41. Seamos felices por un momento.

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Annabella

Dominic no deja de sacar comida del pozo sin fondo que él llama bolsa, desde que nos enteramos de que estaba embarazada, hace una semana, Dom se ha encargado de darme más comida de lo que he ingerido en veinticinco años de vida.

—No tengo hambre —le digo, pero sus ojos no se alejan del embace de yogurt nutritivo que Daniela me envió—. Dominic...

—Tienes que comer —espetó en mi dirección—. El doctor dijo que están bajos de peso, por lo que vas a comer.

—Dom, comí hace media hora —solté una risita y tomé su mano, impidiendo que siga sacando cosas de esa bolsa—. Vamos, cálmate, por favor.

—Me calmaré cuando los vea fuera de esta cama —abro la boca para contradecirlo, pero decido morderme la lengua.

Para Dominic ya no era solo yo, ahora éramos dos.

El bebé y yo.

Me sentía extraña cuando me trataba de esa manera, pero me gustaba, me hacía saber que se preocupaba, no solo por mí, sino que también por el bebé. Alejo la mesita plegable y me inclino para sostener su rostro, junto sus labios con los míos dándole un tierno beso.

—Te amo —murmuro sobre sus labios—. Pero terminaré como una vaca si me sigues dándome de comer de esa manera.

—Yo también te amo —sonrío y lo beso otra vez.

—Ven —tiro de su mano.

—Anne, tienes que comer...

—Lo hare después, ahora, recuéstate conmigo —esta vez no se niega, y yo no dudo en hacer un espacio para él en la cama.

Me habían cambiado de habitación hace unos días, ya que Dominic pensó que estaría más cómoda que en una habitación normal. No obstante, a mí me daba lo mismo, solo quería irme a casa. Ya llevaba un mes y dos semanas en el hospital, y a veces pensaba que cuando saliera, iba a ser hipersensible a la luz del sol.

Dom tira de mí cuerpo hacia el suyo con delicadeza, invitándome a apoyar mi cabeza contra su pecho y arrimarme todo lo que podía a su cuerpo.

—Cuatro meses —dice acariciando mi vientre. Dom estaba emocionado con el bebé, lo sabía, era como ver a un niño con un juguete nuevo—. ¿Cómo es que no lo notamos?

—No lo sé, la verdad —suspiré y cerré los ojos, aspirando su dulce aroma.

—Tenemos que buscar un nombre...

—Aún no sabemos que es —le recuerdo—. Tenemos que esperar al quinto mes.

Sus brazos se aprietan más a mí alrededor y besa mi frente.

—Quiero irme ya —refunfuño, él sonríe.

—Falta poco —no le digo nada, porque estaba cansada de escuchar eso—. Cuando menos lo esperes, estaremos en casa.

—Eso espero —suspiré.

—Cuando todo esto pase, nos iremos lejos de aquí, solo tú, yo y nuestro hijo. Lo prometo.

Sonreí y elevé mis ojos para observarlo.

—Eso me gustaría.

—Eso haremos, entonces —su mano va a parar a mi mejilla, dándole suaves caricias a mi piel.

Bueno, lo único aceptable de estar en el hospital era que él estaba conmigo todo el día. Y, tenerlo conmigo todo el tiempo, no era tan malo.

[...]

Sr. Y Sra. Whittemore (Saga D.W. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora