Capítulo 28- No hay nada como el hogar

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Lisa despertó por la mañana. Abrió los ojos lentamente y con algo de dificultad, la luz entraba por las ventanas, pero no sabía donde estaba, no conocía la habitación en la que se encontraba. Se incorporó sobre la cama, sintió una punzada de dolor en el abdomen, empezó recordar lo que había pasado, recordaba estar en la estación, recordaba el dolor, dejar escapar a Kristoff y luego todo se volvía oscuro, y... recordaba la voz de Jake... ¡Jake! Los recuerdos de la noche anterior se agolparon en su cabeza, ¿había dormido con Jake o solo había sido un sueño? Y, ¿dónde estaba Jake? Miró a su alrededor pero no había ni rastro de él. Vio el tubo conectado a su muñeca, debía de estar en algún hospital.

La puerta de la habitación se abrió. El rubio, vestido con su ropa de siempre, apareció por ella, hablando del rey de Roma... Lisa esperaba que hiciera algún comentario, algún chiste, o algo al respecto, pero no lo hizo, ninguno al menos fuera de lo normal, quizá lo hubiera soñado todo.

–Buenos días, bella durmiente. ¿Cómo te encuentras?– tan sonriente como siempre, ella le devolvió el gesto casi sin querer. Él se acercó y se sentó en el borde de la cama. Le ofreció una taza de plástico.– Te traigo un chocolate caliente, para que te recuperes del todo.– hizo una pausa, pensativo.– Aunque, no sé si te dejarán tomarlo.– se encogió de hombros. Lisa aceptó la taza con una risa. No le importaba si no le permitían tomarlo. Se llevó la bebida dulce a los labios, estaba bueno, pero no tan bueno como el de la academia.

–La verdad es que estoy bien, solo me duele un poco al moverme.

–Me alegro mucho de oír eso.– su alegría titiló un poco, con un tono más serio que antes.– El médico me ha dicho que quieren hacerte un par de pruebas y que luego podemos irnos.

–¿Me vas a explicar dónde estamos?– preguntó, ya que parecía que Jake se había sumido en sus pensamientos, pero salió de golpe.

–¡Oh, claro! Estamos en una base de los AES, nos trajeron los agentes ayer cuando, bueno... Ya sabes.– era raro ver a Jake incómodo, queriendo evitar el tema. Lisa supuso que debió haber sido duro para él, pensar que iba a perder a su compañera, otra vez. Se fijó en que estaba apretando la sábana con la mano, ese gesto le confirmó su presentimiento, le puso su mano encima para tranquilizarlo. Levantó la vista e intercambiaron una mirada, como una pregunta silenciosa que Lisa contestó, estaba bien. Él se aclaró la garganta.– Casi se me olvida,– se inclinó y tomó algo del sillón.– te he traído tu ropa, he supuesto que te gustaría llevarla cuando nos fuéramos.– le entregó el montón de ropa con sus zapatos encima.

Estaba en lo correcto, le encantó tener de vuelta su ropa. Levantó su chaqueta de cuero.

–No sabes como la había echado de menos. Y a mis zapatos. No pienso llevar tacones en una larga temporada.

Él rio, una risa cristalina, sin preocupación. Alguien no podía estar demasiado mal si era capaz de hacer chistes. Un enfermero apareció por la puerta, preguntando para llevarse a Lisa a una revisión antes de darle el alta, el chico traía con él una silla de ruedas. Ella aceptó, bajó de la cama despacio y con cuidado, procurando no doblarse sobre la herida más de lo necesario, y se fue con él. Jake dijo que iría a traer el coche, que un agente ya había traído desde el lugar de la fiesta. No tardaron mucho, a Lisa le hicieron un chequeo completo para asegurarse de que todo estaba bien, pero no fue muy largo, antes de la hora de comer le habían firmado el alta. La obligaron a sentarse de nuevo en la silla de ruedas, pese a que había afirmado reiteradas veces que se encontraba bien y era perfectamente capaz de andar por sí misma, le aseguraron que eso daba igual, que era una mera formalidad, y llamaron a Jake, para que él mismo la acompañara. Lisa se mostraba algo desconfiada.

–No sé si fiarme de ti para llevarme.– le confesó mientras él empujaba su silla por el pasillo, se llevó una mano al pecho con aire sumamente ofendido, muy exagerado y dramático, por supuesto.

Crónicas de un espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora