|C a p í t u l o 15|

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Adam no sabía que más hacer para que su amigo entrase en razón. McFadden se comenzaba a obsesionar cada vez más con Smith. Después de la conversación que mantuvieron en el parque, pudo percatarse que su amigo temblaba con tan solo recordarla, lo que podría ser por el hecho de haber reprimido tanto tiempo el hablar o verla. Y, por último, estaba el hecho de nunca haber superado el abandono de su madre. Steven tenía un pasado tormentoso que pocos sabían, y que él había querido enterrar y olvidar por siempre; pero su personalidad y patología, lo llevaron a un camino con difícil retorno. Difícil por qué, conociendo a Steven, se empecinaría a conseguir su objetivo.

Por más que quisiera ayudar a su amigo, no sabía cómo hacerlo y tampoco podía exigirle. Su vida era tan «imperfecta», que no se sentía con el derecho a exigir. Desde la llegada de los residentes, muchas cosas habían cambiado. Primero, ya no contaba con el tiempo suficiente para su vida personal la cual, se estaba desmoronando lentamente. Desde hace un tiempo, que tenía la necesidad de estar con Rose, y a pesar de que ella estaba en pareja, poco le importaba, aun recordando que él había sido quién la impulsó de alguna forma a estar con Liam. Luego se encontraban sus residentes, y si eran buenos alumnos, no podía quejarse de aquello, pero, dentro de lo bueno siempre hay algo malo llamado Harry Collins. Harry se encontraba en el tercer lugar de su lista de «cosas importantes» y no es que le importara su alumno en si; a Adam le estaba preocupando algunos comportamientos extraños que comenzaba a tener Collins. Por ejemplo, el acercarse de una forma para que se sintiera intimidado, ante lo cual, nunca ha logrado. También le parecía extraño como se comportaba cuando él estaba explicando o dando indicciones. El cuerpo del chico comenzaba a temblar de forma leve y para disimularlo, apretaba sus puños y movía una de sus piernas. Pero también había días en que la intensidad de sus acciones era menor y solo se limitaba a mover el lápiz golpeando su cuaderno, arrugar el ceño y morderse los labios. Lo último podría ser una actitud de ansiedad, pero si lo sumaba a lo anterior, era completamente distinto.

Adam bebió un poco de su café, y se dirigió a su pequeña oficina que tenía en su departamento. Se sentó tras el escritorio, encendiendo su laptop. Entre los archivos digitales comenzó a buscar información sobre su residente. Al encontrar el archivo, comenzó a leerlo con el entrecejo levemente fruncido, pero nada fuera de lo común había. Solo se mencionaba lo destacado que era en las clases y en las residencias anteriores. Nada negativo se podía leer de su expediente, lo que debería haberlo dejado tranquilo, pero no fue así. Suspiró derrotado y apoyó su espalda sobre el respaldo de la silla. A lo mejor solo estaba viendo cosas que no eran como tal, o tal vez el chico solo se encontraba algo estresado, ya que el Saint Thoma's Hospital era uno de los lugares más difíciles para los residentes o, desde su punto de vista, el más exigente. Debía de descansar mucho más.

Se levantó y se dirigió a la sala principal, se recostó sobre el sofá y encendió la televisión, esperando que, con ello, sus ideas se disiparan de su cabeza. Poco duró aquella tranquilidad cuando su teléfono móvil comenzó a sonar. Buscó con su mirada su teléfono móvil guiándose por el sonido, hasta que lo visualizó sobre la mesa de la cocina. Se dirigió hasta aquel lugar y al ver el nombre de quien llamaba, levantó ambas cejas.

[2° Libro]Love is a drug-Los Fantasmas VuelvenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora