Capítulo 26: La despedida

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Convencer a su guardaespaldas de que Karen era alguien de confianza costó lo suyo. Eventualmente, Nuria aceptó el plan rudimentario que había pensado Orpheo para hundir a Monique con esos libros que le ordenó esconder.

Sabía bien  que aquello no salvaría ni a Vlad ni a él, pero al menos podría hacer algo por sus otros compañeros. Por otro lado, Monique merecía la cárcel de por vida. Desearle la pena de muerte se le hacía demasiado piadosa para todas las atrocidades que había permitido dentro de los muros de su bar. Orpheo necesitaba que ella sufriera hasta el fin de sus días. Cuanto más largo fuera su vida, mejor. Sin embargo, ni así consideraba que llegaría a pagar todo el daño que les había hecho.

Conforme iba pasando el tiempo desde su traición, el corazón de su ahora ex esposo se llenaba cada vez con más odio. Quería destruirla a toda costa. Y, a pesar de que le esperaba un lugar que seguramente era peor, se sintió en cierta forma libre. Ya no era de su propiedad. Y ese limbo sin cadenas le daba una sensación de liviandad agradable que pensaba disfrutar todo lo que pudiera.

Luego de entregarle a Nuria las pruebas, volvió a su habitación. Tenía que recoger sus pertenencias. No sabía qué llevarse. Tenía un extenso guardarropa, fruto de tanto show y trabajo sexual. Pero nada de aquello se sentía suyo. Se sentía empobrecido, a pesar de estar rodeado de lujos.

Se sentía extraño. Muchas veces había soñado con abandonar ese lugar, pero creía que era imposible ir a un lugar distinto al tan temido Basurero. Y, sin embargo, ahí estaba él, con un futuro incierto por delante.

—Vamos, cariño —lo apuró Monique desde la puerta—. ¿Qué tan difícil puede ser recoger tus cosas?

—¿Qué cosas? —le preguntó, sintiéndose perdido.

Monique se acercó a la puerta del vestidor y miró hacia el interior. Todo el cuerpo del hombre se tensó con su sola presencia.

—¿Qué te parece todo ese arsenal que tienes ahí dentro? —se burló.

—Pensé que quizás lo conservarías para tu próximo esposo —argumentó, con desagrado.

—No seas tonto, Orpheo. Todo esto es tuyo. Lo compré para ti. No creo que puedas llevarte todo, pero escoge todo lo que pueda entrar en esa maleta que tienes ahí. Llévate 2, si quieres. Dudo que Beatriz renueve tu guardarropa, así que aprovecha ahora. Es ropa de buena calidad, así que aguantará mucho tiempo. Tómalo como un regalo de despedida.

Como si eso le importara en ese momento. Un regalo hubiera sido que tuviera un poco de ovarios para hacerle frente a la jueza que se lo quería llevar como soborno. Asintió como un autómata y se metió en el pequeño cuarto para elegir unas cuantas prendas. Monique lo monitoreaba desde la puerta con una extraña expresión.

—¿No llevarás ninguno de tus trajes? —indagó, curiosa.

—¿Para qué? No es como si esa mujer me fuera a llevar de paseo o algo —respondió de mala gana.

—Solo digo...

Orpheo se detuvo un instante para observarla con desconfianza. No entendía qué era lo que la retenía ahí. Casi podría decir que estaba triste por su partida.

Si él supiera que tomar esa decisión le había costado más de lo que aparentaba. Podía comprarse mil hombres más, pero Orpheo continuaría siendo el número uno en su podio de acompañantes inolvidables. Quizá, frente a otras circunstancias, su matrimonio podría haber sido muy diferente. Sin embargo, no podía pensar en su propia satisfacción. Tenía un negocio que proteger y aquel era el sacrificio justo para poder salvarlo.

Sintió los brazos de Monique alrededor de su pecho, mientras él inspeccionaba sus zapatos, buscando lo más práctico de la colección. Lo abrazó con una ternura ajena a ella y lo besó entre los omóplatos. Su ex esposo cubrió con sus manos las de ella y la apartó con suavidad. No estaba para sus juegos.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora