CAPÍTULO VEINTISÉIS

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CAPÍTULO 26

❛EXPLÍCAME❜

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EL CASTILLO  NO ERA EL MISMO que Urania llevaba conociendo todos aquellos años, su característico color anaranjado y la alegría eran inexistentes por cada esquina de la escuela por la que pasaba. La ceremonia de apertura había estado cargada de tristeza y absoluto silencio, Urania no había visto día más triste en el castillo desde la muerte de Cedric Diggory.
 
La presencia de Voldemort se notaba por todas partes, empezando por los cambios de profesores y de asignaturas. Amycus Carrow, mortífago al que Urania detestaba, junto con su hermana se habían convertido en los directores adjuntos así como respectivos profesores de Artes Oscuras y Estudios Muggles. Los dos eran auténticos monstruos, no solo por el hecho de haber participado en el asesinato de una de las profesoras, sino por cambiar por completo asignaturas solo para dar lo que, para ellos, era lo que verdaderamente importaba.
 

En la primera semana de aquel curso Urania ya había sentido más estrés y angustia que en todos los días previos a los T.I.M.O.S. Muchas cosas se le juntaban a la joven: el tener de nuevo su varita, la preocupación por Theo e Ibeth, así como de su tía y Draco, pero sobretodo del nuevo secreto que debía guardar.
 
Tras la confesión de la amiga de Phemie, Clara, en el compartimento temía que en cualquier momento la descubrieran. Aquel grupo de tres no era tonto, habían preparado un plan para que no se descubriese el origen de Clara. Logan la había hecho pasar por una de sus primas lejanas en todos los documentos del Ministerio que la madre de Phemie pudo cambiar. Por ahora el plan había funcionado, Urania compartía mesa con Phemie y Luna todos los días a la hora de comer y cenar así que solía estar informada de cualquier sospecha.
 
Urania agradecía que aquel trío le dejase pasar tiempo con ellos. Comenzaba a notar la falta de sus mejores amigos ya que Luna solía pasar más tiempo con Ginny y Neville. 
 
 
 
 
Ese martes por la mañana a los alumnos de Ravenclaw les tocaba compartir la clase de Artes Oscuras con los de Slytherin. Aquello para Urania era sinónimo de Tortura. En esas clases tenía que soportar por dos horas las miradas de los amigos de Theo y Draco sobre ella así como la mofa constante de mortífago que impartía la clase.
 
—Silencio—chilló Amycus Carrow cuando un leve murmullo se alzó entre los alumnos—. A partir de mañana dejaremos el repaso de esta tontería de maleficios para pasar a los que realmente son importantes.
 
Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro cubierto por una barba desaliñada y canosa. El mago, con varita en mano, comenzó a pasear por la sala con sus brazos a la espalda. Todos los alumnos le observan expectantes, ansiosos tal vez de oír alguna brillantez, pero Urania no. Al contrario que otros años esta vez se encontraba al fondo de la clase, escondida detrás de un compañero de casa que era muy alto y con su vista clavada en su libro. No quería hacer contacto visual con ninguna persona de aquella sala ni tampoco escuchar nada, todo aquello solo la transportaba a todas las clases impartidas por su abuela y le producía un gran rechazo.
 
—Tú—habló Amycus, parándose al lado del pupitre de Urania tras preguntar a otros alumnos—. Señorita Amery—dijo usando su varita para levantar el rostro de la joven. Urania no había mirado nunca con tanto odio a alguien como lo hacía ahora—, la he visto poco participativa en mis clases estas semanas y no quiero comenzar a quitar puntos a Ravenclaw.
 
Urania no podía sentir más desprecio por el hombre aquel y sintió un gran alivio cuando quitó su varita de su barbilla. 
 
—Quiero que me diga alguien hechizo, señorita Amery—habló el mortífago.
 
Petrificus Totalus—respondió y el hombre inspirado exasperado.
 
—Ese no.
 
—Pero es una maldición, profesor—dijo Blaisie Zabini en la parte delantera de la clase.
 
—Pero no una que produce suficientemente daño, señor Zabini—contestó el profesor con una mirada severa al chico y volvió su atención de nuevo a Urania—. Ahora, si no quiere restarle cincuenta puntos a su casa señorita Amery, pronuncieme un maleficio de verdad.
 
Urania se tensó, comenzando a apretar ligeramente sus uñas contra la palma de sus manos. No quería pronunciar ni uno solo ya que de ese modo le estaría dando a su abuela una satisfacción que ella no quería darle.
 
—Señorita, no tenemos todo el día—volvió a decir Amycus aún más irritado al ver que la joven no respondía—. Y no creo que no se sepa ninguno si ha sido entrenada por una de las fieles seguidoras del señor oscuro.
 
Y con aquellas simples palabras Amycus provocó que toda la clase se girara hacia la joven bruja. Muchos murmullos se comenzaron a generar y esta vez el mortífago parecía disfrutarlos.
 
—Cinco segundos, señorita Amery.
 
Urania no podía encontrarse más incómoda, su corazón latía rápido en su pecho, su pie no dejaba de subir y bajar y las miradas no dejaban de posarse en ellas.
 
—Tres…
 
Tenía que decir algo, si ya la comenzaban a mirar mal quitar cincuenta puntos a su casa sería lo último que haría antes de que la comenzasen a linchar.
 
—Dos…
 
—¡Rumpere!—soltó sin pensar mucho más, sintiendo como los maleficios que habían estado rondando en su cabeza volvía a su rincón oscuro.
 
—Bien—festejó el hombre—, una chica sabia. El hechizo rompedor de huesos…¿a quién deberíamos probarlo hoy?
 
—¡No!—dijo Urania haciendo chirriar su silla contra la madera al levantarse, pero ya era tarde. El mortífago ya infligía la maldición contra uno de sus compañeros de casa. Sin esperarlo, varias personas chillaron de dolor junto a su compañero, que ahora se sujetaba la muñeca rota. El timbre sonó.
 
—Muy bien, se acabó, una fantástica clase. Espero verles el jueves a la misma hora—se despidió el mortífago como si nada hubiese pasado. Los alumnos salieron prácticamente corriendo del aula, ayudando al compañero de la muñeca rota y echando miradas poco amistosas a la rubia. 
 
Urania se había quedado parada en su sitio de pie, completamente conmocionada con lo sucedido.
 
—Un gran espectáculo el que has creado hoy, patito—era Pansy Parkinson quien lo decía mientras pasaba a su lado con aires de superioridad. La ravenclaw ni siquiera se permitió hacerle caso.
 
—Pansy, por favor—se quejaba detrás de ella Blaise, el chico parecía ciertamente molesto con la actitud de la morena pero aún así la siguió hasta la puerta. Allí, por unos instantes, se paró y volvió la vista hacia atrás, observando como Urania comenzaba a recoger sus cosas—. Vas a llegar tarde—le dijo, tratando de animarla, aunque no era muy bueno en eso.
 
Urania no se sorprendió de la presencia del chico, era un amigo cercano de Draco y solía rondar cerca cuando los dos aún estaban juntos. Aún así, su presencia, no le interesaba en absoluto.
 
—Lo tenía asumido, Zabini—contestó con cierto mal humor, guardando a tropezones sus libros.
 
La ravenclaw se abrazó fuertemente a su libros y pasó prácticamente volando por la puerta, chocando ligeramente con el chico.
 
—Draco me ha dicho...—comenzó a gritar para pararla, pues Urania ya giraba por el pasillo de la izquierda. Pero antes de que pudiese terminar su frase Urania ya le interrumpía.
 
—No termines la oración, por favor—le dijo desde la distancia, sintiendo como su corazón se había acelerado por unos segundos al escuchar su nombre—. Si él quiere decirme algo que lo haga en persona, no hace falta que os mande como si fuerais sus sirvientes—. Blaise trató de contestar—. No lo intentes, llegó tarde a clase.
 
Y con aquello Urania desapareció por el pasillo, dejando a Blaise con ninguna excusa que darle a su amigo.
 























THE SWAN AND THE SNAKE ↯ Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora