Daniela
Mis tacones resuenan sobre el piso de mármol pulido llamando la atención de muchas personas, y la mayoría parecen sorprendidos y confundidos de verme aquí, y es que hace más de un año que piso la empresa de mi hermano.
Mientras camino hacia la oficina de Dominic, me encuentro con Natasha detrás de su escritorio, me aclaro la garganta y sus ojos se levantan de su computador para posarse en mí.
—Señorita Daniela —se puso de pie—. ¿En qué puedo ayudarla?
—Dominic envió estos documentos —le entrego la carpeta—. Debes entregárselos a Susan, es sobre los terrenos de Singapur.
Asintió, apilando los documentos junto con muchos otros papeles.
—Dom no vendrá por ahora, está muy ocupado con lo referente a la salud de Anne, entonces cancela todas sus reuniones —digo, la veo asentir con la cabeza agacha, pero no paso por la alto la sonrisita burlona que trata de ocultar. Una de mis cejas se arquea—. ¿Hay algún problema, Natasha?
Se sobresalta, sus ojos avergonzados me observan un poco confundidos.
—No, señorita...
—¿Qué es lo que te causa tanta alegría? —le pregunto, su boca se abre para decir algo, pero no la dejo hablar—. Apuesto a que estás deseando con todas tus fuerzas que Anne no despierte para poder quedarte con mi hermano, ¿No es así? —su rostro se sonroja, yo me regocijo en su vergüenza—. Pues, déjame decirte algo, mi querida Natasha: si Anne, por alguna razón no llega a despertar, seré yo la que te quitará la ilusión de que mi hermano estará contigo alguna vez, ¿Me escuchas? —su rostro solo muestra perplejidad—. Así que, borra esa maldita sonrisita de tu rostro antes de que yo misma lo haga —sonreí con inocencia ante su expresión de horror—. Que tengas un buen día.
Me di la vuelta y me alejé de ahí, porque no soportaba seguir viendo su cara. Ella era una estúpida al siquiera pensar en que ella podía sustituir a Annabella.
Porque Anne era una mujer extraordinaria, increíblemente humilde y de buen corazón, ella tenía un lugar en el cielo por la gran mujer que era. Una mujer guerrera como ella no podía irse de esa manera, ella tenía mucho por vivir, y algo en mi interior me decía que Anne tenía mucho para dar aún.
[...]
—Gracias por acompañarme —le digo a Dom una vez que bajamos de mi auto, ya que prácticamente lo obligué a ir a almorzar conmigo—. No puedes estar todo el día aquí, lo sabes.
—No puedo moverme de aquí, no hasta que Anne esté bien —responde un tanto desanimado, incluso cuando trata de ocultarlo, lo conozco bastante bien.
Sonrío y me acerco para abrazarlo, él me corresponde de inmediato y me gustaría poder hacer algo más, pero sé que no me corresponde.
—Anímate, ¿Sí? —entrelazo mi brazo con el suyo y comienzo a caminar por el estacionamiento—. Las heridas de Anne están sanando más rápido, ¿Recuerdas?
—Lo sé, eso es un avance —dice—. El problema es que aún no despierta, y ya han pasado tres semanas.
—Ya lo hará, ya verás —trato de transmitirle mi buen ánimo, pero no parece funcionar.
Antes de que podamos entrar al hospital, la imagen del hermano mayor de Annabella, Jesse, aparece frente a nosotros. El castaño empuja la puerta de cristal y nosotros detenemos nuestro paso, retrocediendo un poco.
—Hola, Jesse —soy la primera en hablar, intentando romper el contacto visual que tiene con mi hermano.
Él medio me sonríe.
—¿Qué haces aquí? —espeta Dominic.
—Vine a ver a mi hermana —responde con el ceño fruncido.
—Ambos sabemos que no son hermanos —el castaño baja la mirada unos segundos—. ¿A qué has venido?
—Ya te lo dije, y no tengo porque darte explicaciones, convivimos mucho tiempo juntos, sigue siendo mi familia —gruñe—. Pero tranquilo, no me dejaron entrar.
—Ella no lo cree así, y yo tampoco, así que te sugiero que te vayas ahora.
—Tengo derecho a verla, ¿No? —da un paso hacia nosotros, Dominic se deshace de mi agarre en su brazo—. Tú eres el que debería sentirse culpable.
—¿De qué carajos estás hablando?
—De que esas malditas balas eran para ti —las palabras de Jesse hacen que un nudo se instalara en mi estómago, y antes de que siquiera pudiera darme cuenta, Dom lo estaba estampado contra la pared.
—¡Dominic! —jadeé.
—¿Qué fue lo que dijiste? —gruñó mi hermano, apretando su mano con fuerza alrededor del cuello de Jesse.
—Lo que acabas de escuchar —espeta el castaño—. Que el único que debía estar en es cama, eras tú. Porque todo lo que le pase a Anne, será por todo lo que hiciste en el pasado.
Y, sin verlo venir, el puño de Dominic se estrella contra el rostro de su cuñado y un grito queda atrapado en mi garganta.
—Okey, okey —otra voz conocida se hace presente y es cuando noto que Daniel Whittemore se está interponiendo entre nuestro hermano mayor y Jesse—. No sé qué carajos está pasando aquí, pero será mejor que te vayas, Jesse, antes de que yo mismo te saque los dientes.
Su característico tono burlón se hace notar cuando sonríe en dirección de un Jesse con la nariz ensangrentada, el último, antes de alejarse, les da una mirada enojada a mis hermanos y después se va.
—Esta no fue la manera en la que imaginé ver a mis hermanos otra vez —ríe el pelinegro, y de pronto, la impresión anterior se ve reemplazada por el enojo y sin dejarme procesar la idea que tengo en mente, solo me acerco a Daniel y lo abofeteo. Él solo se lleva una mano a la mejilla—. Sí, me lo merecía.
—¡Oh, Dios! ¡Lo lamento! —me abalanzo sobre él y lo abrazo—. No puedo creer que este aquí.
—Pues, lo estoy y necesito saber por qué ambos están tan agresivos —dijo cuándo me alejé de él, Dom aún tenía la respiración agitada y parecía estar pensando en algo realmente importante.
—Es una larga historia —dijimos Dom y yo al mismo tiempo—. ¿Cuándo has llegado?
—Hace unos treinta minutos, fui a casa a dejar las maletas —comenta con rapidez—. Hermano, lamento lo de Anne.
—Gracias por venir —ambos se dan un abrazo demasiado masculino y luego se alejan el uno del otro cuando la voz de mamá entra en la escena.
—Menos mal que están aquí —dice, y no paso por alto las lágrimas en sus ojos y la gran sonrisa que parece querer dividir su rostro en dos—. Annabella despertó.
*Espacio para insertar gritos aquí*
¡Voten y comenten mucho!
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Sr. Y Sra. Whittemore (Saga D.W. 1)
Любовные романыCOMPLETA Brindemos por lo que tú y yo sabemos, y por lo que nadie se imagina. Fuimos ese secreto que estuvo oculto en nuestras sonrisas. Fuimos nada, pero cuando estábamos juntos y solos, lo fuimos todo. Fuimos eso que nos mantuvo con vida y nos qui...