Capítulo 8: Contacto

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"Que alguien me despierte", pensó Karen. ¿Qué demonios hacía Orpheo ahí? Y, como si fuera poco, riéndose a costa de ella una vez más.

Se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz y se cruzó de brazos. Mantuvo su postura hasta que el hombre se dignó a dejar de reírse. Una minúscula parte de ella se alegraba de verlo, pero una mucho mayor estaba fastidiada. Y mucho.

—¿Ya terminaste? —le reclamó, mientras Orpheo se secaba una lágrima.

—Sí, ya.

—Bien, porque estás desperdiciando tiempo de tu clase —bufó.

Se acercó a ella en un parpadear y apretó su entrecejo con un dedo. A Karen no le gustaba tenerlo así de cerca, y menos que la tocara con tanto descaro. Orpheo la miró con inocencia.

—Te vas a arrugar —susurró.

Karen relajó su rostro lo mínimo y fue a sentarse frente al piano. Volvió a ponerse en modo "profesora", intentando olvidar ciertas cosas que ya conocía de su nuevo alumno.

No era el primer hombre al que le daba clase. Eran escasos, pero había tenido alguno que otro. Los prefería a las mujeres; no porque tuviera segundas intenciones con ellos, sino porque eran más humildes. Estaba segura, sin embargo, de que ese no sería el caso del niño mimado que tenía enfrente.

—Trae una silla —le pidió—. Quiero preguntarte algunas cosas antes de empezar.

Se maldijo interiormente por no ser capaz de mirarlo a los ojos. Aquello sería una tarea titánica para ella. Tenía que hacer acopio de su fuerza de voluntad si quería sobrevivir. La voz impostada de Orpheo fue una caricia para sus oídos y no pudo evitar recordar la noche que habían pasado juntos.

—Tú dirás —le dijo y, luego de notar su sonrojo, agregó—. ¿Te sientes bien?

—Sí —respondió con sequedad.

Agarró el cuaderno de notas que estaba arriba del piano y un bolígrafo.

—¿Has tenido clases antes?

—Un poco en la Escuela. Pero eso ya lo sabías —agregó, sonriendo.

Sí, por supuesto que lo sabía. Por más que había intentado borrarlo, todo aquello que habían hablado se había quedado marcado en su memoria. No obstante, él no tenía por qué saberlo. Sería darle armas para molestarla y no tenía ganas de aguantarlo.

—Hablamos mucho esa noche —le explicó, ligeramente molesta—. Y ya ha pasado un tiempo de eso.

—Claro... —La observó, calculador, y ensanchó la sonrisa—. La vista no es lo único que se pierde con la edad.

—Eres insoportable —le dijo, mientras se acomodaba inconscientemente sus lentes.

—Y tú, demasiado seria —retrucó—. Sonríe un poco, Karen. Te queda bonito.

Eso era jugar sucio. Ese chico tenía su personaje de seductor demasiado incorporado. Karen optó por ignorarlo y seguir con el cuestionario.

—Bueno, cuéntame, ¿cuál es tu objetivo? —preguntó.

—Quería volver a verte y esta es una buena excusa —bromeó.

"Sí, cómo no", pensó ella. Lo enfrentó con la mirada y él le guiñó el ojo. ¿De qué se trataba todo eso? El corazón de Karen la traicionó, acelerándose un poco. Se suponía que esas cosas no la afectaban. Se concentró en mantener la calma.

—Tómame en serio, por favor —le ordenó—. ¿Qué quieres trabajar conmigo?

—Ya... —Se rio—. Monique quiere explotarme más de lo que ya hace. Y yo le dije que no podría solo. Y aquí me tienes. Pero antes de que digas nada, no sabía que eras tú la afortunada de gozar con mi presencia gratis.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora