A TAMAKI AMAJIKI FANFICTION.
« Hay canciones que solo puedes escuchar una vez, porque luego ya no impactan en ti de la misma manera. Así es la relación entre Tamaki y yo » dije, intentando convencerme de que el montón de mentiras que salía de mi boc...
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—¿Están seguros de que no les pasa nada?
Me removí ligeramente en mi asiento, sin despegar la vista del pizarrón mientras terminaba de hacer los ejercicios. No sé exactamente como había reaccionado Tamaki detrás de mí. Desde lo sucedido en mi habitación, ninguno había hablado de ello directamente, simplemente preferíamos no volver a tocar el tema. Fingir que no había pasado. Ya nos habíamos besado antes, pero teníamos catorce y después de eso nos declaramos un odio absoluto. Ya estamos grandes para ello.
Aunque no lo suficiente como actuar como adultos y aclararlo.
—No sé de qué hablas, Nejire.
—Ah no, no me tomen por tonta, sé que algo pasa. ¿Verdad, Mirio? — preguntó al rubio, en cuanto este abrió la boca para responder, la de cabello claro se adelantó — ¿Se pelearon de nuevo?
—¿Alguien quiere resolver los ejercicios de la pizarra?
—Yo — me puse de pie más que rápido, escapando de la insistencia de Hado.
En cuanto estuve frente al pizarrón, comencé a escribir mecánicamente. Mi mente no dejaba de darle vueltas al beso, a como se había sentido y lo corto que me pareció. Eso realmente bastó para comprobar que algo me estaba pasando con Amajiki, y una parte de mí se odiaba por eso. Sentía que me estaba traicionando a mí misma y a todo lo que había pasado. Recuerdo perfectamente como había sido la escena en donde yo terminé medicada y él en el hospital. Lo lastimé, me traicionó. Eso debería haber sido lo único que importa.
Resulta que no lo era todo.
Porque me muero por un momento así de nuevo. A pesar de todo.
—Gracias Dai, toma asiento — ni siquiera me di cuenta cuando terminé los ejercicios.
Asentí algo aturdida, obedeciendo. Me la pasé todo el día así, desconectada de lo que estaba sucediendo.
Solo conozco una forma de volver a ser yo.
La biblioteca.
Me sumergiré en libros hasta perder la consciencia.
Sweet Candy no había vuelto a comunicarse conmigo desde entonces, pero no dejo de sentir un escalofrío cada vez que estoy sola, como si alguien me vigilara. Había concretado la reunión con mi progenitor para el sábado a las 10, y como recién estamos a miércoles, mi ansiedad no me permite estar tranquila. Las cosas se me acumulan y necesito solucionarlas de un modo compulsivo.
Me pasé el resto de la tarde en ese lugar, adelantando contenidos y desviando mi mente de cualquier preocupación que albergara mi mente. Eso nunca duraba mucho.
