Capítulo 14: Lo que más quiero

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Ese cruce de miradas le bastaba a Karen. Si bien le hubiese gustado intercambiar un par de palabras con él, entendía que lo mejor era despedirse de lejos. La expresión molesta de Monique no le había pasado desapercibida y rogaba que no le hiciera pasar un mal momento por culpa de esa salida.

Esperaba que Orpheo lo hubiera disfrutado. Ella sabía muy bien que la primera experiencia de la orquesta en vivo era inolvidable y apabullante cuando corría por sus venas la pasión musical. Algo en la mirada de su alumno le dijo que su intuición no le había fallado. Esa certeza la hizo sonreír con la mirada perdida en el fondo del teatro.

—¡Brava! —chilló Lili, apenas la vio.

Antes de que Karen pudiera siquiera pestañear, ya tenía sus rulos en la nariz y estaba siendo estrangulada por el amor de su amiga. Le devolvió el abrazo con igual fuerza y las lágrimas que venía conteniendo se derramaron. Estaba tan feliz que no le entraba la emoción en el pecho.

—Eres la mejor, amiga, ¿lo sabes, verdad? —le gritó en la oreja.

El ruido dentro del teatro era bastante fuerte, pero ya nadie tenía cuerdas vocales que cuidar así que todos gritaban. La alegría que llenaba el ambiente casi era palpable.

—Te adoro, Lili —le correspondió, medio ahogada.

—Permiso, permiso. — dijo Katia, rompiendo el abrazo.

Lili se apartó a regañadientes, mientras Karen era envuelta por el perfume de Katia y su exceso de energía. La aceptó con mucho gusto. Si estaba allí, era gracias a ella. Podía ser una mujer insoportable a veces, pero también salía a la superficie ese cariño casi maternal cuando veía los triunfos de sus chicas del instituto.

—¡Felicitaciones, Katia! —le dijo— ¡Una interpretación perfecta! Me encantó.

—¡Felicitaciones para ti, Kari hermosa! Estuviste grandiosa —la halagó, con la voz afectada.

Karen se sorprendió al verla llorando, pero empatizó con ella y un par de lágrimas más cayeron. ¿Se podía estar más feliz? ¡Cómo extrañaba esos momentos post presentación!

—Te lo dije —le recordó—. Tienes la magia adentro. Yo sabía que podías sacar a tu diva interior. Los tenías comiendo de tu mano. ¡Estoy tan orgullosa de ti!

La volvió a estrechar entre sus brazos y su colega sintió calidez en su corazón. Ese noche todo era amor y alegría para todo el mundo. La adrenalina todavía corría por sus venas. Era como estar en una nube.

—¿Karen?

Se dio vuelta hacia la voz que la llamaba y se limpió los ojos como pudo. Era Gioia, con su sonrisa radiante de uniforme. Corrió a abrazarla también. Se había transformado en algo así como una máquina de abrazos. Si se le hubiera acercado la señora de maestranza también le habría dado uno.

Su alumna la felicitó mil veces y le dijo cuánto la había emocionado. Tanta emoción hizo que le doliera la cara de tanto sonreír, pero no le importaba.

—Ven conmigo, hay alguien que quiero que conozcas —le pidió la mujer.

Se separó de sus colegas, luego de avisarles que volvería pronto. Caminaron por el pasillo alfombrado y salieron al aire fresco de la noche. Amabas agradecieron el cambio de aire. Estaba tan tranquilo afuera, que fue como entrar en otro mundo.

Se dirigieron hacia una mujer que estaba apoyada en la pared, con la vista fija en el móvil y un cigarrillo en su otra mano. Rondaba los cuarenta años y era tan baja como Karen. Llevaba el pelo oscuro recogido en un moño bajo, al que se le escapaban algunos mechones rebeldes.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora