En algún lugar del Basurero—Te lo digo, Dante —susurró Derek, durante un descanso en la construcción—. Ya van varios que se esfumaron sin más.
Dante posó sus ojos verdes en su mejor amigo. La frente se le arrugó por un instante, antes de relajarla para no llamar la atención. Se habían conocido allí hacía bastante tiempo, cuando ambos vagaban con sus tristezas en aquel lugar poco amigable. Desde entonces, a pesar de estar uno en los treinta y el otro pisando los cincuenta, parecían de más edad, debido a las condiciones de vida de los divorciados.
—¿Y ustedes no tienen nada que ver? —le preguntó, con el mismo volumen de voz.
—Para nada. Hacemos pocos movimientos. No queremos llamar la atención —le explicó —. Además, la vida por aquí no está tan mal como para hacer un éxodo masivo. Aquí hay algo raro, ya te digo.
Dante se quedó pensativo unos segundos, mirando hacia la estructura que estaban construyendo. Era bastante grande, como para albergar al menos a veinte personas. Últimamente, estaban construyendo mucho. Semana a semana, era increíble la cantidad de hombres que entraban, despreciados por mujeres que parecían cada vez más difíciles de complacer. Y cada vez, con menor tiempo de casados. Se estaban convirtiendo en seres descartables.
—¿Se lo has comentado a Juan Manuel?
El joven se rio con amargura. Juan Manuel era el supervisor general de su área. Un tipo bonachón que disfrutaba dándole la bienvenida a nuevos inquilinos. Se suponía que era quien los cuidaba y recibía sus peticiones, además de administrar los recursos y comunicarse con los proveedores del Basurero. En resumen, el hombre detrás del escritorio que solo se encargaba del papeleo.
—A ese, solo le importa su propio pellejo —masculló—. Hace dos meses que le vengo insistiendo en que lo reporte con la PoliFem, pero no me hace mucho caso que digamos. Y ellas no me creerán, ya sabes cómo son.
La policía que, como Juan Manuel, también se encargaba de tener un ojo puesto en ellos. Sin embargo, las mujeres que iban a parar al Basurero no eran precisamente las más comprometidas con la causa. Había varios puntos ciegos por los que no circulaba nadie y, después del toque de queda, solo quedaban las que vigilaban la frontera.
—¿Y Elliot? —preguntó Dante, refiriéndose a su contacto con la ciudad—. Quizás, él pueda hacer algo desde allí.
—No quería molestarlo, pero puede que sea buena idea. Nos están borrando del mapa, amigo. Ten cuidado —le pidió, antes de volver a su rutina.
Dante suspiró. Parecía que ni siquiera en aquel lugar olvidado de Diosa podían dormir tranquilos.
*****
En la Ciudad de Palas
Aquella era una de las pocas veces que Karen se permitía un encuentro con una alumna fuera de clase. Lo cierto era que Gioia, con todo su cariño y calidez de siempre, era una buena opción para romper su regla.
Karen no tenía muchas amigas, a decir verdad. A sus compañeras del conservatorio o de la escuela, las veía con suerte una vez cada un par de meses. Salvo Lili, no tenía a nadie más. Sin embargo, no podía charlar sobre su problema con ella. Dudaba de que la comprendiera del todo. En cambio Gioia, una Freeman que apoyaba a su hermana en lugar de burlarse de ella, le parecía alguien con una mente un poco más abierta.
Con el estómago revuelto por los nervios, se acercó al vivero donde ella trabajaba. Abrió la puerta pesada de vidrio con algo de dificultad, porque se trababa un poco en el suelo. El aire húmedo estaba cargado de olor a tierra mojada y la transportó un poco a esas vacaciones familiares que pasaba en el campo. Aquello la relajó un poco.
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Contrabando De Gigolós (#HES 2)
RomanceUn negocio clandestino se ha vuelto muy lucrativo en la ciudad de Palas. En paralelo, los hombres están desapareciendo del Basurero, sin razón aparente. Orpheo está casado con una magnate del negocio nocturno de la capital. Él es el cantante princip...