Capítulo 3

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"...I wanna make you happy

I wanna make you feel alive

Let me make you happy

I wanna make you feel alive at night..."

Peter ayudó a Eugenia a subir a Rufi al auto, estaba completamente dormida. Yo me apoyé sobre la puerta de acompañante mientras acomodaban a la pequeña en su sillita. Sonreí. El alcohol estaba todavía en mi cuerpo, sabía que hacía lo que no debía y eso no me generaba malestar, al contrario, me generaba muchísima adrenalina y eso necesitaba sentir.

Cande se despidió con un abrazo a cada uno y Gastón también, esta vez ella lo llevaría a su casa porque Peter tenía otro destino. Mi casa. Euge me dio un beso en el cachete y me deseó suerte. Negué con la cabeza, solamente íbamos a hablar y teníamos mucho para charlar. Cuando los dos autos partieron y nos quedamos solos, enfrentados pero sonriendo me hizo un gesto con su cabeza para subir a su auto. Respire profundo. Me convencí de que no había nada de malo en juntarnos a charlar. Eran alrededor de las nueve de la noche, teníamos tiempo para hablar tranquilos.

Subí a su auto y automáticamente fue un volver a vivir. Su olor impregnado en los asientos, el desorden del asiento de atrás. Arrancó y el silencio nos invadió. Nos espiábamos mientras tomaba el camino de salida. Dejamos atrás la guardia y le indiqué el camino para llegar a mi casa. Pregunté si podía poner música y por supuesto que me dejó. Solamente bastó en prender el aparato y que automáticamente se conecte al bluetooth del celular de Peter y que The Kooks suene. Largué un suspiro y una risa tímida. Lo miré y sacó incómodo su celular de su bolsillo y me lo alcanzó para poder cambiar la música.

- No no – le sonreí y le rechacé el celular – Me gusta – apoyé mi cabeza contra el cabezal del asiento y lo miré –

- Desde el día que me dijiste que habías estado escuchando no pude parar – río y miró al frente – Gran banda – asentí y me acerqué a subir el volumen –

- En tres salidas tenés que bajar – le señalé el cartel – y de ahí todo derechito hasta que te diga donde

- Buenísimo – y el silencio volvió a ser parte y se envolvió con la música de fondo – ¿No hay problema con esto no? – respire hondo y lo miré –

- Obvio que no – sonreí para intentar tranquilizarlo – Si hubiera no te invitaba a mi casa – y largué una risita, porque sabía que podía haber varios problemas, pero no iba a pasar nada –

Cuando llegamos a la puerta del barrio me asomé yo por encima de él para que nos dejaran pasar. Él igualmente ingresó todos sus datos para que le dieran el permiso de circular. En ese mismo instante me llegó un correo avisándome del registro de Peter al barrio. Suspiré y elegí mantener la calma, tenía un millón de excusas para poner en el caso de que Santiago viera el mail, cosa que no sucedía nunca y nos traía varios problemas porque siempre me recriminaba diferentes situaciones que pasaban y él no se enteraba. No se enteraba porque no miraba los mails. Tampoco le interesaba. Manejó hasta la puerta de mi casa y cuando bajamos, los dos nos sonreímos cómplices. Solo había un auto, que era el mío y eso hizo que volviera a confirmar mi tranquilidad de lo que estaba haciendo. Busqué en mi cartera bastante revuelta, las llaves para poder entrar. Sonreí cuando giré las llaves y abrí la puerta. Lo hice pasar y observó la casa con detenimiento. Cuando quise darme cuenta de que mi ex estaba en la casa que compartía con mi novio ya era demasiado tarde. Dejé apoyada mi cartera en el recibidor y le ofrecí algo para tomar. Mi nuevo aliado iba a ser el alcohol para que no me dejara pensar demás y pudiera hablar de mis sentimientos sin ninguna pared. Serví dos vasos con cerveza y nos sentamos en el sillón, los dos en el mismo, enfrentados. Deje mis zapatillas tiradas y me acomode en forma de indio para mirarlo. Como era de esperar la charla empezó a fluir de manera muy natural, de nuestros proyectos, esta vez de una forma mucho más íntima. Me contó de la serie que estaba próxima a salir donde había rodado en Europa, su emoción, sus ganas de desarrollar sus experiencias me hacían sonreír sin parar. Me sentía estúpida escuchándolo, como me pasó siempre. Y cuando llegó mi momento de contar mi futura serie y mis proyectos en el exterior no recibí más que felicitaciones, consejos y buenas energías. La conversación fue larga, porque nos entendíamos, porque de alguna u otra manera nos manejábamos en el mismo mundo. Sus consejos, su manera de hablar de la profesión con tanta pasión me tenían hipnotizada. Le conté de mi miedo de instalarme por varios meses en Madrid, de extrañar Buenos Aires, y como siempre me alentó. "Mira si no vas a poder con esto La" y me derritió. Otros dos vasos de cerveza volvieron a girar en la mesa y la charla no frenaba. Nos pusimos al día, me contó de su familia, personas que yo adoraba con el alma, que siempre me hicieron parte. Charlamos de mi familia y de que próximamente iba a ser tía nuevamente de Beltrán, me felicitó y me dijo que ya había felicitado a mi hermano cuando se enteró a través de Agustín, quien iba a ser el padrino. Recordamos juntos viejos momentos. Hablando de nuestras familias volvimos el tiempo atrás y recordamos las escapadas que hacíamos cuando éramos novios a Cariló. Nos reíamos de cómo nos escondíamos como dos adolescentes y como teníamos que negar nuestro amor para el resto del mundo. Cuando los dos queríamos gritarlo a los cuatro vientos. Compartir con él mi juventud fue mágico, nos cuidábamos, nos queríamos de una manera muy intensa. Así también fue como terminó todo, de un momento para el otro, conmigo arruinándolo todo una vez más.

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