"En el cielo"

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_ La amo..._
Susurró al fin dentro de ella, sintiendo que no había nada más hermoso que volverla a sentir.

Tantas noches había imaginado ese momento, tantos días padeciendo su ausencia, tanto tiempo imaginando no poder recuperarla, que le parecía un sueño hacerla suya otra vez.
Allí estaba por fin, con Betty, su Betty... la única mujer que anhelaba con cada fibra de su cuerpo, la única por la que había pasado tantas noches en vela, esa que en la oscuridad de un cuarto le había robado el alma y dejado una marca imposible de borrar.
Por fin la tenía allí, y entrar en ella, se sentía como entrar en el cielo, o al menos así, imaginó que debía sentirse.

La había deseado tanto y por tanto tiempo, que luchaba con él mismo intentando contenerse.
La pasión lo desbordaba, y no quería dañarla, pero le era muy difícil controlar sus movimientos después de haberla esperado tanto.

A pesar de los esfuerzos, no pudo evitar que Betty sintiese el dolor de su sexo moviéndose dentro de ella, haciéndola emitir un leve quejido, entonces preocupado se detuvo y consultó:
_¿Le duele mi amor? ¿La lastimé?_

_ No doctor, por favor siga_
Respondió llena de pasión. Por supuesto que dolía, era la cuarta vez en su vida que hacía el amor con alguien, pero se sentía el dolor más hermoso que había experimentado jamás.

_ ¿Está segura mi vida? Porque no quiero hacerle daño. Quiero que lo disfrute, tanto como lo estoy disfrutando_

Betty sonrió ante esa dulzura que lo caracterizaba, pero ella también había esperado demasiado, y lo deseaba tanto, que no quería detenerse.

_ Siga doctor, no se detenga... _
Respondió excitada, olvidando el pudor y la timidez.

Armando sonrió ante su pedido, y se animó a profundizar en sus movimientos, ayudándola a flexionar las piernas, y acomodándose para encajar mejor en su sexo. Allí, extasiado ante la presión y el calor que su cielo ejercía sobre su sexo, comenzó a moverse suavemente, para luego empujar con firmeza.

_ Doctor, doctor _

Susurraba Betty llena de placer, y aferrándose suavemente a sus glúteos, lo acompañó en el movimiento meciendo su cuerpo al mismo ritmo.

_ Lo amo..._
Repetía excitada, haciendo que él sonriera al oírla.

Armando notó como iba perdiendo el pudor, y eso lo enloquecía, porque sentía que ella en verdad lo deseaba. Era tonto imaginar a un Armando inseguro ante lo Betty sentía, pero la verdad era que él no era conciente de todo lo que generaba en Betty. Ella se había negado muchas veces a estar con él, y esa negativa encubrió todo lo que sentía al tenerlo cerca. Él no sabía que Betty era una mujer que se quemaba con sus caricias, o se debilitaba sólo con un beso. (Así lo hubiese leído, la negativa de ella, le había creado inseguridad.)

Entonces entrelazó una de sus manos con la de Betty por encima de la almohada, y mientras se movía dentro de ella, saboreaba sin pudor sus labios, profundizando con perfección en su boca, y aferrándose a su exquisito muslo con la otra mano.

A Betty ese movimiento la enloquecía, y su cuerpo caliente pegado al de ella, era una sensación que había extrañado cada día desde esa última noche juntos.

Armando se apartó para observar su rostro, intentando cerciorarse de que no era un sueño, y aunque la oscuridad que Betty requería los rodeaba, la luz de la luna poniéndose de su lado, lo ayuda a ver sus hermosas expresiones.

Notó sus labios entreabiertos jadeando, y y eso lo enloqueció, pues Betty en el pasado solía hacer esa expresión durante y después de un beso, y cuando ya no estaba con ella, era una de las cosas que más recordaba y encendía al pensarla.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora