Capítulo 4- Ni idea

117 12 1
                                    

Jake no conducía tan mal como Lisa creía, conducía mucho peor. Se dedicaba a ir adelantando a todos los coches que se cruzaban en su camino, sin importarle en lo mas mínimo el exceso de velocidad, como si estuvieran en una película de Fast and Furious. Si se hubieran cruzado con la policía, sin duda, lo habrían detenido por haber incumplido mas de la mitad de las leyes de tráfico. Y Lisa hubiera dado lo que fuese por que así hubiera sido. Se pasó todo el viaje aferrada a la manija de la puerta como si la vida le fuera en ello, que por otra parte así era. Daba las gracias porque había sido un viaje corto, aunque hubiera preferido, sin dudarlo, un viaje más largo y mucho más despacio.

Cuando Jake aparcó el coche en frente de la casa de su tía, Lisa no tardó ni dos segundos en salir del coche, besar el suelo y dar gracias por haber llegado viva.

–¿No habías dicho que sabías conducir?– preguntó después de qué se le asentara el estomago lo suficiente como para que lo único que saliera de su garganta fueran palabras.

–Por supuesto, yo conduzco genial.– respondió mostrando su mejor sonrisa de anuncio de pasta de dientes, volviendo a colocarse las gafas entre los mechones rubios de su cabeza.

–¿En serio? Y ¿dónde aprendiste a conducir? ¿En los coches de choque?

–Claro, ¿cómo si no?– lo dijo tan convencido que Lisa verdaderamente se preguntó si lo decía en serio o si solo estaba bromeando.– ¿Sabes una cosa? Solo lo he hecho para molestarte.

Lisa gruñó. Eso si se lo creía, sonaba verdaderamente en serio.

–También quiero despedirme de mi amiga. ¿Podemos ir andando hasta su casa?

–Me temo que ya es muy tarde para eso– respondió mirando la hora.–, pero te prometo que hoy podrás verla.

–¿Cómo se supone que voy a verla?

–No te preocupes, ya lo veras– Jake volvió a guiñarle el ojo, cosa que Lisa seguía sin entender, pero no le quedo mas remedio que aceptar y dejarlo por imposible. No había forma de hablar con ese chico, al menos, no había forma de entenderlo.

Ambos se aproximaron a la puerta y cuando Jake iba a poner el pie en el felpudo, pulsó otro botón de su reloj y al instante se transformó en un hombre adulto de unos 25 años, rubio con gafas y trajeado. Lisa se quedó con la boca abierta. Era como si acabara de envejecer diez años frente a sus ojos.

–Cierra la boca o se te desencajara la mandíbula.– hasta su voz sonaba más grande, más adulta, distinta del timbre jovial de su voz habitual.

–¿Qué acaba de pasar?– consiguió decir Lisa cuando cerró la boca.

–Es otro truquito por parte de mi reloj, así que deja de babear porque esto es no es más que una mera ilusión. Además, yo soy mas guapo con mi aspecto normal.

–Yo no babeo.–replicó Lisa haciendo una mueca de burla. Tuvo que usar mucha fuerza para evitar llevarse la manga a la boca por si de veras se le había escapado alguna gota.

Jake alzó una ceja mostrando su incredulidad junto con una sonrisa traviesa ,que dejaba entrever su cara a través del nuevo disfraz, llamó al timbre. Al momento abrió su tía, se sorprendió al encontrarse a aquel hombre extraño en su puerta acompañando a su sobrina. Jake, como si ni siquiera tuviera que fingir y con una soltura magistral, se presentó, le explico a su tía que había visto el expediente de Lisa y que quería que terminara el curso en una academia de gran prestigio, de la cual era representante. Lisa estaba impresionada por la soltura con la que hablaba, por un momento le hizo dudar hasta a ella misma. Y después de convencer a su tía de que era una gran oportunidad para Lisa y que ella estaba muy emocionada, se fue a hacer la maleta mientras que su tía y Jake terminaban de ultimar todos los detalles. Lisa nunca había visto a su tía así, con los ojos brillantes de emoción, asintiendo todo el rato. No podía creerse que se lo hubiera tomado con tanta naturalidad, como si no hubiera nada de extraño en todo aquello, que había sido tan repentino. Lisa recapacitó un momento mientras rebuscaba en su armario y sus cajones en que también a ella la había engatusado en cuestión de unos minutos y una conversación y ya estaba recogiendo sus cosas para irse a no sé donde. No pudo por menos que preguntarse qué clase de talento poseía este chico para trastear con las palabras y acabar con la fuerza de voluntad de hasta la persona más cuerda.

Crónicas de un espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora