Capítulo 3: Cambio de década

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El día de su cambio de década sorprendió a Karen Moussai con un desencanto que no era propio de un cumpleaños. El motivo era entendible: treinta años de una vida en la que, si bien vivía de su vocación artística, todo era tan rutinario como si fuera una oficinista en algún estudio contable. Lejos habían quedado sus sueños de ser la prima donna de alguna ópera famosa o de llenar teatros con sus conciertos de música de cámara. Apenas tenía un puñado de apariciones en los conciertos de alguien más un par de veces al año.

Sus alumnos y sus colegas se habían encargado de que le perdiera el gusto a la música, lo cual la apenaba mucho. Sin embargo, sabía que podía ser peor si hubiera escuchado a su madre, quien jamás había apoyado su decisión de dedicarse al canto. Quizás sería una exitosa cirujana en un hospital prestigioso o una abogada con su propio buffet, pero sabía que también sería infeliz por intentar ser alguien que ella no era. Así que, por muy aburrida que le pareciera su vida, estaba donde quería estar... más o menos.

Su mentora del conservatorio habría llamado a su carrera un rotundo fracaso. Era por eso que Karen había optado por cortar sus lazos con ella. Era demasiado cobarde como para enfrentarla.

Karen odiaba los cumpleaños. Le parecía que no tenían nada de especial, nada que valiera la pena agradecer más que estar un año mas cerca de su muerte. Si, al menos, su jefa le hubiera permitido tomarse el día o irse un poco antes, lo podría haber disfrutado más, pero Katia no era de esas jefas.

—Linda, se supone que esto es un cumpleaños "feliz". Cambia esa cara. —le recriminó Lili, al encontrarse con ella en el salón de profesoras.

Estaban en un descanso entre clases. Karen esbozó una mueca que intentaba pasar por sonrisa, aunque daba un poco de pena. Lili se dirigió al pequeño refrigerador y sacó una caja rosa. Se volteó hacia su amiga con una gran sonrisa.

—Te compré cupcakes—la tentó con un cantito, haciendo bailar la caja con sus manos.

Sus ojos café brillaban con expectativa. Después de todo, ¿quién le decía que no a eso? Karen relajó su expresión y sonrió con culpa. Examinó la variedad que había y agarró uno que se veía especialmente tentador. Le dio un mordisco y sintió que estrellas de sabor estallaban en su boca. La masa húmeda de naranja en combinación con el mousse de chocolate la llevaron a un éxtasis culinario. ¡Por Diosa, cómo amaba esas cosas!

Se tomó su tiempo para comerlo, aprovechando al máximo cada instante.

—Tú sí que sabes cómo alegrarme el día, Lili. Gracias —le dijo, luego de saborear lo último.

—Solo lo mejor para ti, linda.—y agarrando otra exquisitez de la caja, la elevó hacia Karen —¡Salud!

Lili era profesora de guitarra en el instituto de música donde trabajaba Karen. Era regordeta y alta. Sus lentes de montura gruesa le daban un aire bohemio, en combinación con sus rizos de caoba, que siempre caían salvajes debajo de una vincha colorida. Ese día tenía puesto un vestido de seda fría, estampado con mariposas de varios tamaños, en tonalidades naranja y violeta. Karen amaba el estilo de su amiga. Ella no era muy audaz con su vestuario. De hecho, era bastante aburrida, siempre vistiendo prendas básicas de colores neutros.

De todas sus compañeras, Lili era lo más cercano a una amiga que tenía allí. Pasaban horas cantando e improvisando melodías, en compañía de algún aperitivo. En más de una ocasión, habían amanecido abrazadas a una guitarra.

La alegría duró poco. Katia, la abeja reina del instituto Adagios Crepusculares, irrumpió en la habitación con su brusquedad habitual. Ahogó a la cumpleañera en un abrazo y la intoxicó con su perfume.

Ella era así, toda intensa. Por eso mismo, también, era de las mejores cantantes de la ciudad. Desbordaba vitalidad, por lo que parecía menor de lo que realmente era. Nadie le daba sus cuarenta años bien llevados.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora