El día que Vladimir llegó a Eva & Lilith llovía a cántaros. La fachada gris del edificio lucía deprimente y sombría.
—¿Ansioso, Vladimir? —le preguntó la agente de paz que lo acompañaba.
—Sí —respondió con una sonrisa sincera.
Bajó la vista hacia el código de barras en el interior de su muñeca. Ya no era más propiedad del Estado y eso lo llenaba de alivio. Le había dolido dejar a sus amigos atrás, pero su nueva situación le permitiría ver el exterior una vez más. Ampliaría su horizonte más allá de los muros de la Escuela de Hombres.
—Me han dicho que tus últimas pruebas fueron un éxito —le comentó la agente—. Tu esposa estará más que complacida.
—Eso espero, señora —respondió.
Su estómago estaba hecho un nudo. No sabía qué esperar exactamente, pero se moría de ganas por descubrirlo. Tenía la corazonada de que su esposa sería muy buena con él.
Entraron al edificio con prisa para no mojarse demasiado. Los recibió un hombre de traje, alto y delgado, que miró a Vladimir con soberbia, antes de inclinarse un poco hacia la agente que lo acompañaba.
—Buenas tardes, Elijah —lo saludó ella.
No era la primera vez que pisaba Eva & Lilith. De hecho, también había sido ella quien había llevado ahí a Elijah y a algunos más. Si bien estaba al tanto de los shows de los hombres que iban a parar allí, desconocía el resto de actividades que se desarrollaban allí. De haberlo sabido, quizás no les sonreiría tanto a sus habitantes.
—Edith, un placer verla de nuevo —le respondió, con una leve sonrisa—. Síganme, por favor.
El hombre los condujo al primer piso, hacia la oficina de Monique. Allí ya los esperaban ella y Nuria. Elijah los despidió en la puerta. Antes de desaparecer, miró a Nuria con una sonrisa pícara y le guiñó el ojo. Ella se limitó a mirarlo inexpresiva, mientras en su interior se sentía revolucionada por su sola presencia.
En cuanto dejó de verlo, posó sus ojos en el hombre que había elegido como su esposo. En lo único que se parecía a Elijah era en los rizos negros. Todo lo demás era la antítesis del que se había robado su corazón. Vladimir tenía un aire de inocencia que le causaba más ternura que deseo. Además, era más bajo que ella, lo cual era nuevo también.
Observarlo frente a ella, fuera del mercado de maridos era diferente. Ya no le parecía tan atractivo como bajo los reflectores de la exposición. Sin embargo, se resignó. No lo había elegido para ella, sino para Monique. Esperaba que al menos pudiera cumplir con sus obligaciones y estuviera a la altura de los demás.
Se casaron con celeridad. Firmaron los papeles y despidieron a Edith luego de un brindis simbólico, sugerido por Monique. Sellaron el trato con un beso casto en los labios y terminó el trámite.
—Nuria, ya puedes estrenarlo —le indicó Monique, con una sonrisa conocedora—. Luego, me cuentas. Cuando termines, llámalo a Felipe para que le muestre todo lo necesario. Adiós, Vladimir, y bienvenido a nuestra casa.
Monique los dejó solos y sumidos en un silencio incómodo. Vladimir advirtió enseguida que su flamante esposa no era del tipo conversador.
—Ven conmigo, te mostraré nuestro departamento —le indicó Nuria con más brusquedad de la que pretendía.
La siguió a través de pasillos y escaleras, preocupado al notar que aquel lugar parecía un laberinto. Sin embargo, Nuria lo tenía agarrado de la mano con firmeza, dándoles un poco de seguridad.
—Te acostumbrarás —le dijo ella, adivinando sus pensamientos—. Con saber dónde están algunas cosas, será suficiente.
Nuria se detuvo frente a la puerta 402 y sacó su llave. El hogar de Nuria consistía en dos ambientes y un baño pequeño. Estaba bien equipado por lo que, si quisieran, podrían arreglarse solo con lo que había allí.
ESTÁS LEYENDO
Contrabando De Gigolós (#HES 2)
RomanceUn negocio clandestino se ha vuelto muy lucrativo en la ciudad de Palas. En paralelo, los hombres están desapareciendo del Basurero, sin razón aparente. Orpheo está casado con una magnate del negocio nocturno de la capital. Él es el cantante princip...