Ya quedaba poco, otro salto y entonces... Volvió a besar el suelo.
Lisa llevaba una semana entrenando sin parar junto a Jake. Salían a correr, hacían flexiones e incluso practicaban lucha. Todo iba perfecto, de no ser por aquella maldita última prueba: la pista de obstáculos. Lisa lo había intentado incontables veces con todas sus fuerzas, pero era inútil, no había manera de conseguirlo.
Ese día llevaba toda la tarde probando una y otra vez sin apenas resultado, casi nunca lograba pasar de la mitad, mientras Jake la observaba y la animaba, soltando alguna de sus bromas de vez en cuando. Esa última vez, había estado cerca, pero no lo había conseguido. El muro de escalada, fácil; trepar por la cuerda, pan comido; las barras que había que pasar agarrándose solo con las manos, de acuerdo; incluso saltar de las pequeñas plataformas que había a las siguientes, era aceptable; pero las malditas tablas movedizas, una especie de puente colgante que temblaba, eso era imposible. Nunca había conseguido pasar aquella prueba, nadie podía hacer eso. Lisa se encontraba exhausta y decepcionada, tumbada de espaldas en el suelo.
–¡Aarrgg!– exclamó exhausta en el suelo, le dolían todos los músculos del cuerpo, jamás en su vida había estado tan cansada, pero lo peor era la frustración mental que sentía, todo se iba a ir al garete si no conseguía pasar esa maldita prueba.– No puedo más, nunca lo voy a conseguir.– Se incorporó y se sentó con las piernas cruzadas, agachando un poco la cabeza desanimada.
–Vamos, no seas negativa, ya lo conseguirás.– Jake se acercó y se puso de cuclillas para darle ánimos.
–Ya estoy harta. Esto es imposible. Nadie puede ser capaz de hacer esto.
–Yo puedo hacerlo.– dijo Jake sin expresión. Como si tal cosa.
Lisa levantó la cabeza hasta mirarlo levantando una ceja, incrédula.
–Sí, ya, claro.
–Que sí.
–A ver, chulito, demuéstralo si es tan sencillo.
Dicho esto, Jake se levantó totalmente serio y se dirigió al inicio de la pista. Y empezó. De un salto subió a la cuerda y comenzó a trepar con soltura, pasó por las barras con facilidad, no se inmutó al pasar por los postes, cruzó el puente movedizo sin mayor problema y con un salto terminó el circuito.
Con una gran sonrisa de satisfacción volvió con la chica, que había observado toda la escena atentamente y había ido abriendo la boca y levantando las cejas en señal de sorpresa progresivamente. Y que ahora lo estaba mirando sin poder parpadear, con su vista fija en él.
–¿Cómo?– consiguió preguntar cuándo pudo cerrar la boca, levantándose del suelo.
–Te lo he dicho, es fácil, solo necesitas práctica. Inténtalo una vez más.
–Está bien.– dijo después de un suspiro.
Fue al inicio, todo iba bien, la cuerda, las barras... Y cuando ya estaba a punto de llegar al último tablón del puente, se le resbaló el pie y cayó de lleno en el barro.
No se lo podía creer, eso era lo último que le quedaba esa maldita tarde. Estaba helado, pero eso no era lo peor, ni siquiera el golpe. No, lo más horrible es que era tan denso y pegajoso, con un intenso color rojizo, que por mucho que intentaba sacudírselo del cuerpo, no servía para nada, era inútil, se negaba a despegarse de su cuerpo. Era una masa pastosa y densa que hacía que le costara levantar los brazos debido a su peso.
Jake hacía lo que podía por contener la risa mientras se acercaba, pero para Lisa sus esfuerzos no eran suficiente.
–¿Necesitas ayuda? ¿Tampoco puedes levantarte?– le dijo bromeando, tendiéndole la mano.
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Crónicas de un espía
SpiritualLisa era una chica normal, o, al menos, eso creía ella. Hasta que un día, todo cambió. Tras la muerte de sus padres se sentía perdida, le sucedían cosas extrañas, cuando un chico muy raro apareció de repente en su vida para poner esta patas arriba...