Capítulo 11: Una nueva adquisición

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Su último encuentro con Karen había logrado distraerlo de sus preocupaciones, pero el efecto se esfumó en cuanto volvió a su casa. Ver la fachada trajo de golpe todos sus miedos. Apretó la mandíbula para controlarse.

Nuria y Orpheo entraron por la parte de atrás, como siempre. El terreno de Monique era enorme y ocupaba buena parte de la manzana, por lo que la puerta estaba sobre la calle opuesta a la entrada del bar. Nadie que pasara por allí se daría cuenta del complejo que había tras la puerta. Orpheo estaba seguro de que más de una querría entrar a "robar" ahí, si supieran lo que había escondido. Sin dudas, se llevarían un buen botín.

La puerta del edificio daba paso a un corredor con paredes espejadas y piso de madera. Él se detuvo un instante allí para arreglarse el cabello y la camisa, que estaba un poco arrugada. Un momento de luz lo hizo voltearse hacia Nuria, haciendo que se chocara con él. El impacto lo desestabilizó un poco.

—¿Qué? —exclamó, molesta.

Orpheo acortó la distancia que había entre ellos y se inclinó para susurrarle al oído. Notó su tensión. Sabía que era inmune a sus encantos, motivo por el cual había sido elegida como su guardiana. Sin embargo, también en claro que tenía que cuidarse de no dar a entender cosas que no eran si quería conservar su trabajo.

—¿Sientes algún perfume extraño? —le preguntó, con urgencia.

Nuria miró hacia todos lados y se colocó de forma estratégica para cubrirse de la cámara de seguridad, antes de acercar su nariz a su ropa por una milésima de segundo. Al instante, enfiló hacia el ascensor, enojada con él.

—Un poco, sí —dijo, mirándolo con suspicacia—. ¿Qué has estado haciendo?

—Nada que deba cobrar, Nuria —quiso tranquilizarla—. ¿Crees que se dé cuenta?

—Por supuesto —afirmó, mientras pulsaba el botón para ascender—, nunca se le escapa nada. Échate más perfume. Y para la próxima, trata de ser menos estúpido, rubito.

—Si me cambio de ropa sospechará, así que espero que funcione —murmuró.

Nuria se limitó a cruzarse de brazos, hasta que se bajó en el tercer piso. Le hizo una seña de que tuviera cuidado, antes de que la puerta se cerrara. Dos minutos después, Orpheo bajó en el quinto piso, donde se ubicaba su habitación. Hizo lo que le sugirió Nuria, minutos antes de que la puerta se abriera.

—¿Cómo te ha ido? —le preguntó su esposa.

En cuanto él volteó hacia ella, lo llamó con un dedo y él se acercó como la mascota que era. Le puso más entusiasmo que de costumbre a sus besos, como si estuviera hambriento, lo cual ella recibió gustosa.

Lo guió hasta el lecho y le pidió que se desvistiera para ella, como si fuera un show privado. Hacía tiempo que no lo solicitaba, últimamente sus encuentros eran intensos y rápidos. La culpa la tenía el "capricho" de Orpheo, que pagaba con muchas horas extra, sumado a las obligaciones de su esposa. Coincidir en un momento libre era difícil.

—Ya extrañaba tenerte solo para mí —ronroneó, un par de horas después.

—Solo lo mejor para ti, cariño —le contestó, mientras la atraía hacia él tomándola de la cadera.

Monique rodeó su cuello para morderlo y recorrió su mandíbula con besos, hasta llegar a su boca de nuevo.

—Odio compartirte —confesó, con un tono más bien infantil.

"Pues, no se nota, la verdad", pensó él con un fastidio que se cuidó en disimular. Sabía que las cuentas se podrían pagar igual, sin necesidad de ofrecerlo a nadie. Si de verdad odiaba compartirlo, podría permitirle dejar de trabajar. Pero él sabía que era demasiado pedir.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora