Capítulo 16: Tentaciones

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Ese primer beso fue un antes y un después para Karen. No solo en su relación con su alumno preferido, sino también en su modo de ver las relaciones entre hombres y mujeres.

En su vida, el romance era prácticamente nulo. Su madre se había deshecho de su padre cuando ella era una adolescente, y no había vuelto a casarse desde entonces. O, al menos, eso creía Karen. Hacía años que su madre no le hablaba, enojada porque eligió seguir una carrera poco convencional.

Por otro lado, sus amigas eran todas solteras o divorciadas y el único contacto "romántico" del cual había sido testigo era el del bar donde trabajaba Orpheo. Y eso tampoco era un gran ejemplo, por ser gigolós. Sí sabía que ninguna de ellas era virgen a esas alturas y lo cierto era que no le interesaba dónde habían adquirido experiencia las que nunca se habían comprado un esposo. No le gustaba meterse en la vida privada de las demás.

El beso que había compartido con Orpheo había sido diferente a cualquier cosa que le hubieran podido contar. Había sido gratuito y de mutuo acuerdo. De hecho, el que fuera él el de la iniciativa ya lo hacía especial, teniendo en cuenta que ella no había pagado por obtenerlo. Era un regalo. El regalo más hermoso que podría haberle dado.

De solo recordar el momento, ya volvían las mariposas que sentía en su vientre y la sonrisa le bailaba en los labios. Había sido algo magnífico. El sabor y la textura de su boca, sus manos recorriendo su cuerpo y la química que estalló entre ellos. Fue un debut a lo grande y Karen lo había disfrutado con demasía. No se había dado cuenta hasta ese momento de cuánto anhelaba que sucediera, por mucho que se empeñara en negarlo momentos antes.

Lo atesoraría como algo único, una comunión de dos almas tristes que encontraron la luz efímera en un beso. Único porque jamás sintió esa conexión con nadie. Único porque fue la expresión de algo profundo que se gestó entre ellos sin quererlo y sin esperarlo. Único... porque no se repetiría, por muchas ganas que tuvieran de hacerlo.

Un hombre casado. ¿Cuántas veces ella había criticado a Katia por tomar hombres ajenos? ¿Cuántas, había reprobado que sus amigas accedieran a su invitación de alquilar hombres de compañía? Se sentía una hipócrita, porque también había caído en ese juego. Se enojó con ambos por ser tan débiles y no resistir el impulso.

Era una maraña de sentimientos encontrados y necesitaba hablar con alguien con la madurez suficiente para arrojar luz a sus dudas. La respuesta llegó de la mano de una sonrisa sincera y una voz amable: Gioia.

Decidió invitarla por un café cuando tuvieran su próxima clase. Mientras tanto, intentaría despejar su mente con otras cosas. Necesitaba urgente dejar de pensar, o si no, cuando volviera a verlo, no podría hilar dos palabras seguidas.

******

—Buenos días —saludó Katia, entrando al salón de profesoras.

Ese día, si bien estaba demasiado llamativa, tenía un atuendo bastante pasable color azul. Su boca estaba pintada de un rojo intenso, digno de una publicidad de maquillaje y sus ojos delineados con ese esfumado bonito que a Karen jamás le salió. Conectó la pava eléctrica y buscó una raíz de jengibre que guardaba en el refrigerador.

—¿Estás mal de la voz? —le preguntó Karen, al ver que se preparaba un té.

—No del todo, pero me está amenazando —se lamentó—. Y hoy tengo una alumna nueva que no quiero decepcionar.

Era raro verla tan nerviosa. Por lo general, era una mujer segura de sí misma. Karen pensó que quizás era la abstinencia de café. Había observado que no había tomado nada de eso en toda la mañana. Katia le tendió una tarjeta negra con un ademán dramático.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora