Capítulo 7: Un pedido de ayuda

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La impresión que había dejado Karen en Orpheo era más profunda de lo esperable. Ni siquiera habían intercambiado un casto beso en los labios y, aún así, fue una de sus clientes favoritas.

Hablar con Karen le resultó fácil una vez que dejó atrás su deber como gigoló. No tardaron en enfrascarse en una charla llena de música, que se fue desviando hacia otras cuestiones. Hasta terminaron hablando un poco de su infancia y de los entretelones de la educación masculina. Orpheo creía que era imposible que un hombre y una mujer se llevaran así de bien, sin nada de tinte sexual de por medio. Sin embargo, Karen le había demostrado que se podía hablar de igual a igual y lo hacía desear seguir teniendo encuentros así.

Los días se sucedieron sin pena ni gloria desde aquel día. Mismo guión, distintas actrices. Algunas buenas, otras no tanto. Su vida siguió su curso normal.

Meses después de ese curioso encuentro, Eva & Lilith sufrió una pequeña epidemia de faringitis entre los empleados. Era la muerte para los que tenían que encargarse de los shows nocturnos, unos siete hombres en total, incluyendo a Orpheo. No había suplentes, por más que Monique se esforzó por rescatar alguno de entre los que se desempeñaban en otras áreas.

Orpheo no fue la excepción y dejó vacante su lugar durante toda una semana. Según la médica que lo había atendido, debía hacer reposo vocal por dos semanas, pero apenas salió algo medianamente decente de sus cuerdas vocales, Monique lo obligó a volver. Aquello lo tenía bastante mal, ya que cada show lo dejaba con una sensación horrible en la garganta. Hasta que volvió a caer y tuvieron que inyectarle una medicación fuerte para salvarlo de una complicación mayor.

—No hay ningún diamante en bruto en este lugar —se había quejado Monique una noche.

Era la primera vez que dormían juntos en varios días, pues ella no quería contagiarse.

—Puedes reducir los shows —sugirió.

Ella se rio de él, mientras se acomodaba mejor en la cama. El camisón de seda azul se deslizó en algunas partes, mostrando más piel. Y, por supuesto, ella no iba a hacer nada para cubrirse. Él no podía quejarse de la vista. Tenía que admitir que las cirujanas de Palas habían hecho un excelente trabajo para disimular que Monique ya no estaba en la flor de su juventud.

—¿Estás loco, corazón? Tengo todo vendido hasta dentro de dos semanas. El show debe continuar —le informó, y sonriendo agregó—. Se me ha ocurrido algo. Tendrás un show exclusivo una vez por semana, los viernes. Así tus compañeros descansarán, como deseas.

La expresión seria de su esposo le hizo menguar la sonrisa y transformar su mirada en una más amenazante. ¿Acaso él tenía opción? Decidió jugarse la única carta que tenía para huir de tres horas de espectáculo, con un mínimo intervalo de media hora en el medio.

—No tengo repertorio para tanto tiempo —razonó.

Se acomodó a su lado, alzándose ligeramente sobre ella con los brazos a cada lado de su cuerpo. Monique se dispuso a acariciar lo que era suyo, sin prestarle mayor atención. No lo había devuelto a la suite matrimonial para hablar de trabajo.

—Eso se arregla —le respondió, negando con la cabeza, divertida por su actitud.

Lo empujó para invertir la posición, aprisionándolo con una de sus piernas. Comenzó a besarle el cuello y él cerró los ojos dejándole hacer. Eran pocas las veces que ella se dedicaba a darle placer y tenía que aprovechar el momento. Orpheo sabía que se la cobraría en un rato.

—Y no sé si me hará bien —insistió Orpheo, tirando un manotazo de ahogado, aún con los ojos cerrados.

En serio, no quería un show propio. Ya bastante tenía con los que compartía con el resto. Le gustaba ser el centro de atención, pero lo agotaba.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora