12. Cuando las cosas se complican.

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Dominic

Admiro la curva idónea que se dibuja en su espalda cada vez que la penetro. Me maravillo con su redondo trasero rojo por cada azote, su sedoso cabello rubio y brillante cayendo por su espalda, su pequeña cintura contoneándose contra mí sin importarle nada en absoluto.

Es una diosa perfecta, es lo mejor que me ha podido pasar en la jodida vida.

Un deseo salvaje y lujurioso se filtra por mis venas cada vez más, y me obliga a arremeter contra ella con feroces y fuertes embestidas. Anne me aprieta en su interior y gime como si estuviéramos solos en el mundo.

—Dom... —aprieta las sábanas entre sus manos, sus caderas se mueven al compás de las mías—. Si, Dom... así, si...

Me permito dominarla, enrollando su cabello de oro en mi mano, Anne ahoga un grito contra la almohada y susurra cuánto le gusta que la tenga a mi merced. Eso lo sabía, desde siempre, nunca le ha gustado suave, y esa es una de las tantas cosas que me gustan de ella.

No se cohíbe, no se intimida ante nada, no baja la cabeza, siempre es firme.

Es mi compañera ideal.

Completamente mía.

—¿Te gusta así?

—Sí, Dominic... —se arquea contra mí, aprieta los puños, gime contra la almohada—. Quiero verte.

Suelto mi agarre de su cintura y le doy la vuelta rápidamente, está completamente enrojecida. Me sonríe, se pasa la lengua por los labios y cierra los ojos cuando me adentro en ella de un solo golpe. Su pecho sube y baja ante cada respiración agitada, jadea con los labios entreabiertos, sus ojos azules son deseo líquido, cristalizados por el placer.

—No sabes lo hermosa que te ves justo ahora —ríe en medio de un gemido y se lleva las manos al pecho para apretarlos ella misma—. Eres una exhibicionista.

—Solo contigo —se muerde el labio—. Dominic...

—¿Qué es lo que quieres? —abro más sus piernas, empujo con fuerza en su interior, grita—. Dímelo.

—Bésame —echa la cabeza para atrás—. Dom...

Me apoyo a cada lado de su cabeza con las manos, sus brazos rodean mi cuello y toma el control del beso. Entrelaza sus pies alrededor de mi cintura y me obliga a embestirla con más fuerza. Bajo mis labios a su mandíbula, venero su cuello antes de lanzarme de lleno a sus pechos. Chupo sus pezones erguidos, sus manos tiran de mi cabello, de sus labios sale una versión inentendible de mi nombre como un mantra.

No dejo de moverme, su interior me recibe completamente húmedo, la desesperación aumenta, pierdo el control e imagino mil formas de poseerla, de hacerla mía para siempre.

—Dominic... —busca mi boca—. Más, Dom, por favor... —me busca con sus ojos azules llenos de lágrimas, bajo una de mis manos entre nuestros cuerpos, encontrándome con hinchado clítoris, sintiendo como su cuerpo tiembla entre mis brazos—. Oh, Dom...

Callo sus gemidos en un beso hambriento, me pierdo en su interior con una embestida dura, abismal. Sus piernas se tensan a mi alrededor y cada músculo en mi cuerpo se vuelve de piedra, sus uñas se entierran en mi espalda cuando su interior palpita a mi alrededor.

—¿Me amas? —gruño en su cuello, asiente frenéticamente, apretando fuertemente los ojos—. Dime qué me amas.

—Te amo, te amo —gime, muerdo su labio inferior—. ¿Tú me amas?

Sr. Y Sra. Whittemore (Saga D.W. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora