18. Cueste lo que cueste.

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(+18)

Dominic

Aferro el volante entre mis manos con más fuerza de la necesaria hasta poner mis nudillos blancos, la rabia ensordece mis sentidos, mi capacidad para pensar con claridad está obstruida por la preocupación que me invade. Es mi hermana, mi hermanita menor, por el amor a Dios, daría mi vida por ella.

No sé dónde demonios puede estar, con quién y por qué.

—Dom, baja la velocidad, por favor —escucho la voz de Anne, y despierto de mi transe—. Sé que estás preocupado, yo también lo estoy, pero eso no quiere decir que nos tengamos que matar en la autopista.

Inhalo profundamente, suelto el aire en un pesado suspiro, relajo mi postura, aflojo mi agarre sobre el volante.

—Lo siento.

—Está bien —observo de reojo como deja de aferrarse al cinturón de seguridad—. No entiendo cómo es que ocurren estás cosas, Daniela no es capaz de hacerle daño a nadie, ¿Quién podría querer dañarla a ella?

—No lo sé —hago memoria, Daniela no tiene enemigos—. Todo es demasiado confuso, pero no logro unir hilos.

Anne suspira, yo me dedico a estacionar el auto frente a la casa de mis padres. Bajo del Audi y Anne hace lo propio, sujetando mi mano con firmeza una vez que nos encaminamos hacia la puerta.

—Oh, mi cielo —mi madre se abalanza sobre mí una vez que entramos a la sala de estar, sus sollozos son algo que jamás creí volver a escuchar jamás, y eso hace que la ira incremente su intensidad en mi sistema—. ¿Dónde está mi niña?

—No lo sé, mamá —la acuno entre mis brazos—. Pero lo averiguaré, lo prometo.

—Ven, Theresa, te preparé un té —le dice Anne tomando su mano, dejándome solo con mi padre, cosa que le agradezco con la mirada.

—¿Qué demonios ocurrió? —siseo en su dirección, Mauricio se apoya en el sofá y se cruza de brazos.

—Las cámaras la vieron salir de la oficina, pero no del edificio —dice.

—Eso ya lo sé, papá, no me estás diciendo algo nuevo —mi teléfono suena en mi bolsillo.

Es Charly.

—¿Qué tienes para mí? —pregunté con rapidez.

—La señorita Daniela salió a eso de las diez de la mañana a recibir un paquete a la recepción, las cámaras la vieron, pero no hubo registro que garantice que volvió a la oficina otra vez. Estamos buscando alguna cinta que nos muestre que sucedió con la señorita alrededor de las diez treinta.

—¿Qué hay del personal? Alguien tuvo que haber visto algo, ¿O no?

—Ella recibió el paquete en la recepción, pero ni la recepcionista vio nada ni el resto de personal, señor.

—Avísame apenas tengas algo.

Cuelgo, me paso las manos por el cabello.

—¿Qué encontraste? —preguntó.

—Bajó a recibir un paquete, pero las cámaras no la vieron volver a la oficina y el personal no sabe nada. ¿Qué encontraste tú?

—El agente Ferrer viene en camino, me debe un favor. —Asiento—. ¿Daniela no te dijo nada a cerca de irse algún lado? ¿Qué sucede con ese novio nuevo que tiene?

—No, no he hablado con ella en todo el día, y con respecto a su novio, es Andrew, el hijo de Paolo —le explico—. En todo caso, ella no se iría a ninguna parte sin avisar, mucho menos desaparecería, así como así, lo sabes.

Sr. Y Sra. Whittemore (Saga D.W. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora