Capítulo 6: Verdades incómodas

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—¿Y? ¿Cómo te ha ido?

El día después de su cumpleaños, Karen se vio acorralada por su jefa. Miró a Katia luego de contar hasta diez. Tuvo que hacer el esfuerzo por no poner mala cara. Evocó uno de los momentos mágicos de la noche anterior, cuando le cantaron al oído una de sus canciones favoritas. Funcionó.

—Buenos días, Katia. ¿Cómo estás?—la saludó, exagerando la pronunciación, como si le hablara a un niño.

—No me vas a evadir tan fácil. Tómate un café conmigo. Tenemos tiempo antes de nuestras clases.

Sí, aquello había sido una orden, sin derecho a réplica. La agarró del brazo como si fueran grandes amigas. En el camino, se sumaron Loretta y Lili, cual viejas chismosas. Karen odiaba estar así de expuesta y sin escapatoria.

Su mente iba a toda máquina, pensando en qué decir. Katia no había gastado un dineral para que ella conversara de la vida y cantara un poco, sino para perder la virginidad en manos del mejor semental de todo Palas. Bien, era momento de las medias verdades. Se dio ánimos a sí misma, mientras se hacía la misteriosa y ganaba tiempo para maquinar la respuesta, sorbiendo de su café cortado. Se quemó la lengua al primer sorbo, pero se tragué la queja para que no se burlaran de ella.

—Ya suéltalo. Cuéntanos —rogó Loretta.

Karen levantó una ceja. Loretta no era tan cercana como para confiarle lo que había estado haciendo con un hombre. Lili sí y con Katia no le quedaba otra, pero la actitud de Loretta le molestó muchísimo. Karen sabía que era mejor no establecer contacto visual. Observó el esmalte saltado de sus uñas, que estaba aún peor que el día anterior.

—Fue... —Revolvió el café, eligiendo las palabras—. Increíble. No tengo palabras... No esperaba celebrar así mi cumpleaños.

—Ya decía yo que ese bombonazo era una buena elección, Katy —festejó Loretta—. Si se le caía la baba de escucharlo nada más.

Karen se dio una bofetada mental por haber sido tan obvia. ¡Qué vergüenza! Si sus compañeras lo habían notado, de seguro Orpheo también lo había hecho. Entonces, le cuadró mejor que se lo hubiera visto tan divertido a costa suya.

—No se me caía la baba, tonta —se defendió, ruborizada—. No tengo quince años.

—¿Y bien? —Katia clavó sus suspicaces ojos azules en ella.

No era suficiente la respuesta que había escuchado. Necesitaba decir algo más, si quería que le creyeran que había tenido una noche de sexo salvaje. "Evasión, Karen, evasión", pensó.

—Lo disfruté mucho. Gracias, Katy, fue el mejor regalo de cumpleaños —le respondió.

Nadie podía decir que su sonrisa no era sincera, porque estaba diciendo la verdad. El problema era que tenían ideas diferentes de diversión. Katia le devolvió la sonrisa, pero no estaba satisfecha. Le hizo un gesto para que continuara. Sin detalles, no compraría el cuento.

—El Pueblo quiere saber, Kari —la alentó.

—Me dejó exhausta... Guau, fue algo muy intenso —dijo, quizás con demasiadas ganas.

Evocó el instante en que se deleitó la vista con un torso perfecto. Se sirvió de eso para sonar un poco más creíble, sin meterse en detalles inverosímiles.

—Me encantó... Eh... —agregó, con miedo a pisarse con las evasivas.

—No le sacarás detalles, Katy —la salvó Lili—. No todas somos tan libres de hablar de nuestra vida sexual.

—Ay, ¿es saludable ese rojo en las mejillas? —Se preocupó Loretta.

Karen se tapó la cara, abochornada. Esa imagen había abierto el grifo de recuerdos. Las imágenes bailaron fugaces en su mente.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora