos y tampoco quería bajar la moral, pero, sobretodo, no quería reconocer delante de Kristoff que no era capaz de sacarlos de allí. No quería darle el gusto a ese ególatra presuntuoso de reírse de ella porque ni siquiera era capaz de leer un mapa de nada. Y sentía que si lo reconocía en voz alta sería cierto y no podría encontrarse de una vez por todas.

–No mucho.– respondió, aparentando toda la seguridad que pudo. No era exactamente una mentira, pero podía notar una gota de sudor, por los nervios, bajándole por la nuca. Jake asintió. Kristoff por el contrario soltó una risa, una que le puso los pelos de punta y la cabreó a partes iguales, bueno, quizá la había cabreado más. Ahora que no tenía que mostrarse amable con él ni seguirle la corriente, todo el odio que había acumulado hacia su persona afloraba en ese momento, estaba apretando los dientes tan fuerte que le dolía la mandíbula, todo para contenerse y no soltarle un puñetazo, porque le parecía muy hipócrita haberle impedido a Jake que lo golpeara solo para hacerlo ella ahora, no porque no se lo mereciera. Y le estaba costando mucho.

–Podéis engañaros todo lo que queráis, pero no vais a salir de aquí, al menos no vivos.– Lisa se giró bruscamente para encararlo, deteniendo la marcha, casi chocándose con él, estaba llegando a su límite debido al estrés de toda la situación y no le iba a permitir que se burlara de ella sin al menos plantarle cara. Compartieron una mirada de esas que hielan la sangre, de las que te atraviesan la cabeza, pero a la vez estaban echando chispas por los ojos.– No te mientas a ti misma, no vales para esto.– le escupió, a la cara, mirándola a los ojos. Su voz sonó con una mezcla de ira y condescendencia. Lisa podía notar cómo la sangre le subía a la cabeza, de la rabia, le ardían las mejillas.

Lisa se lo tomó como una afrenta personal, esas palabras se le habían clavado en el pecho como si de un puñal se trataran. Quizá lo había dicho por decir, pero había dado justo en el clavo, en lo que la atormentaba y no la dejaba dormir por las noches. Escocía tanto porque ella también lo había pensado. Pero, por nada del mundo iba a dejarlo estar, porque eso sería cómo darle la razón y no pensaba hacerlo. Algo hizo "click" en su interior y dejó de morderse la lengua, como si su filtro se hubiese roto. El miedo transformado en rabia se acumulaba en su garganta, listo para salir, de una forma u otra.

–Puede ser.– saltó, hablando con rabia. Saboreó cada palabra a continuación como si fueran golpes físicos, que dolían lo mismo que los que dirigía directamente a donde más le dolerían a aquel chico, a su orgullo.– Pero si no recuerdo mal, y la memoria no es algo que me falle, ayer te tenía comiendo de la palma de mi mano. Y tú ni siquiera sospechabas nada.– recordó su brillante actuación en el baile y casi le entraron ganas de soltar una carcajada.– Por cierto, ¿qué tal el dolor de cabeza? ¿Nunca te enseñaron que no hay que aceptar nada de desconocidos? ¿O eres tan estúpido y egocéntrico que ni se te pasó por la cabeza que no le parecieras irresistible a una chica? Pues déjame decirte una cosa: tal vez yo no valga para esto. Pero lo tuyo es mucho peor, porque tú, un ladrón internacional con gran reputación, te has dejado engatusar, sin pestañear, por una niñata nueva.– el corazón le latía a toda velocidad y el pecho le subía y le bajaba como si acabara de echar una carrera, pero, aún con los labios fruncidos, se había quedado mucho más a gusto, ahora era él el que rechinaba los dientes de la ira.

Jake observaba la escena atentamente, sin perder detalle, como si estuviera viendo un partido de tenis. Estaba seguro de que se acababa de librar una batalla y estaba claro que la había ganado Lisa. Cuando terminó de hablar tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no soltar un ¡OOOOOOOH! ¡Ouch!, porque se había quedado boquiabierto y atónito ante aquella respuesta. Sabía que tenía una lengua afilada, la conocía, la había visto en acción, pero nunca se había imaginado que tanto. Aunque ellos se seguían manteniendo la mirada, prolongando el duelo, no porque la batalla no hubiera acabado marcando un tanto en el contador a favor de Lisa, sino porque el herido orgullo de Kristoff no le permitía bajar la mirada, admitiendo la derrota. Y ella quería regodearse, para marcar el territorio, que le quedara claro que la chica que había conocido no era más que un simple personaje que nada tenía que ver con ella.

