XXII

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Solo mírame, cariño, día
y noche. No me hagas daño,
soy adicto a ti.

—Stray Kids ; Taste

Tragué saliva mientras me removía en mi lugar

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Tragué saliva mientras me removía en mi lugar. La sala espejo me permitía ver a mi progenitor del otro lado del cristal. Tenía las mejillas con cortes, el cabello despeinado y el labio roto. Sangre seca manchaba su camiseta y su espalda se encorvaba sobre la mesa, que tenía unos archivos y un café que ya se había enfriado encima. Sus muñecas estaban cubiertas con las esposas especiales para que su quirk no fuese un problema. De un segundo a otro, sus ojos se movieron lentamente hacia el cristal en mi dirección, pero sabía bien que no había forma de que supiera que yo estaba aquí. Aun así, se sintió como si lo hiciera, y eso me ponía nerviosa.

—¿Estás segura de esto? — la voz tímida de Amajiki detrás de mí llegó a mis oídos.

—¿Qué te preocupa? — pregunté de vuelta, mirándolo de soslayo — Cualquier cosa que pueda decir sobre lo que hicimos ellos ya lo saben.

El tacto de su mano contra la mía me sobresaltó incluso cuando me obligó a voltear hacia él.

—Tú me preocupas — dijo sin miramientos —. Él está demente, no confío en nada de lo que pueda hacer.

Lo miré una vez más a través del cristal antes de posar mis ojos en el muchacho frente a mí.

—Deberías preocuparte más por él — aseguré, acercándome a la puerta de la sala de interrogaciones —, yo estoy mucho más loca.

Llené mis pulmones de aire y entré a la habitación.

Por un momento solo fuimos él y yo. Padre e hija. Quien había comenzado las cosas y quien podría terminarlas.

Una nube de silencio nos envolvió, más tensa que cualquier otra. Kane sabía bien que del otro lado del cristal estaba todo el equipo viéndonos, por lo que, si quería sacarle una respuesta, debía ser astuta. Jugar con una carta donde sabía que vencería. Debía mentir.

Una sonrisa tiró de mis labios, algo astuta.

Él la imitó.

—Mamá se enteró que estás acá — solté de golpe, viendo como toda su postura cambiaba —. Viene en camino, querrá hablar contigo.

—¿Cómo diablos se enteró?

—Yo se lo dije — me encogí de hombros con simpleza mientras me sentaba frente a él —, no sabía que debía ser un secreto. Creí que querrías ver al gran amor de tu vida después de tanto tiempo.

Él se rio en mi cara.

—Tu madre no es mi gran amor.

—¿Y quién si lo es? ¿Sweet Candy? — me burlé también. Es mejor que creyera que lo hacía para molestarlo y no para sacarle un motivo.

¹𝐎𝐏𝐄𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐒𝐄𝐐𝐔𝐄𝐍𝐂𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora