Lisa abrió los ojos a duras penas, la escasa luz de los fluorescentes le hacía daño y sentía un gran dolor en la cabeza, nunca había tenido resaca pero suponía que así es como debía de sentirse uno. Intentó llevarse la mano a la zona magullada, pero no pudo. Había despertado en una pequeña habitación con paredes de hormigón gris. Miró hacia abajo y le costó asimilar lo que veía. Estaba sentada en una silla con las manos atadas detrás del respaldo. Lo último que recordaba era estar caminando por aquel pasillo antes de sentir un fuerte golpe y que luego todo desapareciera. Entró en pánico, mirando a todas partes para intentar entender lo que estaba pasando.
Forcejeó con las cuerdas que amarraban sus muñecas, pero lo único que consiguió fue rozarse la piel. De pronto, escuchó su nombre, giró la cabeza y observó que a su espalda, atado a otra silla, como si se encontraran viéndose en un espejo, estaba Jake. Él ya estaba consciente y su movimiento debió indicarle que ella había despertado también.
–Jake,– contestó ella, sin mirarlo de frente.– ¿dónde estamos?
–No lo sé, lo último que recuerdo es estar en la fiesta.
Lo mismo que ella, recordaba haber logrado llegar al pasillo después de esquivar a aquel hombre, gracias al beso... ¡El beso! Parecía que lo había soñado todo. Al final no les sirvió para conseguir escapar, pero Lisa decidió sacarlo de su mente, tenía cosas más importantes de las que ocuparse en vez de estar pensando en chiquilladas sin sentido, no tenía sentido, solo la había besado para salir de esa situación, no había nada más que hablar.
–¿Y qué hacemos?– preguntó, esperando una de sus "brillantes" ideas.
–Una buena pregunta. Un tanto difícil de contestar, eso sí.
–Creía que ya te habían secuestrado alguna vez.– añadió justificándose. Había oído muchas historias de su compañero, todas muy variopintas y algunas tan fantásticas que no estaba segura de que fueran verdad, y de boca de muchas personas, de sus propios compañeros y otras incluso contadas por él mismo (esas un tanto más exageradas).
–Oh, sí, varias veces de hecho.– respondió como si careciera de importancia, como si no estuvieran atados en una habitación extraña.
–¿Y cómo lo hiciste las otras cosas?
–¿Sinceramente? Normalmente viene alguien a salvarme.
Lisa soltó un suspiro exasperado.
–Así que esperas que no hagamos nada y confiemos en que alguien vendrá en nuestra en nuestra ayuda.– Lisa no daba crédito a sus oídos.– Sí, buen plan, solo esperemos que no nos maten antes.
–Oye, tampoco estoy diciendo eso.– movió su silla para que chocara contra la de Lisa, como si le hubiera dado un codazo para que no malinterpretara sus palabras.– Algo haremos, no seas tan desconfiada.
–Me cuesta mucho no serlo, ahora más que nunca.
–¿Por qué? Yo confío plenamente en la academia.
–No lo sé, es decir, durante toda mi vida solo he podido contar conmigo misma y tenía que valerme sola, mis padres desaparecieron de un día a otro, mi tía trabajaba todo el día para poder mantenerme y como me expulsaban de todos los colegios apenas tenía amigos, hasta que apareció Emily. No estoy acostumbrada a que alguien venga a solucionar mis problemas y, créeme, solía meterme en muchos. A mí nadie me defendía, cuando ocurría algo yo tenía que resolverlo.– Lisa había sonado un poco deprimente, nunca se había parado a pensarlo detenidamente, pero lo había soltado todo como si llevara mucho tiempo con ello dentro de la cabeza.
–Vaya... tu historia me hace parecer un niño mimado,– lo dijo como una broma, pero tampoco le faltaba razón. Ella no pudo evitar reírse.– mis padres siempre venían a ayudarme cuando la liaba.
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Crónicas de un espía
SpiritualLisa era una chica normal, o, al menos, eso creía ella. Hasta que un día, todo cambió. Tras la muerte de sus padres se sentía perdida, le sucedían cosas extrañas, cuando un chico muy raro apareció de repente en su vida para poner esta patas arriba...