–Continuemos.– zanjó Lisa al fin. Él le devolvió una sonrisa extraña, maliciosa. Lo miró desconfiada, sin dejar de fruncir el ceño. Cada vez estaba más segura de que ese chico no estaba bien de la cabeza. Sin embargo, solo le costó lo que tardó en darse la vuelta para darse cuenta del motivo de su sonrisa. Un hombre doblaba la esquina justo en ese instante con cara de pocos amigos. Cuando los advirtió, el pánico se hizo presente durante un momento. Lisa sopesaba las opciones, que eran muy limitadas: huir o luchar. Ninguna le parecía conveniente. No había ningún lugar al que huir puesto que aún no habían encontrado la salida, solo seguían dando vueltas en el mejor de los casos, si no los atrapaba el fuego que se oía crepitar desde allí u otro ciborg de todos los que debía de haber allí, en el peor de los casos. Luchar tampoco le parecía algo factible, dado que solo hacía un rato que había estado a punto de morir a manos de otro de ellos. Jake ya lo había decidido, él era más impulsivo, no necesitaba analizar nada porque lo veía todo muy claro.

–Corre.– dijo tirándole del hombro para darse la vuelta y salir corriendo, dispuesto a abandonar a Kristoff. Pero él tenía otros planes. Le puso la zancadilla, antes de que pudiera dar dos pasos, haciendo que cayera al suelo torpemente y agarró a Lisa envolviéndola con sus brazos, que seguían atados por las muñecas. Ella sintió que volvía a estar en clase de lucha, en el gimnasio, con Jake susurrándole al oído lo que tenía que hacer si alguien la atrapaba de esa forma. Lo había repetido tanto hasta la saciedad que no lo dudó ni un segundo. Le asestó un codazo con todas sus fuerzas en el muslo, para despistarlo y escapar de su agarre cogiendo sus muñecas y sacando la cabeza por debajo. Cuando lo tuvo inmovilizando, girándole los brazos, lo tiró al suelo con otro codazo en la espalda, todo sucedió de forma tan rápida que no le dio tiempo ni a poner las manos y cayó de cara, raspándose la barbilla con el suelo áspero, era obvio que seguía sin tomarla en serio, pero ella le había dejado bastante claro que no le vendría mal empezar a hacerlo. Se giró hacia Jake, que ya se había levantado, pero lo hizo tan deprisa que él se sobresaltó dando un saltito, como si hubiera adquirido un nuevo respeto hacia ella. Mostraba una expresión de aprobación con un deje de miedo.

–Te he enseñado bien joven padawan.– volvía a mostrar su sonrisa habitual, aunque con una expresión mas sorprendida de lo habitual.

–No te flipes.– replicó ella sonriendo casi imperceptiblemente, lo justo para que él supiera que estaba sonriendo.

Para entonces, el hombre ya había estaba llegando a su altura. Ya solo tenían una opción: luchar. Adoptaron una posición de combate, con la guardia en alto. El hombre, (que en realidad no era un hombre, como había descubierto recientemente) se acercaba con calma ahora que veía que habían optado por luchar y no por huir, puesto que no tendría que perseguirlos. Seguramente quería jugar con ellos mentalmente, ponerlos tensos para que perdieran los nervios y se precipitaran, observarlos detalladamente analizando sus puntos débiles para explotarlos y hacerlos sufrir por ellos. Era como un zorro acorralando a un par de presas, pero ellos no eran conejitos. Solo fueron unos segundos, un mínimo periodo de tiempo, pero se sintió como si este se detuviera, como si se congelara y durara siglos. No sabían si tenía intención de capturarlos o de matarlos, tal vez esos últimos segundos eternos eran sus últimos. Pero no les importaba. No habían entrenado tanto ni tan duro para rendirse a la más mínima oportunidad. Estaban dispuestos a oponer batalla, a luchar hasta la muerte, si iban a caer sería oponiendo resistencia como les habían enseñado, perder no era una opción.  



Feliz cumpleaños a @Bicky_3, mi más fiel lectora y de mis mejores amigas. 💜

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