Capítulo 19

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"...Oh honey please, don't shed no tears

As long as im here..."


Unos días antes de mi cumpleaños, Candela aterrizó en Barajas desesperada, es que, tres días antes de su llegada yo había sufrido una crisis de nervios muy fuerte que terminó llevándome a una guardia madrileña alrededor de las tres de la mañana. Peter nunca me respondió ni un solo mensaje que le mandé, y esa noche terminé de enloquecer. Hacía ya diez días que no tenía idea de él, Eugenia tampoco, lo llame una cantidad de veces que ni siquiera me atrevo a pensar y cuando no me atendió, enloquecí. Tenía casi media botella de vino encima y cuando no supe qué más hacer recurrí a los ansiolíticos recetados que tenía guardados. Claro que la mezcla de alcohol y psicofármacos hizo el efecto contrario al que buscaba, que era dormirme, me altero el triple. Mi garganta se cerró por completo, mi corazón se aceleró y mis manos no paraban de temblar. Después del portazo de Peter y de haber estado todo ese día en la cama, el lunes cuando regresé a trabajar no tuve otra opción que llamar a Florencia para contarle lo que estaba viviendo, la angustia que cargaba no me dejaba trabajar, pensar ni dormir, entonces seguí su consejo de conseguir la medicación para momentos donde colapsara. No quiero admitir que durante esa semana tome más de la cuenta para poder seguir con mi rutina, pero así lo hice. Mi familia, que ya estaba al tanto de todo lo sucedido, solo me acompañó en silencio y le dejo ese lugar a mis amigas. La soledad de Madrid me estaba enloqueciendo, no quería salir ni ver a nadie. Del trabajo a mi departamento. Pedí en Sony un descanso para el disco y culpé al cansancio del rodaje nocturno de esas semanas, que a la vez fue lo que me salvó de los ataques de llanto que me sucedían a la hora de dormir. Esa noche, la más fea que me había tocado vivir desde que estaba en España, mi única compañía real, vía teléfono fueron Eugenia y Candela. Entonces, decidió que era momento de tomar un avión y acompañarme unos días. Euge me pidió por favor que no me negara, que no sea testaruda y que aceptara la visita de Cande. Ya no tenía fuerzas, así que me limité a decirle que sí.

- Amiga – abrí la puerta de mi departamento y ella se abalanzó sobre mi cuerpo, me abrazó dejando la puerta abierta de par en par y la valija del otro lado –

- ¿Cómo viajaste? – sonreí débil y ella, siempre tan dulce, acarició mi brazo –

- Bien, por suerte muy bien y dormí todo el vuelo – asentí - ¿Vos? ¿Cómo pasaste la noche?

- Uf – levanté mis hombros – me acosté tarde, porque quise aprovechar y ordenar un poco – señalé el living – ya sabrás cómo viví estos días – se mordió el labio y negó con la cabeza – pero pude descansar de corrido un par de horas

- Bueno, vos quedate tranquila que ahora me tenes a mí y yo me voy a ocupar de vos – reí, como pude y volví a abrazarla –

Acomodó su ropa en un sector del placard que le había dejado, que también era el espacio de Peter cuando tenía sus visitas, yo me senté en la cama con las piernas cruzadas y me mantuve en silencio, solo escuchaba lo que ella tenía para decirme. Me contaba de sus últimos días en Buenos Aires, lo estresado que había quedado Andrés con su gato solos los dos, que le había dejado a cargo el compost y que tenía un listado con responsabilidades que cumplir. Reí de compromiso mientras le doblaba las remeras y los buzos que tenía en su valija. La bromeé preguntando cuánto tiempo pensaba quedarse y se giró achinando los ojos diciéndome "Todo el tiempo que yo crea necesario, ¿te molesta?" me mordí el labio y negué.

- ¿Vamos a almorzar? – me preguntó mientras yo releía libretos - ¿O estás muy ocupada?

- Podríamos ir – levanté la vista y me saqué los anteojos - ¿Qué tenes ganas de comer?

DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora