Capítulo 9: Un infierno clandestino

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Camino a su clase con Karen, Orpheo y Nuria iban escuchando la radio como siempre. Era un día bastante gris y el cielo prometía lluvia en cualquier momento. Pero nada de eso podía apagar el buen humor del cantante en un día de clase. O eso, creyó.

Últimamente, se sentía muy cansado. Monique no le daba tregua con las horas extra y estaba trabajando muchísimo. Su teoría era que su esposa quería que desistiera de sus clases, pero no lo haría. Él podía llegar a ser muy terco cuando se trataba de algo que le gustaba. No lo dejaría ir tan fácil.

Además, poco a poco, ya podía sentir una mejora en su salud vocal y confiaba en que más adelante aprovecharía mucho mejor su talento. Tenía que darle el crédito a su profesora. Karen hacía maravillas. Era muy clara con sus explicaciones y le tenía mucha paciencia. Excepto cuando él se divertía a costa de ella, pero nada podía ser perfecto.

Le resultaba inevitable molestarla de vez en cuando, porque siempre estaba muy seria. Y verla con sus anteojos de montura gruesa no hacía más que potenciar esa imagen. Parecía una profesora de la Escuela de Hombres, una de las más ancianas, para ser más exactos. Pero más allá de eso, Orpheo podía vislumbrar a una chica con mucha necesidad de reír y relajarse. Y si él podía ayudarla con eso, mejor.

Su timidez con el contacto físico eran un obstáculo para ella y él era perfectamente consciente de ello. Sabía que las primeras clases le habían costado mucho en ese aspecto. Recordar esos primeros días le daba ternura. Sin embargo, ya desde esos momentos iniciales, le daban otras cosas también.

El toque de Karen era suave como una mariposa. Por más que no hubiera ningún tipo de connotación allí, excepto la de guiarlo con la técnica vocal, su mente no podía evitar imaginar otros escenarios con ella. Lo hacía desear que sus manos siguieran por otros rumbos, y que las suyas hicieran otro tanto con ella. Quería que su atención sobre él fuera más allá del deber profesional de corregir lo que veía.

Para él, también era difícil. Las mujeres que lo tocaban, pagaban por él y esperaban ciertas cosas. Eso era fácil, aún más si su cliente le gustaba. En esa circunstancia, tenía el permiso (y el deber) de explorar a conciencia el cuerpo que se le pusiera delante. Por el contrario, a Karen le estaba pagando él. No por placer carnal, sino para adquirir conocimiento. No tenía permiso (ni derecho) de tocar ni probar nada.

Eso no quitaba que hubiera momentos en los que lo intentaba, disfrazando su deseo con su personaje de seductor. Había fracasado todas y cada una de esas veces. Se ofreció con sutileza y ella lo había rechazado de plano. Por suerte para él, era fácil simular que todo era una broma. Realmente, ella no se daba cuenta de que era más en serio de lo que admitía.

Con el correr de las clases, ambos se habían acostumbrado al otro y esos deseos habían quedado a un lado, junto a la timidez de ella para mirarlo a los ojos. Mientras estuvieran a una distancia prudente, todo marcharía bien.

Después de todo, Karen era una chica prohibida. Ya se lo había aclarado Monique: la única mujer que no podía tocar era su profesora. La había elegido a ella precisamente por eso. Así se lo había contado al volver de su primera clase, que consultó con Katia y analizó su perfil con mucho cuidado. Que la jefa del instituto le juró y recontra juró que Karen era inofensiva.

Esa declaración no era novedad para él, aunque no se lo diría a su esposa. No quería problemas. Ya bastante le estaba costando seguir adelante con su "capricho". Había días en los que apenas dormía, tal era la explotación a la que estaba expuesto. Y valía la pena.

Valía la pena cada esfuerzo por pasar unos momentos con ella, la única que no lo trataba como un trozo de carne. El problema en la ecuación no era ella, era él. Tal vez fuera el hecho de que no caía con sus trucos o porque estaba fuera de su alcance. No lo sabía. Lo que sí tenía en claro, era que tenía que borrar ese sentimiento pronto.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora