Annabella
No sé exactamente qué hora es, pero ya me duele el trasero por pasar tanto tiempo sentada en el suelo del baño. Siento el cuerpo agarrotado, los ojos pesados por las lágrimas y el sueño, la nariz congestionada y la cabeza me palpita.
Me levanté y solté un alarido de dolor cuando la espalda me escoció. No volveré a sentarme en el suelo nunca, jamás.
Abrí la puerta y me quedé paralizada en la misma, pues la imagen de Dominic me golpea con fuerza. No logró verlo muy bien sin mis anteojos, pero hago lo que puedo. Trago en seco y camino hacia la cama, tenía que dejar de ser una cobarde.
Siento la mirada de Dominic sobre mí, pero yo no me atrevo a mirarlo. No puedo, no podría.
No quería caer, y si lo miraba, lo haría.
Otra vez, porque siempre pasa.
Me senté en la orilla de la cama, juego con el dobladillo de mi vestido, un suspiro tembloroso sale de mis labios.
—No podemos seguir con esto —negué, usé todo mi autocontrol para no derramar mis lágrimas—. Pretender que estamos bien cuando no es así.
—¿Qué es lo que pasa? —cuestiona, escucho la angustia en su voz—. ¿Por qué te comportas de un modo y a los dos segundos actúas de otra manera?
Frunzo el ceño, me giro a mirarlo.
—¿Yo actúo de manera confusa? —me pongo de pie y lo encaro—. No puedes decir eso cuando el Sr. Voluble eres tú.
—¿Yo? —aprieta la mandíbula—. He tratado por todos los medios saber qué es lo que te pasa, porque no te entiendo.
—¡¿Tú no me entiendes?! —exploto—. ¿No entiendes lo horrible que se siente que tú esposo pase de ti? ¿Qué se acueste con otras? ¿Qué tenga sexo contigo una vez al mes y luego finja que no existes? —siseo, me acerco a él sin apartar mi mirada de la suya, esa que se oscurece a cada segundo que pasa—. ¿Tú no me entiendes, Dominic? ¿No entiendes por qué lloro de impotencia al saber que solo me tratas bien cuando quieres tener sexo conmigo y después te vas? ¿Qué me dejas como si fuera una de tus amantes? —estoy a un metro de su cuerpo, levanto la cabeza para enfocarlo—. ¿No me entiendes? ¿No entiendes lo difícil que es darme cuenta que jamás voy a ser suficiente para ti? ¡¿No entiendes las lágrimas de sangre que he derramado al enterarme que jamás me vas a amar como yo te amo a ti?! —terminé en un sollozo—. Oh sí, me doy cuenta de que es muy difícil entenderme, Dom, lo sé.
Se pasa las manos en el cabello, cierra los ojos y suelta un pesado suspiro.
—¿Por qué no me lo dijiste? —cuestiona—. ¿Por qué no me contaste que te sentías así?
—Claro, te hubiera dicho si no llegaras casi todos los días cerca de la madrugada después de follarte a la puta de tu secretaria —le recrimino—. O tal vez te lo hubiera contado si me dejaras por lo menos bajar a desearte las buenas noches y no me dejaras encerrada en esta habitación como una prisionera.
—Anne...
—¡O quizás te lo hubiera contado si me trataras como tu esposa y no como tu maldita esclava! —le grito, porque estoy cansada y es estúpido guardar todo lo que tengo atorado en la garganta—. ¡Me he cansado de esperar a que abras los ojos y me veas! ¡Me cansé de esperar a que me ames! ¡Ya me resigné!
Me tiro del cabello con los dedos, gruño frustrada y cierro los ojos con fuerza.
—¡Estoy tan cansada de esto que creo conveniente lanzarme por el balcón! —digo entre dientes—. Esto debe parar, Dominic. Porque no puedo soportarlo más.
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Sr. Y Sra. Whittemore (Saga D.W. 1)
RomanceCOMPLETA Brindemos por lo que tú y yo sabemos, y por lo que nadie se imagina. Fuimos ese secreto que estuvo oculto en nuestras sonrisas. Fuimos nada, pero cuando estábamos juntos y solos, lo fuimos todo. Fuimos eso que nos mantuvo con vida y nos qui...