El dolor transforma más que el amor

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Mientras Santiago se acomodaba en la silla, y bebía un sorbo de vino para luego comenzar a relatar su historia, Marcela volteó a ver a su alrededor, sintiendo un inusitado deseo de volver a su apartamento. No por ver a sus conocidos murmurando sobre ella, sinó por la tristeza que la embargó como solía sucederle últimamente. La necesidad de estar con Armando volvía cómo cada noche, y lo único que deseaba en ese momento era salir corriendo de allí para encerrarse en su apartamento a llorar, como lo hacía desde su separación.

Santiago que parecía leer sus pensamientos se detuvo al ver su expresión de angustia, y antes de comenzar a contar su historia, le tomó con ternura la mano.
_ Sé que estar aquí no debe ser fácil para usted, pero encerrarse en su apartamento tampoco la haría sentir mejor._

Marcela levantó la mirada con sorpresa ante sus palabras, ¿Cómo podría saber lo que pensaba? ¿Era tan obvia su actitud? Santiago mirándola con ternura agregó:
_ Créame que entiendo bien cómo se siente romperse en mil pedazos, pero estar aquí y hablar de lo que está sintiendo, no sólo la va ayudar a ver las cosas desde otra perspectiva, sinó que será más reconfortante que encerrarse en su dolor._

Marcela alejó su mano de él, incomoda, aunque también se sentía conmocionada al ver que Santiago entendía como se sentía. Ese hombre que apenas conocía, no sólo la comprendía, también parecía interesado en su bienestar, despertando sentimientos que se negaba a reconocer.

_ Perdón, no es mi intención ofenderla, sólo quise hacerle saber que cuenta con todo mi apoyo... _

_ Está bien, no se preocupe, más bien cuénteme lo que pensaba contarme por favor._
Dijo evitando continuar con ese incómodo momento, y apresurar el fin de la cena.

_ Ok, le contaré una parte de mi historia, una en la que también se me rompió el corazón, y para que vea que confío en usted, le diré cosas que sólo mi entorno más íntimo conoce.
Hablar de esto con las personas correctas fue lo que me salvó, por eso es que quiero compartirlo con usted, pues creo que podría ayudarla._

Marcela no dijo nada, sólo guardó silencio esperando que comenzara con su relato de una vez por todas, para después de cenar poder irse lo más pronto posible a su apartamento, a encerrarse tal como él lo había dicho, en su dolor.

Santiago entonces al verla tan callada, creyó que en verdad deseaba oír su historia, así que entrelazando sus manos y apoyándolas sobre la mesa, inmediatamente comenzó a hablar:
_ Hace unos pocos años atrás, también estuve cerca de contraer matrimonio...
(Marcela al oírlo abrió los ojos sorprendida) La mujer con quién estuve por casarme se llamaba Laura Sáenz, y fue una persona muy importante para mí... La conocí en nuestra empresa, cuando todavía no era muy reconocida como modelo, cuando recién comenzaba sus primeros desfiles con nosotros. La contrató Francisco Astrada, el papá de Giovanni nuestro actual presidente, y apenas nos conocimos, la atracción fue instantánea... Dónde estaba uno, siempre estaba el otro, ya que era difícil mantener la distancia entre ambos. Podría decirse que nos enamoramos a prisa, pues yo me volví loco por ella, y ella sentía lo mismo por mí, así que como se imaginará, le propuse vivir juntos, y ella se mudó a mi apartamento feliz.

La relación que teníamos cada vez era más fuerte, así que apenas a un año de estar juntos, le pedí matrimonio, y para mi sorpresa, inmediatamente se lo propuse ella comenzó con los preparativos de la boda cómo si quisiera casarse lo antes posible.

Yo noté su ansiedad por hacer todo a prisa, pero como debía cumplir con un par de viajes por cuestiones de trabajo, no podía ayudarla, así que intentando sorprenderla, llamé a su mamá que vivía en Chiapas, pues para que la ayudase con los preparativos, y para hacerle compañía en mí ausencia. Inmediatamente llegó su madre, noté que su actitud cambió para conmigo, pero como debía viajar al día siguiente, no pudimos hablar de cuáles eran los motivos por lo que se comportaba así. Así que sin poder conversar acerca de lo que la estaba aquejando, volé inmediatamente a Miami, y los días que siguieron, no supe nada de ella. Cada que llamaba su madre me decía que había salido, o estaba ocupada, y cuando la volvía a llamar, estaba dormida o dándose una ducha. Me pareció raro que no hablara conmigo, pero traté de pensar en que tal vez todas las novias se ponían así antes de una boda, que seguramente con tantos preparativos no tenía tiempo de lidiar conmigo.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora